El intestino, nuestro “segundo cerebro”: lo que hay que saber


Luego del cerebro el intestino es la fuente sensorial más importante del cuerpo humano.

Luego del cerebro el intestino es la fuente sensorial más importante del cuerpo humano.

El intestino es considerado nuestro “segundo cerebro” porque tiene la capacidad de funcionar de manera independiente y, a su vez, en conexión directa con dicho órgano: el intestino es su principal fuente siendo que es la fuente sensorial más grande porque recoge información sobre la calidad de los nutrientes, cómo están las células inmunes o las hormonas de la sangre y le envía toda esa información para que la vincule con nuestras emociones y pensamientos.

Muchas veces escuchamos la frase “somos lo que comemos”, o se nos insiste acerca de la importancia de llevar una alimentación sana y balanceada, de sumar más verduras, frutas, yogur con probióticos, semillas, etc.; pero poco sabemos acerca de las razones que subyacen en la recomendación de consumir estos alimentos, de qué manera conviene incorporarlos en función de las particularidades de cada organismo, y qué rol cumple cada uno en el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo, y cómo inciden en nuestro estado de ánimo.

En ocasiones nos preguntamos por qué cuando ingerimos determinados alimentos algunos los toleramos, otros no y sentimos malestar; o por qué cuando dejamos de comer harinas nos cambia el humor; o por qué el estrés baja las defensas. Y acá aparece la gran caja negra que tiene la respuesta a todos estos interrogantes y es, nada más ni nada menos, que el intestino. Si bien solemos asociar a este órgano con un rol poco glamoroso, y cuando nos referimos a él tendemos a relacionarlo con disfunciones y/o malestares físicos, en realidad desempeña funciones que son de vital importancia para nuestra salud.

¿Cómo nos comunica el intestino con el mundo exterior?

En primer lugar, podemos decir que nuestro intestino, entre el delgado y el grueso, alcanza una longitud de 8 metros aproximadamente, y aunque esté todo enrollado alcanza el tamaño de una cancha de tenis. Si pudiéramos verlo con una lupa, observaríamos que se parece a una toalla de algodón, y esos pelitos del algodón en el intestino se llaman microvellosidades. Allí se aloja la microbiota.

La microbiota intestinal (antes conocida como flora intestinal) está compuesta por cientos de millones de microorganismos y bacterias que se encuentran en el tracto intestinal, y allí conviven dos bandos. Por un lado, tenemos los “soldados” del bando de los buenos y, por el otro tenemos el bando de los malos, que viven disputándose ese territorio: cada uno busca ocupar más espacio en nuestro intestino, según publicó Minuto Uno.

Para que nuestro intestino pueda funcionar correctamente, la microbiota debe estar en equilibrio, los microorganismos del bando de los buenos deben ser abundantes y diversos. Pero lamentablemente en nuestra vida cotidiana hacemos muchas cosas para romper ese equilibrio: comemos mal, abusamos del uso de antibióticos y de productos antisépticos, y vivimos estresados, entre otras cosas.