Opinión

El planeta se desintoxica con seres humanos sometidos a encierro


Imagen impactante de la Nasa de la atmósfera terrestre contaminada y descontaminada durante la cuarentena

Por Carlos Duclos

“La naturaleza brinda lo suficiente para satisfacer la necesidad de todos, pero no la codicia de algunos”. Con esa frase de Gandhi tal vez podamos resumir el problema del planeta que ha quedado desnudado con esta pandemia, con este coronavirus. Lo peor que le podría pasar al ser humano ahora, durante este encierro necesario para preservar la vida, es estar ansioso por salir corriendo a retornar a la vida que hacía previa a la cuarentena. Lo peor que le podría pasar es evitar la reflexión y la consecuente y lógica conclusión: si la humanidad no cambia de rumbo, los efectos de su accionar la destruirá. Irremisiblemente eso sucederá.

La información ha dado cuenta de que el príncipe Carlos tiene Coronavirus, lo mismo el primer ministro de Inglaterra, Boris Johnson. Hay coronavirus en el Senado Norteamericano, en allegados a la Casa Blanca, entre los ayatollahs de Irán y entre ricos y famosos de todo el mundo. Es decir, cuando la naturaleza se enoja no hay poder que se salve, ni clase social que resista, ni creencia o ideología que esté exceptuada. No hay oriente ni occidente, ni izquierda, ni derecha.

Para muchos, el coronavirus y sus efectos posiblemente sean más rudos de lo que se informa, pero son lo suficientemente graves como para postrar la soberbia de muchos que han jugado a ser dioses, han sometido a los más débiles, se han aprovechado de ellos, los han usado y descartado. Un virus diminuto, invisible al microscopio común, les está diciendo que en realidad son nada. Y también le dice al hombre común, sometido a una cuarentena obligatoria, que vanamente se desloma por tener más de lo necesario para la vida, eso mismo que al prójimo le falta. Sobran hoy pantalones, relojes, zapatos, autos, lujos que están arrumbados en un rincón de la vida, mientras la solidaridad clama por resucitar y ser el centro de todo. Solidaridad, amor, empatía, palabras mágicas que se constituyen en la única verdad para la humanidad si quiere tener un futuro promisorio.

Parece curioso, extraordinario, pero no lo es: en esta cuarentena de no más de 30 días, el planeta se ha desintoxicado, se ha liberado por un tiempo de otro virus mortal para él: el hombre. El hombre, que con su insensatez, con su avidez por riquezas y poder, ha desequilibrado el sistema ecológico, sumiendo en la desgracia a toda la creación, incluso a muchos seres humanos inocentes quienes, sin quererlo, han enfermado y hasta muerto como consecuencia, por ejemplo, de la fatal contaminación.

Región de China antes y durante la cuarentena

El planeta en 30 días se ha purificado en gran medida, la polución se redujo mientras el hombre está encerrado; y al mismo tiempo los otros hijos de la tierra (animales) se han visto liberados y se pasean por las ciudades ¡Maravilloso!  (te invito a que mires el video al pie de la nota).

El asunto consiste en saber si durante esta pandemia y esta cuarentena la humanidad va a reflexionar sobre la necesidad de cambiar actitudes o va a salir corriendo, cuando todo pase, a zambullirse en la vida alienada, disparatada que la llevará sin piedad a la destrucción.