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Día Internacional del Trabajador

El «Ronco», un trabajador que se gana la vida arriba de los colectivos


En 1985, Alfredo Rosendo se subió al transporte público para transformarlo en su medio de trabajo. Con más de tres décadas de viajes, disfruta de la profesión que eligió

Por Gonzalo Santamaría

Hace 133 años en Chicago, Estados Unidos, comenzó uno de los reclamos obreros más significantes de la historia mundial. El 1° de mayo de 1886 en dicha ciudad se daba inicio a la Revuelta de Haymarket que finalizó el 4 del mismo mes, y tuvo la posterior condena de 8 manifestantes, tres a prisión y cinco a pena de muerte. El objetivo fue lograr la jornada de trabajo de 8 horas.

Abogados, doctores, administrativos, ingenieros, mozos, arquitectos y comerciantes, entre tantos otros, conmemoran a los Mártires de Chicago en el mundo a través del Día Internacional del Trabajador. Rosario tiene memoria y recuerda a los manifestantes que bregaron por mejores condiciones de trabajo.

La Chicago Argentina tiene en cada esquina una historia para contar, con un trabajador como protagonista. Y zona sur tiene un referente en este ámbito: Alfredo Rosendo, vendedor ambulante de avenida San Martín con casi 35 años trabajando en su terreno: los colectivos públicos. En el Día Internacional del Trabajador, CLG dialogó con él para conocer más sobre su labor diaria.

Reconocido comúnmente por su voz, Alfredo se rió y sostuvo: “Siempre fue media ronca y mirá que nunca fumé”.

Llegó a la profesión a los 17 años gracias a su hermano mellizo Daniel: “Trabajaba en un supermercado y me pagaban poquito, era para no estar en la calle”. Ahora con 51 explicó: “Esto me rendía y tenía el ‘manguito’ todos los días”. Antes se ser vendedor, trabajó en una casa de hilados, de garrafero y en los supermercados de Mario Zanotti, hoy amigo de él y toda su familia.

El vendedor recordó su primer día con increíble precisión: “Subí a la línea F en 27 de Febrero y Sarmiento, empecé a hablar, la gente me miraba y me olvidé todo lo que tenía que decir, por lo que me bajé”. Mientras transcurría el relato la mueca en su rostro iba acompañando la situación, que para él, en 2019 es una anécdota graciosa.

Otra vez su hermano lo incentivó y desde allí nunca dejó de vender: “Me gustó esto de la calle y seguí hasta el día de hoy”. Rosendo, mientras hablaba con CLG, fue saludado por todo aquel que pasaba por la mesa al igual que un artista en temporada de verano en Mar del Plata.

1985 fue el año de sus comienzos. La vuelta a la democracia fue un hecho que lo marcó: “Arranqué con porta documentos y en esa época se volvía a votar y se vendía mucho”. Lo sedujo que la ganancia era el doble o el triple y trabajando “lo mismo que en otros laburos: Todos los días tenías el ‘pesito’ y eso fue interesante”.

De lunes a sábados recorre San Martín desde Avenida del Rosario hasta Rueda, ida y vuelta durante todas las mañanas. “Es un trabajo como cualquiera, es el día a día. Salís siempre con las manos atrás dudando si te van a comprar. Pero la clave es salir todos los días”, manifestó el “Ronco”, como comúnmente lo conocen en la zona sur.

Reveló la amistad que se genera entre los vendedores, sin problemas de zonas ni competencias internas: “Si alguno anda mal, uno le presta 20 o 30 juegos (de productos)”.

“Al vendedor ambulante le gusta ser libre y elije dos o tres formas para vender”, afirmó uno de los más viejos trabajadores en el rubro. “A veces con muchas responsabilidades, los tiempos libres te sirven para manejarte”, agregó.

Su vasta experiencia le permite analizar el ámbito de trabajo: “Ahora los colectivos son más cómodos y amplios. Hay horas picos donde tenes más posibilidades de vender pero si hay mucha gente es mejor no subir”. Casi 50 colectivos por día tienen como protagonista al “Ronco” que logró hacerse un lugar y amistad entre los chóferes de toda zona sur como los de la línea 141 o el interurbano 35/9.

A la hora de elegir una línea de preferencia no dudó: “Me siento mejor en la 140, la vieja línea Roque Sáenz Peña. También fui guarda entre el 94/95, me hice muy amigo de los choferes y hasta conocí a mi esposa Antonia en ese momento”, recordó Alfredo con mucha algarabía.

Frena el colectivo, se sube “Dipa” (otro de los apodos callejeros de Rosendo), conoce y saluda al chofer, y prepara los productos para soltar el speech laboral. “Antes tenía que memorizarlo, saber qué iba a decir, escribirlo y repasarlo. Tener una base”, remarcó el ‘antes’ ya que, como contó él mismo, “la gente quiere las cosas más al grano, ahora es más directo y es mejor. Cambió la forma de vender y tanto hablar no es bueno”. Después de tantos años en la venta, “sabe” lo que tiene que decir.

Tiene como preferencia la venta de guía de transporte y con tantos años viajando y vendiendo señaló dos aspectos que para él son importantes a la hora de trabajar: “No hay que ser ‘cargoso’ y a la gente la tenés que mirar siempre a los ojos, a todos por igual”.

Lapiceras, fibrones, guías de colectivos, porta documento, libros para colorear, linternas son algunos de los productos que lleva el “Ronco” en su bolso desgastado que lo acompañan en su actividad matutina.

En sus tiempos libres decide seguir trabajando. Pintor, albañil y hasta repartidor de volantes, sin dejar de lado su pasión. ¿Vacaciones? “Tres o cuatro días al año o cuando vienen parientes a casa me quedo”.

Con 51 años aceptó que hay días que le cuesta salir, más con el frío o lluvia, pero lanzó: “Hay que salir igual”.

LA CALLE

La crisis también golpea a este rubro y Alfredo Rosendo fue lo primero que anunció: “Ahora se está notando mucho, hubo mejores épocas. La gente es respetuosa, te presta atención, me saludan y nunca hubo ningún problema pero noto que te bajás y no vendés, se vende la tercera parte, hay que remarla muchísimo”.

Padre de dos hijos, siempre intenta conseguir productos “baratos y accesibles” recorriendo dos o tres mayoristas de la calle San Luis. Nunca intentó ser vendedor, como “Ronco” lo define, “mano a mano”: “Me cuesta, el desafío mano a mano es más difícil”. “Dipa” no se ve trabajando de otra cosa, debido a su pasión como vendedor.

La calle lo reconoce: “Te das cuenta cuando te saluda todo el mundo, te trata bien y con respeto. Cuando se sube un inspector te da miedo pero ya saben que sos parte de la familia”. En Rosario existe una ordenanza municipal desde la última dictadura que prohíbe el trabajo de los vendedores ambulantes.

“Hay gente que me paga y no quiere el producto. Una vez uno me tiró: ‘Mi mamá me dijo que al único que le tienen que comprar es a ese muchacho’, o sea yo”, comentó “Dipa” a CLG y volvió a ser interrumpido, en este caso por el saludo de una moza del bar de avenida San Martín.

Es sostenido por su familia que lo apoya en los momentos difíciles pero asimismo esgrimió: “También es saber que uno está haciendo bien las cosas. Todos te tratan bien. Que en una radio me imiten o vos me quieras hacer una nota te hace sentir bien. Eso dice que en 34 años hice bien las cosas, si las hubiera hecho mal no te tienen en cuenta”.

Y entonces en la mesa apareció el imitador del característico trabajador de los colectivos: Aníbal Benítez está todas las mañanas en LT8 y reproduce el tono de voz del “Ronco”: “Cuando hacen eso y hablan bien de uno es porque uno ha hecho bien las cosas y es un premio. Es raro que a un vendedor ambulante lo tengan en cuenta”.

Amigos”, es la palabra que siempre estuvo presente en la boca de Alfredo Rosendo: “En la calle te los ganas. Son los choferes y pasajeros. A veces cuando vas a pasear te saludan o se arriman y te dicen ‘vos sos el que vende en los colectivos’ y nombró a Gustavo, un vendedor de repuestos de moto de la avenida de zona sur.

EL DÍA QUE FUE MÁS QUE VENDEDOR

En los primeros años del milenio “Dipa” vivió uno de los momentos que no olvidará, por la circunstancia, el desarrollo y desenlace del mismo.

“Una vez sucedió hace como 15 años”, comenzó su relató, “un nene se puso a llorar porque se pasó de largo y no sabía cómo llegar a la escuela”. Alfredo se bajó, miró su cuaderno, ubicó la escuela y lo llevó. “Era La Argentina”, situada en Sarmiento esquina Ameghino recordó y continuó: “Hablé con la directora, le expliqué la situación y me agradecieron”.

Pero lo más importante estuvo en el después: “Ahora me ve la familia de ese nene, se sigue acordando y siempre me compra, la madre me lo dice”.

Y con una sonrisa en la cara acompañada de sus ojos memoriosos cerró: “Eso me trae gratos recuerdos”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Se siente orgulloso del trato que recibe, que entiendan su trabajo y de ganar por ‘derecha’ el dinero y además sentenció: “Lo malo está si lo buscás, si no, no lo encontrás. Con la gente que te saluda no tenés ni tiempo para encontrar cosas malas”.

Y añadió: “Los amigos son algo lindo, a veces me ha andado mal y me prestaron plata para que pueda llegar a arrancar. Con varios choferes y en familia íbamos a su casa y ellos venían a la nuestra”, asimismo trajo a la mesa las veces que los conductores de su línea preferida (140) lo invitan a comer en camaradería.

Cerrando el tema dijo: “Soy una persona normal, sencilla, no soy más que nadie. La gente no me discrimina eso es muy lindo”. La charla con CLG era constantemente interrumpida por gente que se paraba a saludar en muestra clara de la cantidad que generó el personaje de la zona sur.

En el final de la charla dejó en claro sus ganas de trabajar: “Hasta los 65 si Dios quiere tengo ganas de estar” y admitió lo “difícil” que será ese día pero descomprimiendo lanzó: “En algún momento lo voy a tener que soltar”.

Alfredo Rosendo es un reconocido personaje de la zona sur y de Rosario. Todo aquel que se subió a las distintas líneas de colectivos que trazan la avenida San Martín lo identifican y él sólo tiene palabras de agradecimiento: “Gracias por todo. Yo soy así por la gente, siento que nunca me cuestionaron y la gente arriba del colectivo es muy amiga. Va con problemas y uno trata en dos cuadras hacerle olvidar todos los problemas que tiene. Gracias a los choferes y a la gente uno puede comer todos los días y seguir eligiendo este trabajo”.