Por José Graziano da Silva (*)
Hambre creciente y obesidad fuera de control. Degradación de los recursos naturales. Persistente pobreza y desigualdad rural. Y el cambio climático. Estos son los principales enemigos de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
Hace sólo un par de años atrás, la región celebraba un logro histórico. En 2015, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la reconoció como la única región en desarrollo del mundo en haber alcanzado la meta del hambre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Con veinte millones de personas habiendo superado el hambre en poco más de dos décadas, la región se convirtió en un ejemplo mundial, la prueba concreta de que lograr hambre cero era realmente posible.
Pero las cosas han cambiado de forma bastante dramática desde entonces.
En 2017, la FAO advirtió que el hambre había vuelto a aumentar en América Latina y el Caribe. Entre 2015 y 2016, el hambre creció en casi dos millones y medio de personas, hasta llegar a 42,5 millones. No ha estado tan alta desde 2008.
Por sí mismo, esto sería motivo de gran alarma. Pero ahora el hambre convive con una epidemia de obesidad que afecta a todos los países y sectores sociales. Si a ellos sumamos los impactos innegables del cambio climático en los sistemas agrícolas y medios de vida rurales, y el estancamiento de la reducción de la pobreza rural, se configura una tormenta perfecta de inseguridad alimentaria, una época de crisis nutricional para América Latina y el Caribe.
Los niños de esta región son los que tienen más sobrepeso en el mundo: afecta a casi 4 millones de niños y niñas. Pero la situación de los adultos es aún peor: 96 millones de personas sufren obesidad, una cifra increíble que excede la población total de Colombia, Argentina y Costa Rica. Combinadas.
Dado que el 20% de los habitantes rurales no puede siquiera comprar una canasta básica de alimentos, miles de personas están migrando para escapar de la pobreza, los conflictos armados, el crimen organizado o los fenómenos climáticos extremos. Otros emigran de tierras que ya no producen alimentos. Los habitantes de muchos países del Caribe no tienen dónde ir, ya que toda el área está siendo golpeada por devastadores huracanes de creciente intensidad.
Pero aunque los desafíos son muchos, América Latina y el Caribe conserva una riqueza única. La región es extremadamente fértil y biodiversa, tiene más agua que cualquier otro rincón del planeta, y su vibrante sector agrícola es clave para alimentar al mundo. Y no sólo tiene riqueza natural, sino que cuenta con las políticas públicas y grandes acuerdos que sostuvieron los impresionantes avances sociales de las últimas décadas.
Esas políticas no solo fueron eficientes, fueron inspiradoras. Los programas que apoyaron el desarrollo de la agricultura familiar, ayudaron a las mujeres a convertirse en una parte clave de la fuerza de trabajo rural y alimentaron a millones de niños mediante programas de alimentación escolar, dando un mejor acceso a la nutrición para los más vulnerables, no fueron sólo migas de pan para los pobres. Al contrario, fueron la columna vertebral y el corazón de un desarrollo económica y socialmente sostenible, incluso antes de la Agenda 2030.
Porque si hay algo que es incuestionable, es que no podemos avanzar mientras millones sufren hambre y pobreza. Alimentarlos requiere transformar profundamente nuestros sistemas agroalimentarios, para hacerlos más eficientes y competitivos, más respetuosos con el medio ambiente y realmente incluyentes.
Para lograrlo, la FAO llama a todos los países de la región a intensificar la lucha contra el hambre, la malnutrición, la pobreza rural y el cambio climático en la Conferencia Regional de la FAO, que se celebrará en Jamaica del 5 al 8 de marzo.
Esta será mi última Conferencia Regional como Director General de la FAO. Como tal, tengo un mensaje simple para todos los que se preocupan por la nutrición: el sueño de una América Latina y Caribe sin hambre sigue siendo tan importante y verdadero hoy como lo era cuando me uní a la FAO hace más de una década.
Incluso si el escenario actual es complejo, no debemos desesperar, ya que es durante los tiempos de crisis cuando las sociedades e individuos muestran su verdadero valor. Colombia logró la paz después de décadas de conflicto. Brasil sacó a millones de personas del hambre y la pobreza. Costa Rica reverdeció toda su economía. Barbados cerró sus puertos a la pesca ilegal. México exporta sus productos a los mercados más exigentes. Estos son sólo algunos de los ejemplos de lo que nuestras sociedades han logrado.
La Conferencia de la FAO es una oportunidad única para que la región reaccione contra la creciente marea de malnutrición. Nuestro objetivo continúa siendo hambre cero. Y no debemos dar un sólo paso atrás.
(*) Director General de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).