Opinión

Por Diego Añaños

Elogio de la fortuna


 

Por Diego Añaños

Un par de tweets de Donald Trump, un aumento del 10% de los aranceles norteamericanos a los productos chinos y una devaluación del yuan de 1,6% volvió a poner todo en cuestión. En la Argentina del Cambio, el dólar parece ser la única referencia de la gravedad de nuestros problemas. Por momentos daría la impresión de que sólo una corrida cambiaria y un nuevo aumento del riesgo país son capaces de llamar nuestra atención sobre los inconvenientes de la economía nacional, que se desangra cotidianamente por el cierre de empresas, el desempleo, la pobreza y la inflación.

¿Qué dijeron los diarios de Latinoamérica del cimbronazo financiero global? Prácticamente nada. Era casi imposible encontrar la noticia en los diarios de Brasil, Chile, México, Perú, Colombia o Uruguay.

Lo venimos sosteniendo desde fines del año pasado, éste plan minimalista, por llamarlo de algún modo, que no tiene política fiscal, y que sólo se centra en el control de una variable (la cantidad de dinero circulante), a través de tasas estratosféricas de interés, tiene un problema muy serio: se plantea un objetivo que sólo es posible de cumplir parcialmente, y a los tumbos, y es controlar la cotización del dólar. Decimos que el gobierno lo hace a los tumbos, porque sólo es capaz de contener en parte la presión interna sobre la divisa.

Lo relevante es que es absolutamente incapaz de controlar lo que sucede por fuera de nuestras fronteras, por lo cual, cualquier pequeño movimiento externo, impacta de un modo desmedido en la economía argentina. Claro, a medida que se incrementa el grado de apertura económico, también aumenta el grado de vulnerabilidad. Es decir, el Mundo estornuda, y Argentina se pesca una bronquitis. La combinación de apertura y programa minimalista es muy peligrosa, porque depende fuertemente de que un conjunto de circunstancias que no podemos dominar, nos sean favorables.

Maquiavelo, en El Príncipe, un libro escrito en el año 1513, hace una reflexión acerca del arte de gobernar. Uno de los ejes del texto es la díada virtud y fortuna. La virtud como aquella capacidad del gobernante de dominar el devenir de las cosas, y la fortuna como el conjunto de variables que escapan al arbitrio de la voluntad humana. Obviamente, la apuesta era a que la virtud principesca, fuera lo suficientemente firme, como para sobreponerse a los dictados de la fortuna. Más de 500 años después, parece que no hemos aprendido nada. Ya lo dijo el Ministro Bergman, sólo nos queda rezar.

Como titulan algunos medios, los números complican al gobierno. Se dieron a conocer los números de la evolución de la actividad, y aquellos pequeños atisbos de recuperación que el gobierno quiso encontrar hace tres meses se pulverizaron. La actividad industrial cayó un 6,9% interanual (en realidad, siguió cayendo), mientras que que se registró una caída del 1,8% intermensual. La construcción, por su parte, mostró una caída interanual del 11,8%, con una baja intermensual del 4,2%. Las alertas del equipo económico se encendieron ya que ni siquiera la comparación intermensual (un desatino metodológico al que el gobierno venía apelando para maquillar la recesión y ficcionar una recuperación) les fue favorable. De las dieciséis ramas de la industria manufacturera, sólo dos exhibieron una variación positiva marginal, mientras que siete sectores registran caídas de dos dígitos.

A casi cuatro años de gestión del mejor equipo de los últimos 50 años, los datos son concluyentes. Pareciera que hay que festejar que el Riesgo País bajó de los 900 puntos, se moderó la corrida cambiaria, la inflación es de menos del 3%, el nivel de actividad industrial cae más lentamente, el PBI va a caer menos del 2,5%. Las medidas de estímulo al consumo, como la ampliación del Ahora 12 y los subsidios para la compra de autos, funcionaron más como facilitadores de la reducción de stocks que como incentivos para la producción. En síntesis, los brotes verdes no están ni estarán en el mediano plazo. El frente financiero, por su parte, no luce consolidado ni estable. Los compromisos por Leliq para 2019 van a sumar aproximadamente $750.000 millones, un equivalente a U$S16.000 millones, lo cual complica seriamente las posibilidades de cumplir con el programa financiero del año en curso.

El 10 de mayo titulábamos la columna “Dead cat bounce”, y decíamos: “Dead cat bounce, o rebote del gato muerto, es una expresión del argot bursátil que comenzó a utilizarse en Wall Street en 1987. Hace referencia a que cualquier cosa lanzada desde la altura suficiente, tiende a rebotar, incluso un gato (ya muerto). La metáfora hace referencia a una regularidad estadística. La misma muestra que, luego de un período de caída libre de algunas variables económicas relevantes, suele observarse un rebote positivo, pero a continuación la caída continúa”.

Durante los últimos tres meses, el gobierno intentó encontrar, sin éxito, algún dato que reflejara que la Argentina había tocado el piso de la crisis, y había finalmente comenzado a crecer. Apeló en más de una oportunidad al artilugio de hacer comparaciones intermensuales en algunas variables aisladas, para tratar de ficcionar un rebote. No hubo caso, el gato está muerto, sigue rebotando, pero jamás va a levantar vuelo