Por Pablo Sieira
En uno de sus últimos discursos públicos, en 2018, el ex presidente Carlos Menem dijo: «Por supuesto que se cometen errores y supongo que algunos he cometido, pero lo importante es que pese a todo eso he podido seguir moviéndome en el mundo de la política».
Al momento de pronunciar esa frase, en la presentación de su autobiografía en el Senado de la Nación, Menem tenía 87 años, hacía 19 que había dejado la Presidencia y llevaba 13 como senador nacional por La Rioja, con dos reelecciones, por lo que su conclusión era casi indiscutible.
El ex presidente pasó sus últimos años entre juicios por hechos ocurridos en su gestión y esporádicas apariciones en el Senado donde, sin embargo, cada vez que entraba al recinto – siempre acompañado por su custodio, su secretaria o su hija Zulemita- recibía el respetuoso saludo de defensores y detractores.
Desde su asunción como senador en 2005 tuvo solo dos participaciones destacadas, la primera durante el histórico debate de la Resolución 125 sobre retenciones agropecuarias en 2008 y la segunda en 2010, en la votación que designó a Mercedes Marcó del Pont como presidenta del Banco Central.
En 2008, Menem estuvo entre los últimos en definir su asistencia al debate de la 125 y lo convenció el referente agropecuario y actual senador Alfredo De Ángeli, por recomendación del puntano Adolfo Rodríguez Saá: fiel a su oposición contra el kirchnerismo, votó en contra.
Dos años después, fue noticia por suavizar esa postura al permitir que el gobierno de la entonces presidenta Cristina Kirchner aprobara el nombramiento de Marcó del Pont por apenas un voto (35 a 34), con una táctica abstención.
Era raro verlo al ex gobernador de La Rioja en el Senado, pero ese día asistió a pedido del entonces jefe de la bancada oficialista, Miguel Pichetto, que necesitaba, si no su voto afirmativo, al menos su abstención para ganar.
En 2011 Menem fue reelecto senador y para cuando completó su segundo mandato había faltado a 117 de las 179 sesiones realizadas desde 2005, aunque eso no impidió que se postulara para otros seis años en el cargo y fuera elegido por la minoría.
El riojano se vio obligado a defender su candidatura en la Justicia y contó para ello con la asistencia de Pichetto, quien así como recurrió al veterano caudillo cuando lo necesitó para los quehaceres políticos también lo ayudó a mantenerse a flote y le hizo de escudo ante los pedidos de desafuero que cada tanto se presentaban en el Senado.
El senador rionegrino era uno de los muchos dirigentes nacidos del menemismo y uno de los pocos que nunca renegó del ex presidente y, de hecho, fue Menem quien en 2018 lo alentó públicamente a lanzarse a la pelea presidencial y germinó su presentación como compañero de fórmula de Mauricio Macri un año después.
Con el paso del tiempo el ex mandatario reconstruyó relaciones y recuperó amistades que la política había afectado, como su ex vicepresidente Eduardo Duhalde, con quien se amigó en 2019 después de muchos años sin hablarse.
También se reencontró con su hijo menor, Máximo, fruto de su relación con la conductora de televisión chilena Cecilia Bolocco, que pidió verlo antes de una delicada operación quirúrgica a la que se sometió siendo apenas un adolescente.
Cuando la salud de Menem comenzó a empeorar y sus internaciones se volvieron más frecuentes, Zulemita confirmó su rol como la persona más fiel y cercana al riojano y quien cuidó tanto su salud como su legado político.
Menem fue un opositor cerrado al kirchnerismo y un aliado ocasional más tarde; en 2016, tras el cambio de gobierno, elogió a Mauricio Macri («Es un político capaz y talentoso»); votó en contra de la legalización del aborto con un enérgico rechazo, en 2018, y se integró en 2019 al bloque del Frente de Todos, liderado por Cristina Kirchner.
Resulta entonces innegable que hasta los últimos años de su vida, Carlos Menem siempre encontró, «pese a todo», la forma de seguir «moviéndose en el mundo de la política».