Opinión

Columna de opinión: «El grito de Raquel»


Por Carlos Duclos

Un grito desgarrador, agudo, profundo, esencia y naturaleza del mismo dolor, sale de las entrañas de la Madre Tierra. Están matando a sus hijos. Es el mismo grito desesperante y desesperado que sale del corazón de las madres que ven morir a la sangre de su sangre. Y mientras tanto, Dios dice: «Se oye una voz en Ramá, de alguien que llora amargamente. Es Raquel, que llora por sus hijos, y no quiere ser consolada porque ya están muertos.»

Un grito desgarrador, agudo, tan lacerante como la espada que Simeón le describió a María (“Y una espada traspasará tu alma”), sale de millones de pobres corazones afligidos, perturbados y aplastados, que son el mismo corazón del Bendito Traspasado y Crucificado, ese mismo que dijo: “Apartaos de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fuí huésped, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”.

Tienen hambre y no les dan de comer, están desprotegidos y los desprotegen más, afligidos y los afligen más. Son los hacedores del dolor que jamás han sentido en carne propia. Impacibles ante la desesperación del otro, desconocen lo que es la compasión. Serviles al demonio que tiene su trono en la nueva Babilonia, son los gerentes de la Bestia, la del número 666, la que no deja comprar ni vender, la que aniquila dignidad y mata derechos (Apocalipsis 13-16).

Mimetizados en sectas y logias vestidas de palabras bonitas y acciones engañosas, son los hijos de la mentira. Pero desde lo alto viene una voz que dice, como en Gálatas: “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”.

Y los servidores del mal, hacedores de aflicciones, sean quienes sean, vengan de donde vengan, pagarán: «A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor.»

Sí, se siente el grito desgarrante de Raquel. Ella llora por sus hijos, y no quiere ser consolada porque el imperio los está matando.