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Dolor y pedido de justicia

El dolor de una madre, 25 años después: «En Argentina no existe la Justicia»


Por Matías Gregorio

Corrían las primeras horas del 18 de julio de 1994. Cristian Adrián Degtiar, de 21 años, se levantó más temprano de lo normal. Si bien trabajaba para la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (Daia), lo hacía en el turno tarde, ya que durante la mañana cursaba el tercer año de la carrera de Abogacía. Pero como estaba de vacaciones en la Facultad, decidió aprovechar el día para entregar un trabajo que tenía pendiente en la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia), de calle Pasteur 633, en pleno barrio Once de la Ciudad de Buenos Aires.

«‘Cristian, ¿a dónde vas?, le pregunté acostada’. ‘A entregar un trabajo extra, mamá’, me respondió. Él era muy cariñoso, pero ese día, como yo estaba en la oscuridad de mi dormitorio, simplemente nos despedimos con un movimiento de manos. Se fue y yo me fui a trabajar a mi negocio. Al rato que llegué, me llamó mi hija creyendo que Cristian estaba durmiendo debido a que no estaba teniendo clases en la Universidad. Cuando le dije que se había ido a la Amia pegó un grito y me dijo ‘mamá, nos vemos allá, hubo un atentado’. Con mi esposo cerramos el negocio, nos subimos al coche y prendimos la radio para saber de qué se trataba porque no nos había explicado nada. Recién cuando escuchamos las sirenas nos dimos cuenta de que era algo muy grave. Y hoy, 25 años después, todavía no sabemos que camino hicimos para llegar desde Vicente López, en las afueras de Capital, hasta el lugar, porque mi esposo se descomponía mientras manejaba, yo lo tranquilizaba, y cuando él se tranquilizaba yo me descomponía, y así llegamos a una playa de estacionamiento al lado de la Facultad de Medicina. No había lugar y dejamos el auto abierto con las llaves adentro y salimos corriendo. La Amia estaba a dos cuadras. Cuando vimos la situación nos dimos cuenta que todo había terminado».

Olga Degtiar, a sus 76 años, recordó con detalles el día que cambió para siempre su vida y la de toda su familia. «Todo este mes estuve teniendo fotos de momentos, realmente la estoy pasando muy mal», confesó en diálogo con CLG desde su hogar, aún con la herida abierta de saber que en todo este tiempo no se esclareció el caso.

Este jueves se cumple el 25 aniversario del ataque terrorista contra la Amia, que dejó un saldo de 85 personas asesinadas y más de 300 heridas, tratándose del mayor ataque terrorista ocurrido en Argentina y el peor contra objetivos judíos desde la Segunda Guerra Mundial.

La explosión ocurrida a las 9.53 echó abajo los siete pisos de la institución y cambió para siempre la historia de nuestro país. En el camino pasaron dos juicios orales, cientos de testimonios, muchas versiones cruzadas, encubrimientos de fiscales, jueces y de altos funcionarios del Estado argentino, creaciones de organismos especiales, un Memorando y hasta la muerte de un fiscal, entre otras cosas. No obstante, aún no se conoce la responsabilidad del ataque y el crimen se mantiene en la impunidad.

«Es un dolor muy grande, que no solamente lo sentimos ahora, sino que lo venimos padeciendo año tras año. Estoy luchando todos los días desde hace 25 años, entregué parte de mi vida y abandoné mucho a mi familia para tratar de sentir que estoy haciendo algo y que la muerte de Cristian no haya sido en vano, y sin embargo a veces me pregunto cómo puede ser que los familiares no logramos conseguir lo que nos propusimos», dijo Olga, intentando sostener la voz entre cada frase.

El pasado 28 de febrero el Tribunal Oral Federal 2 dictó la sentencia del segundo juicio de la causa, que se había iniciado en 2015. En dicho fallo fueron condenados por encubrimiento y corrupción el ex juez de la causa Amia Juan José Galeano (6 años de cárcel), los ex fiscales de la causa Amia Eamon Mullen y José Barbaccia (2 años de prisión condicional), el ex jefe de los servicios de inteligencia Hugo Anzorreguy (4 años y 6 meses), el reducidor de autos Carlos Telleldín (3 años y 6 meses) y otros altos funcionarios del Estado argentino, mientras que el ex presidente Carlos Saúl Menem fue absuelto.

La madre de Cristian, el chico que jugaba al fútbol en el Club Casa y que había ganado dos concursos de literatura, contó que tenían esperanzas de que las condenas sean ejemplares, pero afirmó que «nuevamente no hubo justicia porque las sentencias que han dado son muy bajas».

«Aún así, lo peor de todo es sentir que estamos viviendo en un país donde no existe la Justicia, donde el poder judicial no es independiente y donde todo se debe a favores. Acá la Justicia solamente se compra y los gobiernos no hacen nada para cambiar esta situación. Desde la época de Menem hasta el presente ningún gobierno tuvo la intención política de lograr que el atentado a la Amia se esclarezca. Siempre han puesto palos en la rueda, y si no los puso el gobierno, lo hizo la oposición», afirmó Degtiar.

Sobre el proyecto de juicio en ausencia que impulsa el actual gobierno y que ya logró dictamen en Diputados, opinó: «Es algo ridículo. Se sabe que cuando se impone una ley nunca es retroactiva, siempre rige a partir del momento que se promulga. Para el atentando a la Amia no serviría. Es simplemente armar un circo donde se acusaría a los culpables sin que estuviesen presentes y sin mandarlos a la cárcel. Así y todo lo proponen como si fuera la panacea que esclarecería el atentando, cuando lo único que quieren es que la causa Amia se cierre definitivamente».

Según detalla la iniciativa, el juicio en ausencia es un instituto legal que se aplicaría en aquellas situaciones en las que un imputado no se presentase frente a la Justicia, sea por rebeldía, por fuga o paradero desconocido, por no haber sido entregado al tribunal por las autoridades estatales competentes o por algún otro motivo. El objetivo es reglamentarlo en casos de crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, así como los perpetrados por el crimen organizado. De ser aprobada, la norma tendría como caso más ilustrativo el juzgamiento de los iraníes acusados de perpetrar el atentado a la Amia.

Habiendo estado presente en cada avance y retroceso judicial que tuvo la causa, Olga dio su visión sobre lo ocurrido: «En Argentina tiene que haber habido una conexión local, porque si no, no se hubiese podido lograr. Creo que este atentado, y también el que ocurrió contra la Embajada de Israel en Argentina donde murieron 22 personas en 1992, vienen a partir de la promesa que tenía el ex presidente Menem de entregar tecnología nuclear y no lo hizo, habiendo tenido un gran apoyo de Irán para su campaña. Además, mandó las tropas a apoyar el bloqueo contra Irak en la Guerra del Golfo, en una especie de traición. Pienso que mandaron el atentado a la Embajada como una advertencia, y después fue el atentado a la Amia. Eso es lo que creo, pero saber la verdad, no la sabemos».

A pesar de todo, no pierde la ilusión de saber qué fue lo que pasó: «Me impongo a mí misma tener esperanza, no quiero bajar los brazos, porque eso sería hacer lo mismo: cerrar la causa. Sigo luchando, sigo formando parte del grupo de familiares 18J, y todos los días estamos tratando de buscar algo para mantener la causa Amia vigente y que se active nuevamente la investigación como se debe. Pero después de 25 años, ¿qué investigación real vamos a conseguir?».

«Aún así, no me permito perder las esperanzas, pero estoy grande y realmente siento que no voy a llegar a ver la verdad. Lo único que espero es que mis hijos, que han visto mi lucha y la de mi esposo durante 25 años para saber la verdad, porque justicia me parece una palabra muy grande en esta causa, sigan luchando cuando nosotros no estemos. Y si no son mis hijos, que sean mis nietos», agregó la madre de una de las víctimas del fatal atentado.

El 18 de julio de 1994, cuando una viga cayó sobre el cuerpo de Cristian, cambió para siempre la vida de toda una familia de Vicente López, como así también la de cientos de argentinos más. A pesar de aferrarse a la unión para seguir adelante, el dolor convive con ellos desde hace 25 años. Y en vez de ir cicatrizando con el correr del tiempo las marcas de una pérdida tan importante, la política y la Justicia argentina e internacional se encargaron de profundizar la tristeza: «Mi vida cambió definitivamente. La mía, la de mi marido, la de mis hijos y hasta las de mis nietas que eran muy chiquitas. La única suerte que tenemos es que somos una familia muy unida y que nos hemos abroquelado todos para poder seguir adelante. Tratamos de aferrarnos a nuestros hijos, nietos, y ahora por suerte tengo dos bisnietos, y que ellos nos den la fuerza necesaria para seguir adelante. Pero nunca volvimos a ser lo que fuimos».