Opinión

El mundo que viene y el chip de “La Bestia”


Por Carlos Duclos J.R. viajaba cómodamente sentado en el tren de Barcelona a París, cuando de pronto el guarda le solicitó el boleto. J.R. levantó la mano con cortesía, el funcionario de la compañía pasó el scanner por la zona superior de su dedo meñique y comprobó que el viaje estaba pago. El viajero llegó a su departamento en París, apoyó su mano en la diminuta pantalla LSD de la puerta de ingreso y ésta se abrió. J.R., desde luego, no es mago, tiene implantado un chip con el que compra, abre las puertas de su casa, su oficina y muchas cosas más. En el microchip funciona, entre otras cosas, un GPS que detecta dónde está en cada momento. Si es un magnate podrían intentar secuestrarlo, pero sería un problema para los delincuentes. Cuando hace unos 10 años, aproximadamente, en mis recordadas “Charlas de Candi” de La Capital, dije que la profecía del Apocalipsis o Libro de las Revelaciones se estaba cumpliendo, y que el “sistema” o “demonio del mercado” estaba desarrollando tecnologías de comercialización que subyugaban al ser humano, lo sometían y le quitaba de a poco y disimuladamente su libertad, algunos amigos me miraron con cara de… “¿te recomiendo un psiquiatra?”. Éramos muchos por entonces los que eran advertidos de lo que se produciría y lo que se producirá todavía, porque la historia no ha terminado, ni mucho menos. Los chips implantados Hace unos días atrás la BBC, la cadena informativa británica, dio a conocer una noticia que dice: “La pequeña protuberancia en el dorso de la mano de Dave Williams tiene el tamaño de un grano de arroz y está entre su dedo pulgar e índice. Es apenas perceptible, pero cuando abre con ella la puerta de su casa se convierte en el centro de atención. El ingeniero de software británico, que trabaja para Mozilla, tiene un microchip incrustado en la mano, un circuito electrónico en forma de píldora que funciona con tecnología inalámbrica. “Tengo muy mala memoria», le dijo a la BBC Williams y por eso decidió implantarse ese pequeño dispositivo que le permite no entrar en pánico si se olvida las llaves de su casa”. Agrega el informe un dato revelador: “Es el mismo tipo de chips que se están poniendo de moda en Suecia y en otros países occidentales como Alemania, Australia y Nueva Zelanda, en donde se han llevado a cabo varias iniciativas para promover esta tecnología futurista. Pero el caso de Suecia llama especialmente la atención. Miles de personas en la nación nórdica -unas 3.000, según un informe de AFP de mayo de este año- ya se incrustaron microchips. Aunque es probable que la cifra sea incluso mayor. «Cada vez más personas en Suecia se implantan chips RFID en la mano y los usan para desbloquear puertas, ‘llevar’ boletos de tren e incluso hacer pagos», le dice a BBC Ben Libberton, un doctor en microbiología que trabaja en el laboratorio MAX IV de Lund, en el sur de Suecia”. En Bélgica, para más datos, algunas empresas han colocado a sus empleados chips subcutáneos. Apocalypse now El Apocalipsis, desdeñado por no pocos en estos tiempos, advirtió, entre otras muchas circunstancias adversas por las que atraviesa y atravesará la humanidad, lo que habría de instaurar dos mil años después el poder económico. Es interesante recordar la escritura: “Y hacía (el demonio o la bestia) que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. Lo cierto es que jamás como en estos tiempos el hombre estuvo tan controlado por el sistema. El poder sabe exactamente dónde está cada persona (vía celular, por ejemplo); qué es lo que habla, cuáles son sus ahorros, cuáles son sus planes, tiempo estimado de vida, posibilidades sociales, etcétera. El poder no permite que nadie se le escape de su lupa y si alguien lo intenta, éste queda automáticamente anulado, no puede comprar ni vender, no puede sacar un crédito, no puede moverse. Usted, estimado lector, claro, tal vez pueda ser unos de los pocos que renuncie a las tarjetas de crédito o de débito y volver al efectivo, pero muchas transacciones no podrá hacerlas y de todos modos seguirá controlado por otras vías. Todos hoy están sujetos al ojo vigilante del sistema (que sabe exactamente ahora mismo lo que estoy escribiendo en mi computadora antes de que usted lo lea). Un sistema que ahora lanza al mercado la centralización de su control a través de un microchip del tamaño de un grano de arroz que, de aquí a unos pocos años, será implantado en la mano y será como andar con el celular en el bolsillo. Nadie obligará a la persona, directamente claro, a hacerse el implante; le harán creer a las próximas generaciones que son libres de optar por el sistema, pero aquel que no lo haga quedará al margen, con todo lo que ello significa. La tecnología al servicio del demonio económico El verdadero demonio, la “bestia” del Apocalipsis, es el sistema o poder económico. Un poder casi omnisciente, omnipresente y, que dudas caben, omnipotente. El ser humano común de nuestros días se cree libre, pero no lo es; supone que tiene privacidad, pero carece de ella. Es, en suma, un digno esclavo de un sistema que le ha incrustado en la cabeza, haciéndolo cultura, que el éxito tiene marca. Un sistema que por razones económicas diezma a la naturaleza, contamina el planeta, extermina las selvas y los bosques, arrasa con los animales y, por supuesto, también con los seres humanos, porque sea por guerras, hambruna, enfermedades producidas y control diverso de la natalidad, impone la cantidad demográfica que conviene a sus intereses económicos. Por supuesto, el chip subcutáneo será un paso más en la perfección de la cultura del mercado, porque si usted se fija en su tarjeta de crédito, es probable que ya tenga un chip; básico, es cierto, pero es el precursor del control absoluto que se viene. Y no lo olvide: hoy todo lo que diga o escriba puede ser usado en su contra.]]>