A más de veinte años de su muerte, el recuerdo de Lady Di fue uno de los protagonistas en la boda de su hijo menor. Según sus biógrafos, el príncipe Harry es el que más se parecía a ella y este sábado se casó con la norteamerica Meghan Markle en una de las ceremonias más desacartonadas de la realeza británica.
El anillo de la novia, que llevaba diamantes que habían pertenecido a Diana Spencer. Además, la elección de rosas blancas de jardín para el ramo, fueron apenas detalles de una presencia que fue más allá de lo simbólico.
Al momento de dar el sí, Meghan optó por no mencionar la palabra «obedecer», una fórmula en la que todas las novias de la realeza británica se comprometían a acatar lo que sus maridos quisieran. En lo que fue una revolución, Lady Di fue la primera que no prometió «obedecer» a su esposo. Lo mismo hizo Kate Middleton cuando se casó con el futuro rey de Inglaterra, el príncipe William.
Como una muestra de lo que fue el legado de su madre, Harry abrió los jardínes de Windsor para unos 2.000 invitados especiales que representaban a algunas de las organizaciones de beneficencia a las que apoyaba Lady Di, muerta en 1997 en París. Adentro, en la catedral de San Jorge, se acomodaba en las primeras filas el cantante Elton John y su marido, David Furnish. Elton, activista gay era uno de los amigos más cercanos de Lady Di y quien durante su funeral cantó Candle in the wind. Y como si su presencia sola no incomodara, apenas puso un pie en la catedral, le estampó un beso en la boca al futbolista David Beckham.
También a pedido de Harry, estuvieron sus tres tíos Spencer, los hermanos de Diana. La mayor, Lady Jane Fellowes, fue una de las que hablaron durante la ceremonia. Para ello eligió un fragmento del Cantar de los Cantares de Salomón: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo. Pues mira, ha pasado el invierno, ha cesado la lluvia y se ha ido».
El coro de Gospel, la lista de invitados confeccionada más por gusto que por obligación, la presencia de un predicador afroamericano que con su sermón logró hacer reir -y también emocionar- a la realeza parecieron detalles más cercanos a la Lady Di de los últimos años, cuando, ya divorciada, se había ganado el apodo de la «princesa del pueblo».
Si la ubicación en el sexto lugar de la línea de sucesión en el trono lo alivió de los invitados por compromiso, Harry no desperdició ese beneficio: En la lista no aparecieron miembros de otras realezas pero sí estuvieron la conductora Oprah Winfrey -quien como la novia es una de las impulsoras del movimiento feminista #MeToo-, el actor George Clooney, la tenista Serena Williams, las amigas de Meghan y los ex compañeros soldados del príncipe durante sus misiones en Afganistán.
Aunque lejos de ser una «boda popular», el casamiento de Harry pareció profundizar el camino abierto por su madre y que, un poco más moderado, también siguió su hermano. Hasta el propio príncipe Carlos pareció desdibujado ante tantos gestos hacia su ex esposa. Como lo había hecho William, Harry eligió a su hermano como padrino y sólo el repentino faltazo del padre de Meghan, quien tuvo que ser operado de urgencia del corazón, le dio a Carlos el rol de llevar a la novia hasta el altar.