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El Papa se despide de Chile con polémica defensa a obispo


En su último día en Chile, el papa Francisco hizo hoy una enfática defensa del obispo Juan Barros, acusado de encubrir abusos a menores dentro de la Iglesia, y pidió en una misa en Iquique por los derechos de los migrantes, además de agradecer a los «hermanos argentinos» que lo acompañaron en las tres ciudades que visitó en el país trasandino.

Al llegar al campo Lobito de Iquique, 1.400 kilómetros al norte de Santiago, Francisco defendió al cuestionado obispo de Osorno Barros, al indicar que «no hay una sola prueba en contra» del religioso.

«El día que me traigan una prueba en contra del obispo Barros ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia. ¿Está claro?», aseveró en diálogo con la prensa antes de iniciar la homilía.

Barros, ex obispo castrense de Chile, fue uno de los discípulos del sacerdote Fernando Karadima, condenado por un tribunal vaticano en 2011 tras ser acusado de una serie de abusos sexuales cuando estaba al frente de la parroquia «El Bosque», de Santiago.

Francisco designó a Barros titular de la diócesis de Osorno en 2015, pese a las reacciones en contra de los grupos de laicos de la región y de algunos fieles, que insisten en que el sacerdote fue testigo y encubrió los abusos de Karadima.

«El santo padre ha sido siempre conmigo muy cariñoso», dijo por su parte a periodistas Barros al llegar a Iquique para participar de la celebración eucarística con Francisco, al igual que lo había hecho el martes en Santiago y ayer en Temuco.

Frente a unas 50.000 personas que se acercaron al campo Lobito, el pontífice pidió «aprender y dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los inmigrantes traen consigo».

En la ciudad símbolo de la inmigración en Chile, Jorge Bergoglio convocó a vivir «sin cerrarnos a esas tinajas llenas de sabiduría e historia que traen quienes siguen arribando a estas tierras».

Datos del Departamento de Extranjería y Migración de Chile indican que la capital de la región tiene la mayor concentración del país de inmigrantes en relación a su población, lo que se refuerza por el desarrollo que le imprimió una «zona franca» portuaria.

A la inmigración histórica desde Asia, Perú y Bolivia, en los últimos meses se agregaron grandes grupos que llegaron de Haití y Venezuela, de acuerdo al organismo oficial.

«No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar», exhortó Francisco durante la denominada «celebración fraterna por la integración de los pueblos», y antes de partir esta misma tarde hacia Perú para continuar su sexta gira latinoamericana.

Al terminar la misa, Francisco se dirigió a los peregrinos «de los pueblos hermanos de Bolivia, Perú y, no se pongan celosos, especialmente de los argentinos, que son mi patria».

«Gracias a mis hermanos argentinos que me acompañaron en Temuco, en Santiago y acá en Iquique», agregó.

Durante la homilía renovó el llamado que hizo en 2014 frente a los movimientos populares en Roma y convocó a estar «atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias».

En la ciudad de la fiesta de la Tirana, una de las celebraciones de mayor religiosidad popular de Chile, a la que cada año asisten miles de bolivianos, Francisco felicitó a los pobladores de Iquique por «cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta», ante una convocatoria menor de la esperada en un campo que puede albergar 200.000 personas.

Francisco había llegado a Iquique desde Santiago, en un vuelo acompañado por periodistas, entre ellos Télam, en el que casó a una pareja de la tripulación que ya tenía el matrimonio civil pero no religioso, en un «hecho histórico», según el mismo calificó.

Con la presidenta Michelle Bachelet entre los presentes, y en un marco imponente a 200 metros del Pacífico y al pie de una enorme duna de la desértica zona noteña del país, Francisco destacó la «hermosa» fiesta popular.

En su última actividad antes de abordar el avión que lo lleva a Perú para iniciar una gira de tres días, un grupo de víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet le pidió «esperanza para encontrar a los detenidos desparecidos» que dejó el régimen que gobernó entre 1973 y 1990.