Fito Páez recibió la distinción máxima que la UNR puede entregar: el título de Doctor Honoris Causa
¡Fito, Fito!”, aclamó una y otra vez la multitud acalorada que abrazó al músico rosarino en una noche muy especial para él y para la comunidad de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). A pura emoción, palabras dulces y canciones, Rodolfo “Fito” Páez recibió la distinción máxima que la Universidad puede entregar: el título de Doctor Honoris Causa. Se lo dedicó a su tía Charito y a su mamá Margarita a las que -aseguró- les hubiese encantado verlo recibir un título universitario. E invitó a defender la condición humana: “No van a hacer un Spinetta, una Liliana Herrero por IA”.
Repleto y apasionado, el Espacio Cultural Universitario (ECU) aplaudió de pie a Fito que fue reconocido por su trayectoria extraordinaria que siempre llevó en su obra a Rosario por el mundo. Hijo pródigo de la ciudad, el cantante visiblemente emocionado recibió su diploma de honor y ofreció su corazón con sus palabras y canciones.

El rector de la UNR, Franco Bartolacci, en primera instancia dedicó una cálida y amorosa prosa al nuevo Maestro de la UNR: “Cada uno de los que hoy está acá recordará este día en su vida. El espíritu de este título honorífico es reconocer la trayectoria intelectual y cultural del homenajeado, Venimos a saldar la deuda, tardamos mucho en reconocerte, homenajearte es un acto de justicia, una necesidad, y también unas ganas de decirte ‘Gracias’. Quiero mencionar tres razones ineludibles: gracias por ser embajador de Rosario; gracias por ser capaz de construir de manera tan particular esa manera de contar nuestro tiempo; gracias también por esa sensibilidad exquisita e inagotable, tan necesaria como la esperanza misma de imaginarnos de un modo distinto”.

“Más allá de los diplomas, lo que venimos a agradecerte es tu testimonio de vida, esa manera tan única de hacer sentir el mundo y sus cosas, que a esta comunidad conmueve, interpela y moviliza. Este homenaje es toda una declaración de principios, el arte y la poesía también nos hace libres, y nos alimenta a los que venimos a ofrecer nuestro corazón”, culminó Bartolacci y se fundió en un abrazo con el músico que escondió sus lágrimas detrás de los anteojos ahumados.
Llegó el momento de Fito. “Es muy emocionante todo así que vamos a contarlo todo. Mi tía Charito era una mujer vibrante, catequista, muy pícara, al venir nosotros de una familia clase media para abajo, era muy importante el título universitario porque eso le daba armas a ese niñíto para sobrevivir en el mundo capitalista salvaje. Si bien no me incluí en ese proyecto, naturalmente tuve un impulso de ir para otro lado, y eso es lo que estamos señalando hoy acá, que hay alguien que percibe lo irracional y debe expresarlo. La expresión como algo fundamental de la condición humana, no van a hacer un Spinetta por IA, no van a hacer una Liliana Herrero por IA”, sentenció a modo de rebelión ante el avance de la Inteligencia Artificial.

“Lo que premiamos acá es eso, tiene que haber algún zarpado creando. No se puede monetizar todo. Es muy importante que seamos seres humanos y no máquinas. Hoy es un valor político declararse ser humano, crear, expresarse, sentir”, aseveró.

“Soy el hijo de mi madre y de mi padre, soy padre de mis hijos, lo que no se negocia es cuando estas en tu habitación solo, escribiendo, creando. Quienes se dejan intervenir no pueden pertenecer a las causas nobles. Agradezco a los maestros que me enseñaron, a quienes me acercaron a las expresiones nobles de los seres humanos. Es un reconocimiento grupal a los artistas de la ciudad, a recordar la valentía de esos chicos en la época de la dictadura”, dijo y nombró a su tribu de músicos rosarinos. “Me hubiese encantado darle este regalo a mi tía Charito, y también a mi madre”, cerró.

Y vinieron las canciones. Caminando por Rosario, Linyera, Tratando de crecer y ese canto a coro de “Todavía creo en mirar a los ojos”. Para seguir con Oración del Remanso, Sale el sol. Un loco en la calesita. A la casa. Mirta de regreso. La vida es una moneda. Ciudad de Pobres corazones. Mariposa Tecknicolor y la rosarinidad al palo.

Cerró a capela, emocionado, acalorado con la poesía de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, el público de pie, los aplausos y siempre la apuesta: “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Fito en el ADN rosarino
Rosario es una ciudad que se hizo a sí misma, sin acta fundacional, levantada sobre el esfuerzo, la pasión y la rebeldía de su gente. En ese ADN rosarino está también la obra de Rodolfo Páez nacido en nuestra ciudad el 13 de marzo de 1963, quien le puso melodía, textos e imágenes a la vida de generaciones enteras.

En Rosario, integró bandas como Staff (a sus 13 años) y El Banquete. Siendo muy joven, fue parte del movimiento que se conoce como la “Trova rosarina”, que conmovió la música popular argentina en tiempos atravesados por la dictadura y la guerra de Malvinas, junto a grandes músicos de la escena local. Ya en democracia, se une a la banda de Charly García para la gira del disco “Clics Modernos” y graba en el disco “Piano Bar”.

En 1984 publica su primer álbum, Del 63, al que seguirían, entre otros trabajos fundamentales, Giros, Ciudad de Pobres Corazones, La La La, Circo Beat -grabado en la Sala Lavardén-, El amor después del amor y, más recientemente, Novela. Con ellos fue dando forma a un lenguaje propio, donde confluyen tradiciones musicales diversas para convertirse en algo nuevo, cercano y perdurable.

En estas cuatro décadas su obra no se detuvo: más de treinta discos, conciertos en escenarios de todo el mundo y colaboraciones con artistas como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Mercedes Sosa, Caetano Veloso, Elvis Costello, Joaquín Sabina, Pablo Milanés o Gerardo Gandini.

Esta no es solo la historia de una trayectoria excepcional; es el camino que fue trazando un artista clave de la música popular argentina en una obra hecha a base de estudio, exploración y muchísimo ensayo; pero también de experiencia, humor, calle y esa intensidad que tanto refleja a la de su ciudad natal.

Su búsqueda artística lo llevó también al cine y a la literatura. En cine, el mediometraje “La balada de Donna Helena”; su ópera prima “Vidas Privadas”; y “¿De quién es el portaligas?”, grabada en Rosario, le permitieron explorar otras formas de contar historias. Y en la literatura, su primera novela, “La Puta Diabla”; su autobiografía “Infancia y juventud”, o el libro de poemas “El hombre del torso desnudo”, reflejan esa potencia que atraviesa su vasta obra como un inconfundible y delicado hilo conductor.

Su trayectoria está marcada por reconocimientos internacionales: múltiples Premios Grammy Latinos, Grammy Awards, Premios Gardel, y el Premio a la Excelencia Musical de la Academia Latina de la Grabación, entre otros. En los últimos tiempos, su paso por Universidades como la Escuela de Música Berklee lo mostró en otra faceta, la de quien comparte su experiencia y su visión personal de la música en el Siglo XXI con estudiantes de todo el mundo.
