En la Cumbre Mundial de Salud, realizada en Italia, líderes de países más ricos del mundo darán dosis a quienes más lo necesiten
Los líderes de los países y bloques más ricos dentro del G20 se comprometieron este viernes a donar vacunas contra el coronavirus para las naciones de ingresos medios y bajos, pero no consiguieron consensuar una liberación temporal de las patentes de estos fármacos en la Cumbre Mundial de Salud, que tuvo como anfitrión a Italia.
«Todo el mundo, donde sea» debería tener acceso a las vacunas destacó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al comienzo de la cumbre presencial y virtual convocada por el miembro presidente pro témpore del G20, Italia, y de entrada dejó en claro cuál es la propuesta de la Unión Europa (UE) para avanzar hacia este objetivo.
«Europa tiene intención de suministrar por lo menos 100 millones de dosis a países de ingresos bajos y medios, antes de fines de 2021», dijo y luego Alemania y Francia anunciaron donaciones sustantivas al sistema multilateral Covax, que busca garantizar una distribución más igualitaria de vacunas en el mundo.
Las empresas farmacéuticas que producen los inmunizantes en el territorio de la UE se comprometieron, además, a suministrar 1.300 millones de dosis a países de ingresos medio y bajo, añadió von der Leyen.
Se trata de las empresas Pfizer, BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson: los primeros proporcionarán 1.000 millones de dosis, la tercera unas 100.000 y el último 200 millones.
Pese a la evidente falta de acuerdo más allá de los anuncios de donaciones en vacunas y dinero, el anfitrión, el primer ministro italiano, Mario Draghi, se mostró optimista y prometió: «Mientras nos preparamos para afrontar la próxima pandemia, nuestra prioridad debe ser asegurarnos de superar juntos la actual. Debemos vacunar a todo el mundo, y rápidamente».
Desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta China ofrecieron partidas millonarias para alimentar los puntos acordados en la resolución final, bautizada Declaración de Roma: «ampliar la actual arquitectura multilateral de salud»; «apoyar a países de ingresos bajos y medios para que construyan capacidades productivas y de desarrollo locales y regionales»; «invertir en mano de fuerza global para las áreas de salud y cuidado» y en «sistemas de vigilancia y de detección temprana», entre otros objetivos.
Sin embargo, el debate sobre el levantamiento temporal de las patentes de vacunas contra el coronavirus que India y Sudáfrica abrieron el año pasado en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y Estados Unidos revivió hace unas semanas con su sorpresivo apoyo casi no apareció en la cumbre.
La UE, su principal potencia, Alemania, y su ex miembro Reino Unido ya habían dejado claro que no apoyan la medida, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y voces referentes en el tema como Médicos Sin Fronteras podría ampliar la capacidad productiva de las vacunas y hacerlas más accesibles.
Hoy, el triunfo de esas voces minoritarias quedó plasmado en la declaración final. Una de esas voces fue la del presidente argentino, Alberto Fernández, quien planteó que «es fundamental garantizar el acceso equitativo y solidario a vacunas y medicamentos».
«La grave desigualdad en el acceso a medicamentos y vacunas representa un hecho injusto, sumamente inmoral y contrario a los intereses de la comunidad internacional en su conjunto», agregó.
En este sentido, la declaración final llama a «promover una mayor eficiencia en el uso de capacidades y distribución global a través de cooperación y la expansión de las capacidades existentes, como dentro del acuerdo TRIPS (de propiedad intelectual) (…) y promover el uso de herramientas como los acuerdos de licencias voluntarias sobre propiedad intelectual, transferencias de tecnología y conocimiento voluntarias».
En otras palabras, aumentar los acuerdos y la cooperación dentro del sistema actual, sin cambios.
«La propiedad intelectual es un instrumento para aumentar la capacidad manufacturera», resumió Von der Leyen en un tuit tras la cumbre.
El primer ministro británico, Boris Johnson, en tanto, eligió concentrarse en la necesidad de adelantarse a la próxima pandemia y evitar una nueva sorpresa que paralice el mundo entero.
«Necesitamos construir un sistema de vigilancia de enfermedades adecuado para el siglo XXI, con intercambio de datos en tiempo real y secuenciación y respuesta genómicas rápidas», afirmó, en un comunicado oficial.
El trasfondo de esta cumbre es la flagrante desigualdad que desnudó, primero, la pandemia, y luego, de manera más patente, la producción, distribución y administración de vacunas para controlar el coronavirus.
De las 1.500 millones de dosis inyectadas hasta ahora en todo el mundo, solo un 0,3% fueron en países de bajos ingresos, mientras que el 90% se concentraron en los países del G20, principalmente en las naciones ricas.
Una comparación que circuló mucho estos días destacaba que mientras apenas un 2% de la población africana fue vacunada, en la UE -compuesta por 27 países-, los inoculados llegan al 20%.
«El G20 tiene los medios necesarios para vacunar a todo el mundo y el mundo no puede esperar más», había reclamado el titular de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, una de las voces que más está denunciando esta asimetría desde hace meses, especialmente cuando se hizo evidente que las grandes farmacéuticas estaban priorizando sus acuerdos con los países más ricos en vez de sus compromisos con el mecanismo multilateral Covax, que distribuye dosis a naciones de bajos y medianos ingresos.