Por Manuel Jaramillo (*)
La catástrofe desatada por los incendios forestales en el Amazonas nos enfrenta a un daño imposible de medir, pero, lamentablemente, es una catástrofe que no sorprende si pensamos, por ejemplo, que el número de incendios forestales creció al menos un 70% este año (hasta el 18 de agosto) en comparación con el mismo período en 2018 en la zona.
Combatir este incendio requiere más que recursos. El fuego y los incendios forestales son causados por acción del hombre, comenzando por la deforestación de los bosques. Las políticas públicas deben actuar para poner fin a la deforestación a gran escala en la Amazonía.
Muchas veces escuchamos que el Amazonas es el pulmón de nuestro planeta. Y es cierto. El Amazonas alberga cerca del 20% del agua del planeta, al 10% de la biodiversidad global, al 20% del oxígeno de la Tierra y es, entre muchas otras cosas, hábitat de más de 34 millones de habitantes.
Pero además, el Amazonas juega un rol clave en la regulación climática de Sudamérica, influyendo incluso en el régimen de precipitaciones de la región. Además de afectar gravemente a la biodiversidad de la zona, los incendios agudizarán la crisis climática a causa de las emisiones de carbono provenientes de la quema de materia orgánica y las áreas dañadas serán más vulnerables a sequías, inundaciones y a otros efectos del cambio climático, por la falta de cobertura vegetal.
La pérdida del bosque reducirá también la capacidad de absorción de dióxido de carbono por parte de los ecosistemas. La generación y la dispersión de humo compromete la calidad del aire de varias regiones relativamente cercanas a los incendios y aun de ciudades lejanas como San Pablo, en Brasil.
El impacto inmediato de los incendios en la biodiversidad, es la muerte de miles de animales y plantas que habitan estos bosques, entre ellos especies emblemáticas y de gran importancia ecológica como el yaguareté, pero, además, las quemas ocasionan una pérdida de hábitat que amenaza la supervivencia de las especies.
Históricamente, los incendios en la Amazonía han estado ligados a la deforestación por expansión de la actividad agropecuaria y esta ocasión no es la excepción, como se verificó con el aumento de la deforestación en el último año. Un dato a destacar es que las condiciones de la estación seca este año han estado en rangos normales por lo que no se puede atribuir al clima la gran cantidad de incendios experimentados con respecto a otros años.
Para prevenir futuros incendios urge combatir las causas de la deforestación en todo el bioma e impulsar una reforestación posterior que permita restaurar el bosque y evitar una mayor degradación y pérdida de la cobertura vegetal. Adicionalmente, se requiere impulsar medios de vida sostenibles.
¿Y qué podemos hacer?
Cuando decimos que el verdadero desafío es restaurar el Amazonas estamos diciendo que no podemos permitir que ni una sola hectárea afectada por estos incendios cambie su uso hacia ninguna otra cosa que no sea la provisión de servicios ambientales clave para la vida en todo el planeta. No podemos permitir que lo quemado se transforme en áreas agrícolas o de ganadería intensiva, esto generaría un incentivo perverso para la continuidad de las quemas.
Para ello necesitamos el compromiso de todos: consumidores, retailers, empresas, gobiernos etc debemos comprometernos a no comprar nada derivado de la zonas quemadas y a exigir su restauración y a colaborar con el proceso. Pero si pensamos que estos procesos se dan sólo en el Amazonas estaríamos cayendo en un error.
En la última década, en la Argentina, se ha deforestado un promedio de 240.000 hectáreas anuales de bosques nativos y el Gran Chaco es una de las ecorregiones más afectadas por esta problemática. Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, sus siglas en inglés), se encuentra entre los 11 lugares más deforestados del mundo y con niveles más altos de degradación. Y el panorama no parece muy alentador.
Necesitamos restaurar el Amazonas, pero también necesitamos políticas públicas que protejan a todos los bosques nativos de nuestro planeta, incluyendo desde ya a los de la Argentina.
Mientras la deforestación continúa, perdemos bosques, culturas, biodiversidad, servicios ambientales y oportunidades de un real desarrollo sustentable. Es hora de asumir los compromisos y salvar nuestros bosques. Sin bosques, no hay vida.
(*) Director General de Fundación Vida Silvestre Argentina.