Por Pablo Tallón
Azopardo 802. Pocas direcciones logran tener trascendencia en la vida política de un país y la sede de la CGT, que este domingo cumple 70 años, es una de ellas: un edificio racionalista ligado de manera directa a la vida y la muerte de Eva Perón y que en sus siete décadas supo albergar poderosos dirigentes sindicales y ser escenario de feroces disputas internas. Además, dos de los principales protagonistas de la construcción fueron condenados al ostracismo por su vínculo con la «abanderada de los humildes».
Inaugurado el 18 de octubre de 1950, el edificio de la Confederación General del Trabajo (CGT) se alzó en un terreno donado por la Fundación de Ayuda Social Eva Perón, que tenía su sede principal enfrente, en lo que es la actual Facultad de Ingeniería.
El diseño de la construcción estuvo a cargo de Jorge Sabaté, un arquitecto de profunda vinculación con sindicatos y con la Fundación Eva Perón: entre sus obras también se destacan la sede de La Fraternidad, el anfiteatro del Parque Centenario, la Ciudad Universitaria de Córdoba, el Autódromo porteño y Villa Eva Perón (actualmente Las Cuevas), un pueblo mendocino al pie del Aconcagua.
«Sabaté fue un gran arquitecto, no sólo por la cantidad sino por la calidad de las obras que hizo. Empezó con el academicismo, pasó por el art decó, algo de necolonialismo y después fue al racionalismo. El edificio de la CGT tiene una potencia conceptual extraordinaria: espíritu funcionalista, fachada límpia, líneas rectas», destacó a NA el arquitecto y vicepresidente del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón (INIHEP)-Museo Evita, Juan Martín Repetto.
El primer piso cuenta con el reconocido Salón Felipe Vallese, coronado por el mural «La dignidad de los trabajadores», del pintor Miguel Petrone, y utilizado en las conferencias de prensa de la central obrera; en el segundo está el museo dedicado a Eva Perón; en el tercero se ubica la biblioteca; y en el cuarto se destaca la sala de reuniones del Consejo Directivo: los planos de Sabaté fueron donados por su descendientes al Museo Evita.
El corte de cinta estuvo a cargo del entonces presidente, Juan Domingo Perón, y el secretario general de la central obrera, el sanjuanino José Espejo, el sindicalista más cercano a Evita y que llegó a ser vicepresidente segundo de la Convención Constituyente de 1949.
Apenas dos años después de la inauguración, la primera dama falleció el 26 de julio a los 33 años víctima de un cáncer: tras un masivo velorio, los restos de Evita fueron trasladados el 11 de agosto de 1952 a la sede de la CGT, para cumplir con el deseo expresado en vida por la líder del Partido Peronista Femenino.
En el segundo piso de Azopardo 802 el médico español Pedro Ara instaló su laboratorio para proceder a las tareas de embalsamamiento, quien no pudo doblegar la insistencia de Perón: el nacido en Zaragoza consideraba peligroso que estuviera en la CGT por ser un centro de «lucha social» y por lo tanto consideraba mejor hacer el procedimiento en los jardines de la Quinta de Olivos. «Los dirigentes obreros tenían a grande honor el ser depositarios del cuerpo yacente de la compañera Evita y harían cuanto fuera necesario por mostrarse dignos de tan preciada distinción», escribió Ara en su libro ‘El caso Eva Perón’.
El edificio diseñado por Sabaté se convirtió de repente en centro de convocatoria y movilización popular: desde la vereda hasta lo más alto de la construcción racionalista estuvo repleto de flores, coronas, cartas, rosarios e imágenes de la primera dama.
Un año después, una de las tantas disputas internas empujó a Espejo a abandonar la conducción de la CGT y allí empezó su derrotero, que lo devolvió «al llano», como declaró en varias oportunidades: manejar un camión para vender vino, galletitas y terminar sus días jubilado y vendiendo café. Tras el golpe de Estado que derrocó a Perón, el 22 de noviembre de 1955 un comando liderado por Carlos de Moori Koenig ingresó a la sede de la central obrera y robó el cadáver de Evita.
La Revolución Libertadora también arrastró a Sabaté «al ostracismo» e impidió que se realizaran algunas reformas que había ideado el arquitecto, lamentó Repetto a NA. «Después hizo muy poco. Estuvo cinco o seis años sin trabajar. Era un hombre muy identificado con el movimiento peronista, de absoluta y permanente consulta de Perón y Evita», señaló el vicepresidente del INIHEP.
De cada dictadura, el edificio de la CGT no salió indemne: en el 76, otro grupo de tareas se adentró en la sede de Azopardo 802 y vandalizó el mural del Salón Felipe Vallese. Con el regreso de la democracia y con el cervecero Saúl Ubaldini como principal referente del sindicalismo, la sede de la central obrera tuvo algunas obras para reacondicionarla tras la oscuridad en la que quedó inmersa entre 1976 y 1983: una de las tareas que se llevaron adelante fue la restauración de la obra de Petrone. Años más tarde, en 2007, el entonces presidente, Néstor Kirchner, declaró al edificio de la CGT «Monumento Histórico Nacional».