“El Laberinto hacia la Simplicidad” es un unipersonal del teatro rosarino que cuenta la historia de Milena Jesenská, víctima del nazismo. CLG habló con la protagonista María Victoria Vitta
Por Gonzalo Santamaría
Se abre la puerta del acogedor teatro La Morada, el público ingresa y Milena Jesenská ya está allí esperando para contar su intensa historia a los rosarinos. La escritora, periodista y activista nacida en Praga, República Checa, transitó la primera parte del siglo XX luchando por el comunismo y ayudando a judíos y comunistas a escapar del Nazismo, pero también, en su laberinto de emociones, se dio lugar para amar y escribir, pero fundamentalmente amar. Con esta intro, los rosarinos visitan la obra y se encuentran con un personaje digno del lugar que lograron darle Mailín Sylvester, dramaturga y directora; Belén López Medina, en la parte técnica; y María Victoria Vitta, actriz y quien durante casi 60 minutos viaja un siglo atrás para ser la protagonista de «El laberinto hacia la simplicidad«, este unipersonal que rompe la cuarta pared desde el minuto cero. Justamente Vitta dialogó con CLG luego de la primera función de este 2022 y contó cómo fue encontrarse con este personaje, los pormenores y cómo Milena sigue viva en la actualidad.
«Estamos acostumbrados a un teatro más íntimo, nos gustó mucho de La Morada que mantiene sus aberturas y queríamos dar esa sensación de que el escenario es un hogar. Es la morada de Milena», argumentó la actriz en sus primeras palabras y aseguró que el contacto con el público se planteó desde el día uno porque «al ser un unipersonal es muy difícil mantenerse en escena y mantener el interés del público por ahí poder romper la cuarta pared, aunque las interacciones sean mínimas, es necesario reavivar el interés del público».
El espectáculo local está disponible todos los viernes de junio y agosto en el teatro La Morada (San Martín 771 P.A.), las entradas se pueden conseguir reservando al 341-3068860 o bien a través de las redes sociales.
Ver esta publicación en Instagram
La obra se plantea sobre una sala muy íntima, un sillón, una mesa y un perchero que será una especie de tren en la vida de Milena que hace viajar al público a medida que el personaje atraviesa su juventud y que, siempre, tiene un destino incierto. Los metros cuadrados del escenario se extienden con dos puertas que hacen ir y venir a la protagonista. También hay espacio para el baile, las adicciones, la sexualidad y hasta para hablar en checo, es que Jesenská, cuando vivía en Viena, se dedicó a enseñar su idioma autóctono.
Pero sin lugar a dudas, Milena Jesenská centró su vida en el amor. En sus escritos que definió a cada uno como una carta de amor, en sus amantes, en su hija Honza, en su causa y en sus amigos, frecuentemente nombrados y en especial Margarete Buber-Neumann.
Milena llegó a la vida de María Victoria gracias a Sylvester, pero la directora tenía ganas de escribir una obra sobre Franz Kafka, quien sería amante de Jesenská durante dos años con una particularidad: su amorío se basó en cartas y solamente se vieron físicamente en dos oportunidades. De esos escritos nació el libro «Cartas a Milena», del escritor checo. Esta historia se solventa con las palabras de Kafka ya que cada línea que escribió el personaje de la obra se perdió en lo tumultuoso del siglo XX. «Mailin (Sylvester) se preguntaba qué habrá dicho Milena para que Kafka se emocione de esa manera, porque las cartas de él son altibajos emocionales», reveló la artista y agregó que el escritor checo era una persona «muy tímida, retraída y le costaba mantener una relación, pero con Milena despertó un montón de emociones que hasta le costaron una enfermedad a él».
A partir de allí, comenzaron a investigar sobre Jesenská y se encontraron con un personaje revolucionario que escribió Las Recetas de Milena, El Camino a la Simplicidad y El Monje hace el Hábito, sus únicos tres libros publicados en los años 20. Ahondando un poco más, apareció la escritora alemana Margaret Bauer Neumann, y una amistad de casi cuatro años cuando ambas fueron capturadas por el régimen nazi y encarceladas en Ravensbrück, el campo de concentración más grande que el nazismo instaló para mujeres. «Ellas se prometen escribir un libro sobre la experiencia de haber pasado por allí», deslizó María Victoria. Pero Margaret salió y Milena no, por eso la alemana hace una biografía en homenaje a la checa.
Con esta breve biografía, se puede divisar una Milena que vivió entre el cielo y el infierno y desde allí parte el relato de la obra rosarina. «Nosotros en una hora tenemos que contar la historia de una mujer que realmente pasó por un montón de cosas y por eso los saltos emocionales. Primero ella era intensa y eso queda claro en como la describe Margaret y en las devoluciones de las cartas de Kafka. No era una mujer a la que la vida le pase por al lado, eso queda claro en su compromiso con el comunismo, a ayudar a comunistas y judíos a escapar del régimen nazi, irse de su casa tan joven. Ella estuvo encerrada en una especie de manicomio porque el padre no sabía cómo tratarla. No había otra forma por fuera de las emociones de retratar todo lo que vivió», disparó Vitta y contempló que lo más difícil de la obra fue «retratar cuando, a partir de una septicemia donde casi muere, se vuelve adicta a la morfina», de la que se recupera y vuelve evidencia los vaivenes de sus 48 años de vida.
«Lo que nos interpelaba a nosotras también en nuestra lucha feminista era mirarla desde este lugar. Está ahí la posible Milena, en este deseo de ocupar espacios que generalmente están relegados a hombres, como el caso de Milena con el divorcio, los amantes o la militancia. Muchas veces está representado por miradas masculinas y me parece que lo interesante de traerla a Jesenská a la actualidad es la lucha feminista que tiene que ver con ocupar espacios, militar, repensar los roles de los vínculos afectivos, son un poco los resabios de la lucha que Milena y muchas mujeres dieron durante años y que fueron representada en la obra», así definió la actriz el motivo que hizo nacer la obra y no dudó en analizarla desde adentro: «lo que más me gusta de la obra es que milena mantiene cierta simpleza, hasta arriesgando su vida. Se enamora y luego atraviesa un tiroteo como si nada, ejemplificó».
La lucha de Milena «está vigente», según Vitta y destacó lo «hermoso de la esperanza constante que deja la obra, a pesar de estar en las mayores tristezas, de que se puede construir un mundo mejor a pesar de que siempre estamos haciendo equilibrio entre las coyunturas sociales y afectivas».
María Victoria Vitta tiene en claro que, junto a Sylvester y Medina, se volvieron «un poco fanáticas de esta historia» y particularmente ella tuvo que hacer un trabajo de improvisación para ver qué le pasaba con Milena.
Jesenská atravesó a sus cuatro amores más profundos, marcó el camino de su hija, motivó a su amiga y a Vitta, que despliega en escena toda su sensibilidad con el personaje. Y, es más, antes de que comience la obra ella ya está sobre un sillón, esperando al público que no tarda ni un segundo en sentirse interpelado. «Eso hace que la gente ya sienta la obra, le llame la atención y cambia el clima. Dos segundos antes estamos nerviosas las tres y de repente ya estábamos en obra», esbozó la protagonista y remató: «Vincularme con el público me alivia».
La obra terminó. La actriz saluda al público, agradece y remarca que el teatro local «es de calidad». Es que el inconsciente colectivo pone, muchas veces erróneamente, a las obras de Buenos Aires por encima de las rosarinas. «La base del teatro independiente es de calidad, porque es gente que se compromete a hacerlo, incluso que eso implique dejar de lado un montón de tiempo de su vida cotidiana e ir con todos los contras que tenemos a la hora de hacer teatro. En Rosario hay un compromiso enorme con los espectáculos locales y por ahí nos cuesta un montón que la gente lo vea», se sinceró María Victoria, que tranquilamente podrían ser palabras de la escritora checa que motivó la obra.
Milena Jesenská murió en 1944, 16 meses antes de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, sus últimos días los pasó en el campo de concentración al norte de Alemania. Y fue tal su presencia en la vida de los demás que logró quedar en la retina y la memoria de cada persona con la que tuvo contacto. Esta obra se basa en la simplicidad con la que una mujer alcanzó la inmortalidad, no por sus obras materiales, sino por su pasión y amor, porque al fin y al cabo «El Laberinto Hacia La Simplicidad» es una carta de amor.