Un equipo de científicos de España descubrió nicotina y antidepresivos entre los contaminantes derivados de la actividad humana presentes en aguas interiores y litorales de la Antártida
Un equipo de científicos de España descubrió nicotina y antidepresivos entre los contaminantes derivados de la actividad humana presentes en aguas interiores y litorales de la Antártida. Expertos de Nueva Zelanda advirtieron microplásticos sobre toda la nieve fresca.
A continuación un repaso por las investigaciones sobre la contaminación en la Antártida
El trabajo realizado por expertos españoles fue publicado en la revista especializada Journal of Hazardous Materials. Midió una serie de contaminantes orgánicos antropogénicos de preocupación emergente, tanto en aguas dulces como en aguas marinas costeras. “La presencia humana, vinculada a la investigación, el turismo y las actividades pesqueras, aumentó notablemente en los últimos 65 años. El impacto antropogénico sobre la Antártida, que incluye la contaminación química de los ambientes prístinos antárticos”, señalaron los expertos.
Desde nicotina hasta antidepresivos
Tras evaluar muestras que provenían de diversas fuentes: arroyos, lagunas, manantiales e incluso agua marina costera, además de zonas afectadas por actividades humanas, como las bases, los campamentos y el turismo, y de áreas sin aparente presencia humana o animal, los científicos lograron identificar productos farmacéuticos. Entre los que enumeraron: los analgésicos acetaminofeno, diclofenac e ibuprofeno, el regulador de colesterol y triglicéridos en sangre bezafibrato, el diurético hidroclorotiazida, el antibiótico claritromicina, y los antidepresivos citalopram y venlafaxina. Incluso, hallaron nicotina y cafeína, filtro UV benzofenona 1 y el producto industrial anticorrosivo tolitriazol.
Miren López de Alda, investigadora científica del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua en Barcelona y responsable del análisis de estos contaminantes, destacó que “la nicotina y el citalopram no se habían estudiado antes en la Antártida”. El primero puede ser conocido popularmente, el segundo es un tipo de inhibidor selectivos de la recaptación de serotonina. Se lo indica en algunos casos de personas con depresión.
El resto de sustancias se incluyeron en el estudio. El mismo u otros grupos de investigación ya los había detectado antes y, según los resultados previos obtenidos, presentaban un riesgo toxicológico moderado o alto para los organismos acuáticos, aclaró la investigadora. Además, los expertos caracterizaron fisicoquímicamente las aguas investigadas y determinaron sus componentes y el contenido de contaminantes inorgánicos.
“Los resultados del trabajo evidenciaron que las actividades humanas aportan contaminantes que, por su naturaleza, su persistencia y su capacidad de dispersión, suponen una amenaza potencial para el ambiente antártico. Además, las áreas libres de hielo, de donde proceden la mayoría de las muestras estudiadas, presentan una particular situación hidrogeológica y son especialmente relevantes por tratarse de ecosistemas frágiles y que contienen gran riqueza y diversidad biológica”, dijo Jerónimo López, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los coautores del artículo.
Plásticos y microplásticos sobre las nieves más “prístinas” del planeta
Investigadores de Nueva Zelanda encontraron microplásticos en la nieve fresca en todo el quinto continente, un territorio con el que los humanos no interactúan. Los trozos extremadamente pequeños de escombros plásticos se encontraron en 19 sitios de prueba. Esto sugiere que algunos habían sido transportados por el aire durante miles de millas. Sin embargo, los científicos también señalaron la presencia de estaciones de investigación internacionales cercanas como otra fuente potencial.
Asimismo, indicaron que se encontraron 13 tipos diferentes de plástico. El más común es el PET (tereftalto de polietileno), habitualmente utilizado para hacer botellas de refrescos y ropa. Las concentraciones más altas se encontraron junto a las bases científicas de la isla Ross: la base Scott y la estación McMurdo, la estación más grande de Antártida.
Tampoco se pudo descartar la presencia de partículas microplásticas en el aire. Esto tendría el potencial de influir en el clima al acelerar el derretimiento de la nieve y el hielo. Los microplásticos también se han relacionado con efectos ambientales adversos al limitar el crecimiento, la reproducción y las funciones biológicas generales en los organismos. También pueden tener implicaciones potencialmente negativas para los seres humanos.
El estudio, publicado en la revista científica The Cryosphere, mostró un promedio de 29 partículas microplásticas por litro de muestras de nieve derretida. Esto es más alto que las concentraciones marinas reportadas anteriormente en el mar de Ross. Los investigadores examinaron las posibles fuentes de microplásticos y dijeron que, aunque los modelos atmosféricos sugirieron que los microplásticos pueden haber viajado miles de millas a través del aire. Es probable que la presencia de humanos en la Antártida haya establecido una “huella” microplástica.
Natasha Gardiner, asesora medioambiental de la misión Antártica de Nueva Zelanda, dijo que la investigación de la universidad tiene un “enorme valor”. Los hallazgos permitirían a las partes del Tratado Antártico “tomar decisiones basadas en pruebas con respecto a la necesidad urgente de reducir la contaminación por plásticos en el futuro”, dijo Gardiner.