Por Carlos Duclos
Hace unas horas atrás, escuché a un empresario “millenial argentino” decir por un canal de televisión que el avance tecnológico aplicado al capital industrial no atenta en los hechos contra la mano de obra humana, y que hoy hay más empleo que antes de la Revolución Industrial. Semejante disparate solo puede haber sido expresado por un digno representante de la ignorancia, o del capitalismo industrial más recalcitrante de la Chicago del año 1.884.
Es menester expresar que el tema es muy complejo y muy profundo como para ser tratado en unas pocas palabras, o en una columna de opinión, pero pueden trazarse algunas ideas para que el lector tenga una idea somera (según mi perspectiva) de lo que está ocurriendo en el mundo.
En primer lugar, debe decirse que allá por los tiempos de la llamada Revolución Industrial (siglo XVIII) la población mundial era de mil millones de habitantes, las industrias comenzaban su desarrollo y en un primer momento la demanda de mano de obra era importante; pero a medida que las personas abandonaron el campo para probar en lo nuevo que aparecía en las ciudades, la demanda de mano de obra mermó y siguió así a medida que la tecnología ofreció al capital industrial más alternativas para aumentar la producción y bajar los costos.
Hoy, el mundo tiene seis mil millones o poco más de habitantes, la robótica ha invadido el mercado laboral y, como dice Jeremy Rifkin, “el desempleo global ha llegado ya a su más alto nivel desde la gran depresión de los años treinta. Más de 800 millones de seres humanos se encuentran desempleados o subempleados en el mundo. Esas cifras crecerán probablemente entre el momento actual y el fin del siglo en la medida en que millones de aspirantes a integrar la fuerza de trabajo se encuentren sin empleo, muchos de ellos víctimas de la revolución tecnológica que está sustituyendo rápidamente a los seres humanos por máquinas, en prácticamente cada sector e industria de la economía global”.
Durante mi reciente viaje a Europa, pude comprobar, una vez más, el auge de la máquina sustituyendo al hombre y voy a narrar brevemente dos situaciones puntuales: entré a una conocida tienda de ropa de España, adquirí dos prendas y cuando me dirigía a la caja, una señorita muy amablemente me preguntó si pagaría con tarjeta, cuando respondí afirmativamente, me dijo cortésmente: “Pase por la caja automática y hágalo usted mismo”. ¿En qué consiste el método? Usted pone la ropa en un escáner, la máquina le cuenta las prendas, le marca el precio, usted inserta la tarjeta, paga y finalmente usted mismo saca las alarmas que tiene la prenda con un aparatito toma una bolsa y se va. El cajero humano ha sido eliminado.
Lo mismo me sucedió en Francia, en un conocido supermercado que, dígase de paso, tiene filial también en nuestro país: muchos compradores eran derivados con todos los productos al escáner, que cuenta y determina el precio, pagaban y se iban. ¿Cajeros humanos? Apenas dos para un súpermercado enclavado en pleno centro de París con un flujo de compradores asombroso. El autoservicio en muchos negocios es hoy una realidad, y una calamidad.
Pero estos son apenas dos meros ejemplos, porque en todo el ámbito comercial e industrial la robótica impone sus bondades para el capital. Una máquina no protesta, no se enferma, no necesita salario y cuando se jubila por obsolescencia se tira a la basura.
Debe hacerse una salvedad: el problema no ha sido la Revolución Industrial, el problema no es el avance tecnológico (al contrario), el problema es el mezquino y hasta demoníaco accionar del capital inhumano que se ha transformado en un poder económico mundial que lo domina todo y que no ha querido, ni quiere, ni querrá jamás, armonizar el avance tecnológico con los derechos del ser humano. Para este poder, lo que importa, lo único que importa, es el dinero, la renta, la ganancia que debe obtener a toda costa, incluso a costa de la vida de la persona. Es el mal encarnado, un mal que ha considerado y considera al ser humano como mera herramienta, como máquina que le genera dolores de cabeza con sus pedidos de justicia, con sus súplicas por derechos a una vida digna y a la que, como sea, hay que eliminar del mercado si no se allana a sus exigencias.
Claro, en economías fuertes como las europeas la invasión de la máquina es soportable, por ahora. La robótica en mercados sumergidos (para nada emergentes) como el argentino, puede ocasionar desastres mayores a los ya existentes. Hay una última pregunta que debería formularse: la población mundial crece a pasos enormes, el hombre es suplantado por la máquina ¿qué hará o qué está haciendo el poder mundial oscuro con el remanente de seres humanos excluidos?