Fue a través de una iniciativa de la concejala Fernanda Gigliani. El Municipio desmontó los elementos del tradicional comercio de barrio Martin, que desde ahora se conservarán en el museo
Las emblemáticas campanas y el tradicional reloj de la vieja relojería Sudamericana fueron trasladadas al Museo de la Ciudad. Por iniciativa de la concejala Fernanda Gigliani, el Municipio desmontó y trasladó para su guarda los preciados objetos de la tradicional fábrica y taller de barrio Martin.
La relojería se encuentra cerrada hace años y tras la decisión municipal, el reloj y el campanario serán resguardados desde este sábado en el Museo de la Ciudad. El propietario del edificio de 3 de Febrero al 500, Augusto Van de Casteele, anhelaba que esto sucediera.
La fachada de la Sudamericana, con el reloj y las campanas fue montada por la familia de origen belga, que llegó a Rosario cien años atrás. El negocio funcionó en la ciudad desde los años 20. En principio los Van Casteele alquilaban y en los 60 pudieron adquirir el inmueble.
Cabe recordar que las campanas están afinadas con notas de la escala musical para que se puedan tocar melodías. En el mundo de la relojería monumental estos artefactos, cuyo conjunto se conoce como “carrillón”, son muy apreciados por su complejo mecanismo.
«El rescate patrimonial de la famosa relojería de la familia Van de Casteele es un hecho histórico para el museo, la ciudad y barrio Martin», destacó el director del Museo de la Ciudad, Nicolas Charles.
“Para los vecinos que reclamaban la necesidad de recuperar la historia no sólo de forma tangible, sino en la construcción colectiva de la historia de los barrios, del imaginario y los recuerdos sobre esa relojería, que representan el origen del siglo XX de los inmigrantes», agregó.
«Esta relojería era reconocida a nivel nacional y sobre todo por los relojes hermosos que ha dejado en nuestra ciudad, como puede ser el de la plaza Bélgica o en la intersección de Oroño y 27 de Febrero, entre tantos. Relojes que son parte de la ciudad y de nuestro imaginario colectivo», explicó Charles.
Un poco de historia
La relojería se dedicó durante décadas a la venta e instalación, en un comienzo con maquinarias importadas pero luego ya con fabricaciones propias bajo la firma L. Vestraeten, por Luis Vestraeten, identidad alterna que Adolfo había asumido aquí. Edificios y varias iglesias llevaron su sello, que puede rastrearse en Rosario, la región y a nivel nacional.
La fábrica-taller de Van de Casteele se posicionó como la productora de relojes monumentales más importante del país, superando el centenar de creaciones. La relojería se convirtió eventualmente en una tradición familiar para Adolfo, cuando su hijo Augusto, y sus hijos José B. Adolfo y Augusto, vinieron a vivir con él hacia 1947 y aprendieron el oficio.
Hasta una cuarta generación llegó a participar de trabajos como, por ejemplo, el reloj de la parroquia María Auxiliadora, situada en la intersección de las calles Presidente Roca y Salta.