El Papa Francisco cerró su último viaje latinoamericano con una espectacular misa masiva en Lima, en la que demostró la fuerza del catolicismo en Perú, con una concentración de un millón de personas según las autoridades. El Papa exhibió en Perú, no tanto en Chile, una capacidad de convocatoria que supera la de cualquier otro acto público. Francisco ofreció la misa en un lugar muy latinoamericano: en el popular barrio de Surco, en Lima, rodeado de colinas abarrotadas con lo que aquí llaman «asentamientos humanos», esto es barrios de casas precarias construidas de cualquier manera sobre terrenos ilegales casi colgadas del cerro. Allí, rodeado de decenas de miles de personas de tez oscura y muy humildes, el Papa se dio el mayor baño de masas de todo el viaje. El catolicismo sigue mostrando que tiene más fuerza en las zonas más pobres y la va perdiendo a medida que mejoran los países, como le ha sucedido en Chile. En Perú, que ha crecido mucho en los últimos años, también ha perdido algo de peso, según las encuestas, pero aún conserva una importante fortaleza que quedó en evidencia con un espectáculo único de centenares de miles de personas desplegadas para escuchar la misa papal.
Pero antes, en una reunión con los obispos peruanos, el Pontífice lanzó un mensaje sobre la crisis política que vive todo el continente y en especial Perú, devorado por la corrupción. “»¿Qué le pasa a Perú que cada vez que sale un presidente lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso [en realidad está fugado en EEUU], Fujimori estuvo preso, Alan García está que entra que no entra; y presos con rabia ¿no? El sistema llama la atención», les dijo a los obispos peruanos, que le habían pedido una reflexión sobre la crisis política que paraliza el país después de que Pedro Pablo Kuczynski se quedara al borde de la destitución por su implicación en el escándalo de Odebrecht y se salvara tras pactar el indulto a Alberto Fujimori.
Francisco respondió a una pregunta de un obispo que quiso saber su opinión sobre ese intento de destitución del presidente y el pacto del indulto, que ha provocado una enorme polémica y ha dejado muy solo a Kuczynski. El Papa se mostró muy pesimista sobre la política latinoamericana, y pidió a los obispos que hagan lo que puedan para recuperar el valor de la honestidad. «La política enferma y está muy enferma. Y ojo que hay excepciones pero en general la política en América Latina está más enferma que sana”.
Esta vez, al contrario que en Chile, no hizo ni una mención al escándalo de abusos sexuales en el seno de la Iglesia peruana, que le ha obligado hace dos semanas a intervenir el Sodalicio, donde se produjeron las más graves violaciones. El Papa pasó por encima del escándalo propio, y se concentró en criticar a la política. “No descuidemos el futuro de la dirigencia de los pueblos. Si solo entienden el lenguaje de la corrupción, estamos fritos», planteó con crudeza, “También está el fenómeno de los paraísos fiscales, muchos de los cuales están en América Latina, con este capitalismo liberal deshumano, donde se endeuda la gente», remató.
“La crisis no es solo en Perú, es un problema que sufre América Latina, una gran desconfianza. El caso Odebrecht es simplemente una anécdota chiquita, el quid pro quo que no es la sana negociación política, sino te tapo esto y tú me tapas esto. Hay una crisis por corrupción. Uno llega a una posición y acusa de corrupto al anterior, y los dos tienen algo de razón», llegó a decir, planteando que la corrupción se ha generalizado, algo que ya apuntó en el primer día de su visita. «¿Qué pasa con las cárceles? Están sobrepobladas, viven como animales. Es la escuela de la corrupción”, concluyó Francisco.
Polémica por el protagonismo de un obispo del Sodalicio, donde hubo graves abusos
JACQUELINE FOWKS | Lima
José Antonio Eguren Anselmi, arzobispo de Piura y Tumbes (regiones del norte peruano) fue anfitrión el sábado durante la reunión del Papa Francisco con unos 2.000 religiosos en la ciudad de Trujillo. Su presencia llamó la atención debido a que hace solo dos semanas el Vaticano dispuso la intervención del Sodalicio de Vida Cristiana, al que pertenece Eguren, una organización católica fundada en Lima, en 1971, por Luis Figari, para quien la Fiscalía de Perú ha pedido prisión preventiva por secuestro y lesiones graves.
Eguren es uno de los miembros de la llamada ‘generación fundacional’ del Sodalicio, uno de los discípulos directos de Figari, que ha sido denunciado por cinco víctimas a causa de abusos sexuales, maltrato físico y psicológico y secuestro en las casas del Sodalicio en Lima, desde los años 80 hasta la década del 2000.
El nombre del arzobispo de Piura y Tumbes figura en la denuncia presentada en mayo de 2016 ante la Fiscalía contra ocho miembros de la cúpula de la organización católica, y contra «los que resulten responsables» por secuestro, lesiones graves y asociación ilícita. Las denuncias sobre abusos sexuales prescribieron, por ello no fueron incluidas. Sin embargo, Eguren fue retirado de la denuncia pocos días después por la fiscal.
Su aparición al lado del Papa ha recordado al obispo chileno Juan Barros, ligado al pederasta Fernando Karadima, a quien Francisco respaldó en su visita e Chile. El libro ‘Monjes y soldados’ de Pedro Salinas y Paola Ugaz y la denuncia fiscal indican que los superiores del Sodalicio reclutaban a adolescentes blancos, de clase alta, con algún problema en la familia (separación de los padres, por ejemplo). Como parte de la formación de obediencia, los líderes dictaban «ordenes absurdas» o justificaban tocamientos indebidos, masturbación o penetración.
El primer exsodálite que denunció en la prensa, en el año 2000, los abusos en las casas del Sodalicio, indicó que Eguren le obligó, como parte de esas órdenes absurdas y castigos, comer «cosas asquerosas incontables veces», y empujar cuando le puso en la garganta la cuchilla de una navaja suiza.
Eguren fue, además, miembro del tribunal que calificaba a los aspirantes cuando iban ascendiendo posiciones en la jerarquía sodálite. El organismo los obligaba a desvincularse de su familia, les negaba ver noticias o hacer llamadas telefónicas, rompía las cartas de sus padres, de manera que solo pudieran ver su futuro ligado al Sodalicio.
FUENTE: EL PAÍS