La estrategia consiste en agrupar en el laboratorio muestras individuales de 5 o 10 pacientes en un mismo "tubo" y analizarlas juntas con un sólo reactivo. Lo llevaron a cabo investigadores de universidades argentinas
La estrategia de testeo en grupo o «pool testing» puesta a punto por investigadores de las universidades de La Plata (UNLP), Buenos Aires (UBA), San Martín (Unsam) y del Conicet permitió evitar brotes de coronavirus en geriátricos y otras instituciones con un ahorro de hasta 86% en la cantidad de pruebas realizadas, según un estudio publicado en la revista «Frontiers in Medicine».
La estrategia consiste en agrupar (hacer pool) en el laboratorio muestras individuales de 5 o 10 pacientes en un mismo «tubo» y analizarlas juntas con un sólo reactivo; si algún pool da positivo (si se detecta el ARN o material genético del virus), se procede a identificar a el o los positivos a partir de ensayos sobre las muestras individuales.
«Cuando comenzamos a pensar en esto, en marzo o abril del año pasado, había pocos casos en el país pero también pocos test disponibles. Hoy podemos estimar que por cada caso detectado había entre 8 y 10 contagiados que no se detectaron», señaló hoy a Télam Roberto Etchenique, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA.
El especialista, que desde hace un año señala que la estrategia que debería haberse usado en todo el mundo era aplastar la curva y no aplanarla -lograr llevarla a cero casos en lugar de aspirar a que los sistemas de salud no colapsen- indicó que «de haber empezado ese testeo por pooles hubiéramos podido detectar y aislar a los infectados en edificios, barrios y fábricas, y si los aislamientos se cumplían, quizás se hubiera logrado un mejor control de la pandemia».
Pero más allá de esta posibilidad perdida a nivel global en marzo de 2020, la estrategia del pool testing sigue siendo hoy una herramienta útil.
«Gracias a su empleo se detectaron brotes de Covid-19 en etapas tempranas en instituciones, contribuyendo a su contención y aumentando la probabilidad de salvar vidas en aquellos lugares donde se concentran los grupos de riesgo», indicó Daniela Hozbor, investigadora del Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM), que depende de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP y del Conicet.
En la actualidad, el testeo en grupo se está utilizando para hisopar, de acuerdo a la organización de la institución, a residentes y trabajadores de geriátricos, hogares de permanencia temporal de personas, hospitales monovalentes, cárceles y otras instituciones cerradas o semicerradas de la provincia de Buenos Aires.
«La detección en personas asintomáticas u oligosintomáticas (pocos síntomas) del material genético del virus permite hacer oportunamente el control de un foco de contagio», afirmó por su parte Adalí Pecci, también autora del estudio e investigadora de la FCEN de la UBA.
Siguiendo la planificación del Ministerio de Salud bonaerense, con quien el grupo de investigadores trabajó articuladamente, cada establecimiento es testeado en más de una oportunidad para asegurar las acciones oportunas en caso de detección de positivos.
«Esta estrategia de agrupamiento permite evaluar muestras a bajo costo y en menor tiempo, permitiendo la identificación de casos leves o asintomáticos y evitando así eventuales brotes», subrayó Nicolás Ambrosis, primer autor del trabajo e integrante del IBBM, de la UNLP y del Conicet.
Los investigadores pudieron definir que era factible agrupar 5 o 10 muestras sin pérdida de sensibilidad con respecto a los test individuales; en efecto, mediante esa estrategia se detectaron 1.918 casos positivos.
En el trabajo, también mostraron que el ahorro máximo de kits que alcanzaron fue del 86 por ciento. «Esto significa que donde se hubieran necesitado seis pruebas, logramos alcanzar los resultados con una sola», destacó Hozbor, directora del Laboratorio VacSal (Vacunas Salud) del IBBM.
En cambio, cuando la prevalencia de casos positivos fue más alta, el ahorro obtenido rondó el 50 por ciento.
A pesar de la proliferación de distintos tipos de test, Etchenique consideró que actualmente esta estrategia «sigue siendo la más efectiva económicamente cuando el universo que se prueba tiene baja positividad».
«Por ejemplo para contactos estrechos asintomáticos, para vigilancia en geriátricos, en edificios públicos, escuelas, universidades; es decir, donde se espera que muy pocos sean positivos, el pool de PCR es mucho mas económico incluso que un test de antígeno y es mucho más sensible que éstos», describió.
También podría usarse en el testeo de transportistas con llegada masiva a determinadas localidades, personal de industrias y comercios abiertos y repatriados, indicó Etchenique.
Del estudio también participaron Pablo Martín Aispuro, Keila Belhart, Daniela Bottero, Erika Rudi, Eugenia Zurita, Alejandra Giordano, Aníbal Lodeiro y Magalí Gabrielli, del IBBM, de la UNLP y del Conicet; Renée Leonor Crisp, María Virginia Dansey, Valeria Genoud, Min Chih Lin, Luciana Rocha-Viegas, Nicolás Pregi, Guillermo Solovey y Felipe Marceca, de la FCEN de la UBA; Oscar Filevich, de la UNSAM; y Federico Remes Lenicov, del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA, que depende del Conicet y de la UBA.