Por Pablo Bloise
Ver a equipos como Alemania o Brasil sucumbir ante rivales menores fue un bálsamo que calmó, al menos por un rato, las aguas pesimistas de los argentinos post empate ante Islandia. Los resultados estuvieron a la vista y fueron contundentes: solos o acompañados, los grandes jugadores, las estrellas que deslumbran en Europa, a veces pueden tropezar.
Ya son conocidas las historias impensadas que ha regalado este Mundial en el corto tiempo que tiene, con resultados que en los papeles parecían irrisorios y que destruyeron más de un Prode o apuesta. Algo está bien claro: no fue el mejor comienzo para las selecciones que, se presume, serán las grandes animadoras del certamen.
Es cierto: se podría marcar como excepción la soberbia actuación de Bélgica o el triplete de Cristiano Ronaldo, quizás el jugador más determinante que está teniendo la primera fecha de esta Copa del Mundo, pero eso no opaca el dato de que a las selecciones más poderosas les ha costado y mucho ganar.
Lo que sucede es que el Mundial es el Mundial. No hay con qué darle a esa afirmación. ¿De qué otra manera entonces se podría explicar el partido, intenso y excepcional, que jugó México ante Alemania? ¿Por qué Islandia no tuvo filtraciones en la barrera humana que le colocó a Argentina y logró borrar del mapa a Messi? ¿Qué motivó a que once jugadores suizos persiguieran hasta el hartazgo y por toda la cancha a un escurridizo Neymar que, si bien se las ingenió para crear juego, no pudo gravitar?
En un Mundial lo que dicen los papeles queda escrito ahí, y nada más. La fantástica Alemania, que tiene encima 14 años de un trabajo milimétrico y una camada de fabulosos jugadores, se quedó de rodillas ante la astucia mexicana. Y ni hablar de los ignotos islandeses, que están viviendo su primavera y muy pocos olvidarán que dejaron a Messi con los brazos en jarra y con la mirada hundida en el césped.
Una vez que Argentina ya jugó, se hace imposible observar los partidos del Mundial y no caer en la comparación constante. Por qué Cristiano sí y Messi no. Por qué Coutinho la colgó del ángulo y por qué Di María sigue tirando centros encima del rival. Sin embargo, con virtudes y defectos, los equipos poderosos se vieron doblegados por selecciones menores. Y quizás deba servir como aprendizaje la manera en que esos rivales les jugaron: con un compromiso ejemplar, cosa que le faltó a Brasil, que por momentos sobró el partido, y también al seleccionado de Sampaoli, que no tuvo ideas claras y se cansó de recurrir a un opaco Messi.
Argentina, Alemania, Brasil, España, y hasta Uruguay e Inglaterra, también candidatos y quienes tuvieron que sufrir hasta el final para ganar sendos partidos, integran la lista de selecciones a las que este arranque les costó mucho. Sus estrellas no fueron tales (a excepción de Harry Kane, que salvó a los ingleses) y como equipo no cumplieron no sólo con las expectativas de la gente, tampoco con las propias.