CLG dialogó con Omar Orazi, dueño del Hotel Viena, donde un hombre de Perú de 75 años tiene todo el edificio a su disposición para cumplir la cuarentena
El aislamiento que rige en Argentina desde el 20 de marzo a causa de la pandemia del coronavirus ha sacado a luz diversas historias curiosas o insólitas. Una de ellas apareció en Rosario gracias a Carlos, un ciudadano peruano que se encontraba de viaje en la ciudad cuando se decretó la cuarentena, y desde entonces quedó aislado en un hotel, donde es el único huésped y tiene la llave del edificio.
CLG dialogó con Omar Orazi, dueño del Hotel Viena, ubicado en Ovidio Lagos al 500, quien relató la llamativa situación de este turista de 75 años: «El señor nos visita hace casi 15 años, viene generalmente para la misma fecha cada año, llega la segunda quincena de febrero y se queda dos o tres meses».
Según contó Orazi, Carlos, un hombre mayor del norte de Perú, viene todos los años a Rosario porque estudió en la ciudad en la década del 60, cuando cursaba Administración de Empresas, y continúa e vínculo con amigos y parientes en la zona.
El hombre llegó a Rosario el 17 de febrero, cuando la pandemia del coronavirus todavía parecía algo lejano, y desde entonces está alojado en el hotel céntrico. Sin embargo, con el correr de los días, el virus comenzó a ganar terreno en el mundo, algo a lo que Carlos no le dio mucha importancia: «Las noticias decían que lamentablemente se venía la pandemia hacia nuestro país. Él decía que no pasaba nada, que no iba a seguir avanzando».
Pero, con el correr de los días, el virus llegó: «Lamentablemente ocurrió, de la noche a la mañana se levantó, me vino a preguntar a dónde estaba el personal del hotel y le dije que el presidente había decretado la cuarentena y que el hotel iba a estar cerrado».
Carlos no tenía pasaje de regreso hasta el 5 de mayo, por lo que tenía que quedarse en Rosario cumpliendo con el aislamiento hasta que encontrase una solución. Entonces, Orazi le permitió quedarse en el hotel: «No podía dejarlo en la calle porque no tenía adonde ir», aseguró.
Entonces, el turista peruano quedó aislado en el Hotel Viena, con todo el edificio a su disposición, sin otros huéspedes ni personal. No sólo eso, sino que Orazi también le entregó las llaves del edificio: «Tiene mi numero privado y le dejé las llaves por si le llega a pasar algo. El primer día me lo agradeció y me dijo que estaba contento porque iba a poder salir a pasear, pero le recordé que no podía, que era una cuarentena».
«Los propios hijos le dijeron por vía telefónica que se quede acá hasta que esto se solucione, porque en el supuesto caso en el que pueda encontrar un vuelo que lo repatrie, va a tener que pasar la cuarentena en un hotel en una ciudad que está lejos de su casa, una situación similar que a la de acá», contó Orazi.
«De mutuo acuerdo, decidimos que yo venga todas las mañanas para que pueda recibir las llamadas de su familia de Perú. Él no usa celular, dice que no le gusta la tecnología», contó. Y destacó que tienen una buena relación: «Vengo a hacerle compañía. Hablamos mucho de lo que es pesca y naturaleza, porque a mi también me gusta todo eso».
«Está contenido, se lo ve bien de salud, tiene buen ánimo. Sale únicamente a hacer las compras, sale religiosamente a comprar el diario todas las mañanas, unos bizcochos y alguna mermelada. Ahora que empezó el frío me ofrecí a prestarle unos suéteres, los está usando y está feliz porque tenemos el mismo talle. Le digo que si la cuarentena se sigue estirando le voy a tramitar la tarjeta de residencia en Rosario», bromeó.
Tras quince años de visitas, Carlos ya es un viejo conocido del lugar: «Él está cómodo acá, después de tantos años que nos visitó ya es como un tío que vive lejos. Él viene, charla y nos ponemos al día. Él medianamente está feliz, dentro de lo que es una cuarentena. Está bien y tiene todo lo que precisa», concluyó Omar.