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El Papa aseguró que «no hay pandemia o crisis que pueda apagar la luz de Dios»


"No hay pandemia o crisis que pueda apagar la luz de Dios Tomemos de la mano a quien tiene más necesidad para que Cristo nazca otra vez en medio de nosotros", destacó el pontífice

El Papa recordó, ante los pocos peregrinos que se han acercado hasta la plaza de San Pedro del Vaticano para escuchar el Ángelus de este domingo, que «no hay pandemia o crisis que pueda apagar la luz de Dios», al tiempo que ha instado a ir «al significado» del árbol y del pesebre, que son los «signos de esperanza» de la Navidad y a «tomar de la mano» a las personas que más lo necesitan para que Cristo vuelva a nacer.

«No hay pandemia o crisis que pueda apagar la luz de Dios Tomemos de la mano a quien tiene más necesidad para que Cristo nazca otra vez en medio de nosotros», destacó el pontífice.

Francisco ha reflexionado durante el rezo dominical sobre el itinerario de la conversión como resultado de la búsqueda de Dios y de su reino, que significa «cambiar de dirección» y «cambiar el modo de pensar». Así, manifestó que esto implica un rechazo de todo lo que está vinculado al «pecado», es decir, «la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, al placer, al bienestar, a las riquezas».

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Del mismo modo, incidió en que la conversión es «una Gracia» que proviene de Dios y que «nadie lo puede hacer con las propias fuerzas». Además, también subrayó: «Recordad la ternura de Dios. Dios no es un padre malo, es tierno. Nos ama mucho».

El Papa continuó su catequesis sobre la conversión al destacar que el «abandono de las comodidades y la mentalidad mundana no es un fin en sí mismo», sino que tiene como objetivo lograr «el reino de Dios», «la comunión con Dios» y «la amistad con Dios».

Francisco reconoció que esto «no es fácil» porque son muchas «las ataduras» que mantienen a las personas cerca del pecado como «la inconstancia», «el desánimo», «la malicia», «el mal ambiente» y «los malos ejemplos».

En este sentido, alertó de «una existencia mediocre» en la que se siente la tentación de «decir que es imposible convertirse de verdad». Y invitó a abrirse «a la belleza, la bondad y la ternura de Dios» que deja atrás «lo falso y lo efímero» por «lo verdadero, lo bello y duradero».