Por Verónica Maggio, directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil desde una perspectiva Neurolingüística de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
Desde septiembre de 2020 a la fecha, las consultas en el área de Fonoaudiología por retrasos en la adquisición del lenguaje han ido en crecimiento. Para 2021, se prevé un sostenimiento de estas consultas, ya que continúan vigentes las medidas de distanciamiento por la pandemia.
El lenguaje es una habilidad que se construye al amparo de dos variables: las condiciones biológicas que trae cada niño consigo y la estimulación provista por el ambiente.
El cerebro de un bebé al nacer crece en los primeros 14 meses el 80% del tamaño del cerebro de un adulto. Ese crecimiento tan acelerado va acompañado de distintos fenómenos neurobiológicos, que permiten la generación de conexiones neuronales para aprender diferentes habilidades cognitivas, esenciales para la vida posterior. Una de esas funciones es el desarrollo de la comunicación y del lenguaje, que tiene su inicio en los primeros meses de vida, y se completa alrededor de los 6 años. Esta habilidad, se construye en la interacción con el otro, en las escenas de la vida cotidiana.
En los últimos 10 años, los especialistas advirtieron un crecimiento exponencial de consultas en niños pequeños con dificultades en la adquisición de la comunicación; y diversos estudios recientes, avalan los efectos dañinos que produce el reemplazo de las relaciones interpersonales en el desarrollo de los niños por causa de la tecnología.
El neurocientífico francés Michel Desmurget menciona que, en su país, las consultas por esta razón se duplicaron entre 2010 y 2018. También, alude a que un bebé de 18 meses que esté expuesto a pantallas media hora al día tiene un riesgo 2,5 mayor de desarrollar retraso en el lenguaje.
Dimitri Christakis, investigador de la Universidad de Washington, observó a niños de entre 2 y 48 meses y descubrió que cuando la televisión estaba prendida escuchaban un 85% menos de palabras, en comparación a cuando estaba apagada. Al escuchar menos, también vocalizaban menos.
En 2018, la Organización Mundial de la Salud prohibió el uso de dispositivos electrónicos en menores de 5 años, y recomendó el uso muy restringido en niños mayores, por los efectos adversos que ocasionan en el cerebro en desarrollo.
Paradójicamente, y debido al aislamiento social a raíz de la pandemia por el Covid-19, el uso de estos dispositivos tuvo en el último año un incremento notable entre los niños. Y es que la pandemia obligó a los padres a apoyarse en los dispositivos electrónicos, a causa de la suspensión de clases presenciales y de algunas actividades sociales y familiares.
A su vez, los padres debieron permanecer dentro de sus casas trabajando, por lo que fue necesario apoyarse en la tecnología para poder contar con momentos de tranquilidad, y cumplir con las obligaciones laborales.
Precisamente por esta razón es fundamental recordar, más que nunca, que en la construcción de la comunicación ninguna máquina puede ni podrá reemplazar al estímulo provisto por otro ser humano. En el desarrollo del lenguaje, la intervención del adulto es irremplazable. A pesar de las dificultades en el contexto actual para lograrlo, debemos tener en cuenta que una valiosa porción de tiempo hoy, puede ser determinante para el desarrollo durante toda una vida.