El Vaticano prometió este domingo una «revolución copernicana» dentro de la Iglesia para hacer frente a los casos de pederastía, al tiempo que dejó en claro que las víctimas «no son los enemigos» al cerrar la cumbre de cuatro días sobre los abusos a menores de parte de sacerdotes.
«Haremos todo lo posible para hacer justicia y sanar a los sobrevivientes de abusos», dijo el arzobispo de Brisbane, Australia, Mark Benedict Coleridge, al leer la homilía conclusiva del encuentro que reunió a 190 participantes de todo el mundo para hacer frente a una crisis global por la pederastía en el clero.
En ese marco, Coleridge fue el encargado de dar el mensaje final, en el que enumeró algunas de las propuestas que emanaron del trabajo de los delegados vaticanos, incluido el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea.
«Los escucharemos, les creeremos y caminaremos con ellos; nos aseguraremos de que los que han abusado nunca más puedan ofender; pediremos cuentas a los que han ocultado abusos; fortaleceremos los procesos de reclutamiento y formación de líderes de la Iglesia», graficó el obispo australiano.
«Todo esto toma tiempo pero no tenemos un para siempre y no nos atrevemos a fracasar», planteó dentro de las promesas para hacer frente a la pederastía.
Con el papa Francisco en primera fila, Coleridge se refirió a las promesas emanadas tras al cumbre como una «revolución copernicana», tras años de sistemático ocultamientos de los casos de abusos en la jerarquía eclesiástica mundial.
«Para nosotros, la revolución copernicana es el descubrimiento de que aquellos que han sido abusados no giran en torno a la Iglesia, sino la Iglesia alrededor de ellos», enfatizó, antes de demandar «una misión que exige no sólo palabras, sino acciones concretas y reales».
En ese marco, en nombre de los participantes de todo el mundo, Coleridge tendió la mano a una nueva relación con las víctimas que durante toda la semana se movilizaron en Roma sin lograr ser recibidas en privado por Bergoglio.
«A veces hemos visto a las víctimas y a los supervivientes como el enemigo, pero no los hemos amado, no los hemos bendecido. En ese sentido, hemos sido nuestro peor enemigo», se lamentó, en la misa en la Sala Regia del Vaticano.
En fuerte tono autocrítico, agregó luego: «Hemos mostrado muy poca misericordia, y por lo tanto recibiremos la misma, porque la medida que demos será la medida que recibamos a cambio». «No quedaremos impunes, como dice David, y ya hemos conocido el castigo», sentenció para finalizar.