El profesor de Ciencia Política de El País Victor Lapuente ha publicado este lunes una tribuna titulada Por qué los hombres violamos que ha despertado la indignación de los y las tuiteras. «Comparto mi columna sobre hallazgos recientes (y algunos contraintuitivos) en psicología social y las agresiones sexuales», anunciaba el autor a primera hora de este lunes en su perfil de Twitter.
El titular ya anunciaba polémica, y la primera línea del artículo, que contesta a la pregunta de por qué los hombres violamos más, lo terminó de confirmar: «En parte, por la testosterona, que dificulta nuestro autocontrol». Esta tesis y el resto de argumentos sostenidos por el autor ha levantado una polvareda de críticas que ha llevado incluso a otros ilustres periodistas de El País a criticar el artículo de opinión difundido en el periódico de Prisa.
En opiniones de un buen número de tuiteros el artículo tiene muy poca crítica a los hombres por su comportamiento y demasiadas excusas biológicas para justificar la violencia masculina.
El tuit del autor del artículo anunciaba también que el artículo estaba basado en «hallazgos recientes (y algunos contraintuitivos) en psicología social y las agresiones sexuales». Sin embargo, los tuiteros le recuerdan que el texto no cita ningún estudio concreto, ni reciente ni antiguo.
También el diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid Pablo Padilla se ha hecho eco del artículo y ha criticado la tesis del mismo.
Texto de Victor Lapuente (porque los hombres violamos):
En parte, por la testosterona, que dificulta nuestro autocontrol. Aun así, con la misma biología, los hombres cometemos hoy menos crímenes que en el pasado.
Con una siniestra excepción. Seguimos agrediendo a las mujeres. Y las razones hay que buscarlas en un aspecto poco conocido de la naturaleza masculina: nuestra sensibilidad. Por ejemplo, el éxito profesional o social de nuestras parejas afecta negativamente a nuestra autoestima. En contraste, la confianza de las mujeres no se ve minada por nuestros logros. Los hombres somos el sexo sensible. Ellas, el resistente.
Los hombres somos más impresionables por el entorno. Y dos cambios sociales han contribuido a que nos mostremos particularmente agresivos con las mujeres. El primero es intuitivo. La revolución tecnológica ha dejado en la cuneta de la economía a millones de hombres con estudios bajos. La incertidumbre sin precedentes que sufren les lleva a adoptar comportamientos adictivos, erráticos y potencialmente violentos.
El segundo cambio es contraintuitivo. La revolución feminista ha llenado de mujeres las aulas y los lugares de trabajo. En pocas décadas, hemos pasado de un monopolio masculino del espacio público a la paridad, o incluso superioridad femenina, en algunos ámbitos. Y, como advierten los antropólogos, las ratios entre hombres y mujeres determinan las actitudes sexuales de los primeros. Ya sea en la selva amazónica o en las universidades americanas, si los hombres son mayoría, invierten esfuerzos en construir relaciones saludables con las mujeres. Si son minoría, prefieren el sexo esporádico y se vuelven más violentos.
Pero no estamos condenados a una mayor violencia masculina. Educar en la igualdad de género ayudaría a los hombres a liberarnos de dos estresores que alimentan nuestra violencia: los corsés emocionales y la competitividad extrema. Así, seríamos menos violentos. Y viviríamos más, como apunta el psicólogo Daniel Kruger, pues la desigualdad de género de un país predice el exceso de muertes masculinas por causas conductuales. El patriarcado es también terrible para la salud de los hombres.