Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de morbimortalidad en los países desarrollados, y también en los no desarrollados en la población que supera los 45 años, tanto en hombres como en mujeres.
Es un tema central a nivel mundial y ha cobrado más importancia aún desde que las Naciones Unidas generaron tras una reunión en el año 2011 sobre enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) el ámbito propicio para el desarrollo de estrategias de prevención y control de las enfermedades cardiovasculares.
La arterioesclerosis es una enfermedad que compromete todos los lechos arteriales del organismo, conduciendo a la posibilidad de padecer de enfermedad coronaria en todas sus formas (angina de pecho estable, inestable, infarto de miocardio, muerte súbita e insuficiencia cardíaca), de enfermedades cerebrovasculares (el accidente cerebrovascular es la tercera causa de muerte en el mundo y la primera en generar discapacidad permanente), de la aorta en toda su extensión (aneurismas, particularmente abdominales) y de las arterias del cuello (ateromatosis carotídea) y de los miembros inferiores (arteriopatía periférica).
La arterioesclerosis es una enfermedad que afecta las paredes arteriales, generando básicamente alteraciones en la función endotelial, haciendo que las células endoteliales vean reducida su capacidad de dilatar los vasos, de impedir la quimiotaxis celular, de impedir la agregación plaquetaria, la formación de trombos, y generar que las paredes arteriales se carguen de colesterol LDL oxidado, lo que genera la placa arterioesclerótica, etc.
Existen factores de riesgo claramente identificados con el desarrollo de arteriosclerosis, el tabaquismo, las diferentes formas de dislipemias, la hipertensión arterial, la diabetes en todas sus formas, la dieta rica en grasas saturadas y sal, el síndrome metabólico, el sedentarismo, la obesidad, etc.
Todos debemos conocer nuestras cifras de tensión arterial, nuestra glucemia en ayunas, nuestro colesterol en todas sus formas (Total, LDL y HDL) y los triglicéridos, saber que el ejercicio físico aeróbico regular (caminar, correr, andar en bicicleta, hacer «Cardio» en gimnasios, bailar, nadar, etc) y efectuado un mínimo de 180 minutos semanales ayuda a combatir el sedentarismo, la obesidad, reducir el colesterol, la tensión arterial, a glucemia, mejorar definitivamente nuestra calidad de vida y mantener nuestra mente activa, reduciendo significativamente el stress. Es fundamental naturalmente una dieta equilibrada, particularmente se recomienda la dieta mediterránea. También es importante permitir al cuerpo descansar las horas necesarias.
Y naturalmente, es fundamental en prevención primaria (antes de un evento cardiovascular conocido) o secundaria (después de un evento cardiovascular) la consulta periódica al médico. Existen diferentes «scores» (Framingham, EUROSCORE, Reynolds) que permiten al médico perfilar al paciente en particular, lo que le ayuda a hacer sugerencias apropiadas para cada uno. Es clave tener en cuenta que la enfermedad subclínica puede ser detectada de manera sencilla y combatirla con hábitos de vida saludable tiene un impacto impresionante desde el punto de vista físico, psíquico y social.
(*) Presidente Federación Argentina de Cardiología.