Por Alberto Botto*
Los trabajadores siguen en aprietos, en algunos casos es mucho más que eso, es la angustia por haberse quedado sin trabajo, sin poder llevar a sus hogares aquellas cosas que son indispensables para la vida, sin poder satisfacer necesidades básicas, derechos fundamentales. Y esto se debe a políticas inconducentes por un lado y la mezquindad por otro. El problema argentino, como hemos sostenido muchas veces, no es de orden político,ni económico, sino moral, ético, espiritual. Aquí lo que falta es amor, solidaridad, por parte del poder; mirar al prójimo comprenderlo y satisfacer sus necesidades.
Pero nada de eso ocurre, la inflación sigue a pesar de las políticas contraproducentes para los trabajadores y sus familias; las inversiones productivas son una ilusión, un mero discurso para disfrazar una realidad que preocupa.
El gobierno insiste, mientras tanto, en poner techo a las paritarias en un 15 por ciento, cuando se sabe que el aumento de impuestos, servicios y precio no tienen ni techo ni cielorraso y andan entre las nubes. lo malo es que esto no acaba aquí, porque aún quedan subsidios que serán quitados ¿Y después qué? Más inflación.
Los despidos están a la orden del día, y justo es decirlo hay empresarios inescrupulosos (a quien nadie les pone freno) que nada les importa el destino de los seres humanos y sus seres queridos. Y hay también pequeños y medianos empresarios que sufren los embates de la importación irrestricta, afectándose de tal manera la producción nacional.
Lamentablemente, la oposición, sea por acción (intereses) o por omisión, no actúa como requiere una realidad triste para gran parte de la población.
Como se dijo precedentemente, solo hay un camino: no pensar en el gobierno o el poder con el que se simpatiza, sino pensar en las personas y sus necesidades. Si el poder se equivoca, es un error avalarlo aun cuando la propia ideología pueda estar vinculada a él o ser simpatizante. Hay que pensar no solo en el pueblo de hoy, sino en el de mañana, en los chicos, jóvenes, que recibirán, como siempre, una Patria desvencijada. Y es injusto, porque este debería ser un vergel en donde la vida debería ser un premio, un gozo y no un castigo, un sufrimiento como le significa al 35 por ciento (o más) de los argentinos ¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuando políticas económicas para unos pocos; Poder Judicial al servicio político, pero no a la justicia que merece la gente; rencor y persecusión a quien piensa distinto; condicionamientos económicos y políticos para gestiones de otro signo. Hasta cuándo muchas cosas más?
Es hora de un nuevo orden político, un orden distinto que tenga a la solidaridad como bandera y el amor al prójimo como estandarte.
*Secretario General del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario
*Secretario General del Movimiento Sindical Rosarino