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Elda Pedraza, la mujer que se desvela pensando en los demás


La fundadora de "Mujeres de la Plaza" habló con CLG sobre su lucha diaria en barrio Alvear, cómo es “ser pobre ayudando a pobres” y su visión sobre las políticas actuales.

Las “Mujeres de la Plaza” cumplen una década de funcionamiento este 2019. Su trabajo en barrio Alvear fue mutando con el pasar del tiempo, pero cada año renuevan su compromiso con quienes las necesitan. Ahora se propusieron continuar con los cursos de capacitaciones laborales y con las tareas que hacen con los chicos en la biblioteca. Sin embargo, hay momentos en que sienten que luchan “contra molinos de viento”.

Elda Pedraza es la principal responsable de la marcha de la organización y quien confesó que no puede dormir bien por las noches pensando en aquellos que apuestan a la institución que preside para obtener ayuda y una contención. En diálogo con CLG, fue crítica con las formas en que se hace política, con el poco control que existe a la hora de “aplicar programas provinciales o municipales buenos” y la falta de humanización de las personas.

El eje principal de biblioteca, contó, no lo abandonan, pero “quedó algo relegado por un tiempo” y se complementa con nuevas actividades y enfoques. Uno de los desafíos que afrontan día a día, “que los chicos piensen, que no se dejen conducir como ovejas” y las acciones de “Mujeres de la Plaza” apuntan a eso: “Insistimos en el porqué y el para qué”.

Sin embargo, Pedraza se lamentó porque ahí es donde se nota una de las falencias principales con las que conviven: “No podemos insistir tanto en el pensar, porque tienen hambre. Y cuando hay hambre no se puede reflexionar. Es muy difícil”.

El hambre. Una de las problemáticas que las obligó al cambio y a transitar distintas alternativas para poder llenar con algo los estómagos de los chicos y a su vez, que no se perdiera esa importancia por la educación. Tras desistir de realizar un Copa de Leche, en la biblioteca lo que hacen es “una actividad del día y la tarea”. No es un apoyo escolar en sí. “Y optamos por desayunar a la mañana, antes del trabajo. Con los chicos que vienen a la tarde, lo mismo pero al revés: primero la tarea y después la merienda todos juntos, porque a veces sabemos que es el último alimento hasta el día siguiente cuando vayan al comedor de la escuela”, relató.

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Elda puntualizó que siempre pusieron el ojo en los chicos, pero que con el tiempo se dieron cuenta que trabajar “con ellos solos no sirve, porque están insertos en una familia, que en su mayoría está compuesta por mujeres”. Y que “si una mujer tiene sus derechos vulnerados, el chico también los va a tener”.

“Hay personas que quieren trabajar y nos buscan”

La organización impulsó entonces cursos de capacitaciones laborales, además de distintos talleres. Este año, en los de cerrajería y peluquería tienen gran cantidad de inscriptos. El problema es que les faltan los insumos para poder comenzar. “Está la voluntad, hay herramientas y quienes van a dictar los cursos. Pero es difícil conseguir los insumos y sin eso no se puede”, manifestó frustrada.

Tienen a más de 50 mujeres anotadas para peluquería. 40 jóvenes de entre 18 y 30 años, y más de una decena mayores de 30. La mayor tiene 58. “Si en estos tiempos de crisis están queriendo capacitarse, hay que hacer esa lectura. Están apostando a nuestra organización, cuando al frente tenemos una Casa de la Cultura, donde hay recursos del Estado, y vienen con nosotras, hay que hacer la lectura”, reflexionó.

Yo no duermo, porque quiero encontrar una salida, hay gente que pone esperanzas con nosotras.

Para dictar los cursos, esperaban poder ingresar al programa ‘Nueva Oportunidad’. Pero al no tener personería jurídica, no pueden hacerlo. “Queremos que sean herramientas que sirvan y sean transformadoras, pero por esto no podemos acceder a los programas. Es una lucha constante y cotidiana, que es desgastante”, sostuvo.

Un trabajo agotador que reconforta

“Te mentiría si digo que no cansa. A veces siento que con mis compañeras luchamos contra molinos de viento. Es difícil, uno deja muchas veces de lado la familia. A veces a las 7 de la mañana te suena el celular y te preguntan si no tenés una leche para darle a sus chicos. Y ahí da impotencia. Porque confían en que alguien tan pobre como ellas, solidariamente, pueda calmar el hambre de sus pibes”, confesó.

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Sin embargo, las razones que impulsan a seguir son más de una: “En diciembre hicimos el cierre de los cursos. Entregamos 35 diplomas. Lo gratificante que fue entregarle a una vecina algo, que no tiene validez académica, pero dice que pudo hacer el taller. Esa felicidad, no tiene precio. Vos sabés que contribuiste a cambiarle la vida a alguien, porque esas chicas ahora trabajan en su casa. Ir por la calle y que se acerque un chico contento porque pasó de grado. Que te escriban una cartita, también”.

Desde el Sindicato de Luz y Fuerza Rosario, ejemplificó, llevaron kits escolares. “No sólo el ver las caras de los chicos con esas cartucheras a las que jamás hubieran accedido, llenas de esos lápices de colores, de todo. Sino también el llamarnos desde el gremio y tenernos en cuenta, que reconozcan nuestro trabajo. Eso reconforta”, añadió.

El pedido por más humanización

Barrio Alvear, describió Elda, está compuesto por distintos sectores. “No es lo mismo quien vive sobre avenida Francia que alguien que vive yendo hacia dentro. Cada lugar tiene otra mirada de la vida, y otras necesidades”, explicó.

¿Las diferencias? “No pasan los colectivos, la iluminación es menor. Yo tengo todos los servicios, pero a tres cuadras, no existe el gas y recién ahora les van a poner un tanque de agua”, describió.

La diferencia, entonces, es la presencia del Estado: “Hay acciones, a veces mal aplicadas por los encargados de distrito. Otras, muchas, que se hacen para calmar las aguas. El principal problema es olvidarse de lo humano. Estamos en una sociedad muy deshumanizada. El político es político y le importa en este momento solamente cómo llega al poder. El que tiene una organización, intenta subsistir como puede y en el medio nos vamos olvidando de los humanos”.

La gente en los asentamientos no son un número. Son personas, son niños, mujeres, hombres. Nuestros pibes se están enfermando, la gente tiene hambre. No comen, no toman leche. Ya no pueden comprar el pan, el mate cocido que era algo privativo de los pobres, ya ni eso porque medio kilo de yerba sale casi $100. Y un pibe con hambre no aprende, y si no aprende no piensa. Si no piensa, dentro de tres años ese chico deja la escuela y termina en la calle. En manos de los narcos, siendo soldadito. Entonces ya no le acortamos la vida porque no come, para porque todos sabemos cuánto dura un soldadito”, detalló.

Finalmente, Elda pidió “empezar a ver a cada individuo por lo que es: un ser humano, que sufre, padece hambre y frío y que no le sirve solamente que el político vaya y le ponga luces led”. Es algo, “bueno”, descató, pero el problema es otro: “Con la luz led no como”.

Para comunicarse con Elda o Mujeres de la Plaza, se puede ingresar a la página de Facebook «Mujeres DeLa Plaza» o hablar al celular 3413251643, perteneciente a ella.