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Política y Economía

Por Diego Añaños

El discurso del presidente y las perspectivas 2019


Por el Licenciado Diego Añaños*

Los analistas suelen sucumbir ante la tentación de reflexionar acerca de las “verdaderas” motivaciones, o las “secretas” intenciones de los gobernantes. Es así, que se esfuerzan por demostrar, siempre sin éxito, la bondad o la maldad, la mala o la buena intención en las decisiones. Sin embargo está claro que eso es imposible, por lo que los análisis deberían centrarse en los datos disponibles.

Durante la apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso Nacional, el presidente Macri, confirmó el rumbo de la política de Cambiemos. Dejó claro que no va a apartarse del camino trazado a fines de 2015 que, más allá de los ajustes en función de los avatares financieros, no ha cambiado sustancialmente. En su discurso, el primer mandatario aseguró que la situación mejorará a lo largo de su último año de gestión. Reflexionemos, entonces, acerca de la posibilidad de que eso efectivamente ocurra utilizando los datos disponibles.

Cualquier curso introductorio de macroeconomía elemental, comienza con un análisis de las Cuentas Nacionales, a través de la Ecuación Macroeconómica Fundamental. En la misma, se representan las principales variables agregadas de un sistema económico. Allí aparecen cuatro variables que operan como tractores del crecimiento: el Consumo (que representa el gasto de los Hogares en la adquisición de bienes y servicios destinados a satisfacer sus necesidades), la Inversión (que es el gasto que realizan las Empresas en bienes y servicios con el objeto de producir otros bienes y servicios), el Estado (los ingresos a través de los Impuestos y los egresos, representados por el Gasto) y, finalmente, el conjunto de relaciones comerciales con el Mundo, registradas en la Balanza Comercial (Exportaciones e Importaciones).

El Consumo representa alrededor del 75% del PBI en la Argentina, por lo tanto es la variable más relevante en términos relativos, básicamente por su magnitud. Simplificando, cuando el Consumo crece, casi siempre, el PBI crece. Claro, un aumento en los gastos de las familias, se traslada rápidamente al sistema, y moviliza la rueda de la economía. Venden los pequeños comercios, se multiplica la demanda de servicios, se estimula la construcción, etc. Eso sí, para que eso ocurra, es necesario que los salarios de los trabajadores crezcan. Es más, es necesario que crezcan más velozmente que la inflación, cuando ésta existe, porque de otro modo cae el poder adquisitivo de la masa monetaria disponible y el consumo cae.

De acuerdo a datos del INDEC, sólo en 2018 se perdieron 191.300 puestos de trabajo. Paralelamente, y dado que la gran mayoría de los acuerdos paritarios estuvieron muy por debajo de la inflación, el organismo consigna una caída del 17,3% del poder adquisitivo de los salarios. Son cifras oficiales. Las caídas en paralelo del nivel de empleo y del poder de compra de los asalariados, tienen como correlato la importante caída en el nivel de consumo registrada durante 2018. Por lo tanto, para imaginar una recuperación del consumo en 2019, necesitamos de la convergencia de dos fenómenos:

1. En primer término, un crecimiento en el nivel de empleo. En éste sentido debemos considerar que, en función del acuerdo firmado con el FMI la vía del crecimiento del empleo público está ocluida, y que, según lo consignado en el presupuesto 2019, la obra pública sufrirá un importante recorte, por lo que no será una usina de empleo durante éste año. En síntesis, toda la responsabilidad en la el proceso de generación de empleo, recae en el sector privado (analizamos la Inversión en el siguiente apartado), ya que el Estado está en retirada.

2. En segundo lugar, una recuperación del salario en paritarias contra inflación. Digo recuperación y no solamente ajuste o crecimiento, porque es prioritario recomponer el poder de compra del salario del deterioro que arrastra de 2018, para luego acompañar el crecimiento del mismo por encima de la evolución del índice general de precios a lo largo de 2019. Ninguna consultora seria estima la inflación del año por debajo de 30%, por lo que las paritarias deberían estar por encima del 50% para poder recuperar lo perdido el año pasado y ganarle a la inflación proyectada para 2019.

Concluyendo, si no se generan empleos nuevos en la economía, mientras que se recompone y se fortalece el poder de compra de los asalariados, no hay posibilidades serias de crecimiento del Consumo para éste año. La teoría dice que la Inversión depende negativamente del nivel de la tasa de interés. Esto es, los empresarios invierten siempre y cuando el premio por producir, sea mayor al que pueden obtener por no hacer nada. El proceso de inversión es largo y tedioso, requiere de mucho trabajo y dedicación, a la vez que demanda negociar con una multiplicidad de actores (proveedores, empleados, entidades bancarias, Estado, sindicatos, etc). Cuando la tasa de interés vigente en el mercado está muy por encima de las expectativas de ganancias que tienen los inversores, no existe incentivo para producir, y el ahorro se orienta a la valorización financiera por sobre la valorización productiva del capital.

Actualmente, la gestión económica de Cambiemos se centra en el control de una variable única, el tipo de cambio, y la herramienta clave para llevar adelante la tarea es el manejo de las tasas de referencia del BCRA. Simplificando, el Banco Central ofrece tasas de interés astronómicas, de modo de evitar que los pesos sobrantes de la economía se dirijan a la compra de dólares. De lo contrario, la presión de la demanda impulsaría al alza al dólar, lo cual implica un aumento de la presión sobre el índice general de precios. Más allá de las afirmaciones de algunos funcionarios del Gobierno, negando su vigencia, el pass through opera en la Argentina. Entonces, tasas altas, ofrecen un incentivo muy poderoso para no refugiarse en el dólar, lo cual evita una disparada inflacionaria (si está funcionando o no, será motivo de otra charla).

Claro, los daños colaterales son previsibles: no sólo el dólar deja de ser atractivo, también deja de ser atractiva la inversión, ya que ningún negocio productivo lícito ofrece las tasas de retorno que ofrece hoy la operatoria financiera en la Argentina.

Los tímidos intentos de tranquilizar las tasas a lo largo de febrero, tuvieron una respuesta clara por parte de los agentes económicos: si el negocio de las tasas se cae, el traslado al dólar es inmediato, la presión sobre su cotización eleva su precio, y la inflación se dispara. Nada hace pensar que habrá una modificación sustancial en la política monetaria, por lo cual es virtualmente imposible que la inversión sea la locomotora de la economía en 2019.

El Estado es el actor más relevante en una economía contemporánea. De hecho, al revisar la historia del capitalismo, no existe un solo caso exitoso en el cual el papel del Estado no haya sido absolutamente relevante como conductor de los procesos de crecimiento, y luego desarrollo. Es el actor individual más importante del sistema, tanto por su tamaño relativo, como por su capacidad de establecer las reglas de juego.

Una lectura rápida del Presupuesto 2019, nos muestra un Estado Nacional que se ata de pies y manos a sí mismo. En virtud del conjunto de acuerdos con el FMI, se compromete a bajar sensiblemente el gasto público. Más allá de cualquier otra consideración, esto significa en los hechos que el actor más relevante de la economía nacional, va a reducir sus gastos, lo cual se traduce en términos prácticos en despidos y retracción de la obra pública. El objetivo de tales medidas es alcanzar el déficit cero (tal como se planteó durante el gobierno de De la Rúa), condición sine qua non para que el Fondo habilite los desembolsos previstos en los acuerdos.

Existen muchas dudas con respecto a la viabilidad del cumplimiento del objetivo, dado que, si bien el Estado achica el nivel de sus compromisos a través de la baja del gasto, sufre por otro lado la reducción de sus ingresos, ya que la recesión lesiona la recaudación impositiva.

Resumiendo, como un perro que se persigue la cola, se achica el déficit por la baja del gasto, pero el déficit crece por la caída de la recaudación. Por la razones expuestas, y en base a la información que nos provee el Presupuesto Nacional y
el Acuerdo Stand-By firmado con el FMI, no hay posibilidades de que el Estado actúe como agente dinamizador de la economía argentina durante el corriente año.

La apuesta fuerte de Cambiemos para el 2019 se centra en la recuperación del superávit comercial, el único sector generador genuino de divisas extranjeras. En virtud de la mala cosecha 2018, es previsible que la 2019 sea mejor. Por otro lado, y dado que las importaciones son tienen una relación directa con el nivel de actividad económica, la recesión hace que la caída de las mismas favorezca el achicamiento del déficit. Es, sin dudas, una de las pocas zonas de calma para el gobierno en 2019. Es probable que los productores que hayan sufrido la sequía en 2018 deban recuperar parte de lo perdido con la anterior cosecha, pero sin dudas no se espera que las malas noticias provengan del campo, al menos en los principales cultivos (soja, maíz y trigo). Es importante destacar que, si bien es cierto que la cosecha será mejor, también llegan noticias de que se esperan cosechas récord de soja en EEUU y Brasil, por lo cual seguramente los precios sufrirán una merma. Sin embargo, el escenario de buen volumen con precios medios no es el peor para los productores, por lo que las probabilidades de un superávit comercial (leve, pero consistente), son muy altas. Está claro, también, que no será suficiente para cubrir las necesidades de divisas, pero al menos no empeorará el panorama.

Finalmente, debemos considerar, también, al contexto global, como fuente de oportunidades o amenazas. Tres son las alertas para 2019: el destino de la guerra comercial EEUU-China, la política de tasas de la Reserva Federal de los EEUU, y el proceso del Brexit. Queda claro que cualquier incremente de las tensiones globales, por la escalada de las disputas comerciales entre potencias o la inestabilidad económico-financiera (un Brexit traumático, por ejemplo), o una disputa militar, producen una reversión de los flujos financieros globales hacia posiciones más seguras (fly to quality), por lo que los países emergentes sufrirán la salida de capitales rumbo a economías más estables. Por otro lado, una eventual suba de las tasas de referencia por parte de la FED (que se viene moviendo muy cautelosamente en las últimas reuniones), operaría en el mismo sentido, poniendo en problemas a las economías más vulnerables. Alerta amarilla para la Argentina, cuyo grado de exposición en moneda extranjera es de los más altos del planeta, y no está en condiciones de atravesar una nueva “tormenta” sin naufragar en el intento.

Capitulando: de los cuatro tractores que impulsan a una economía capitalista contemporánea, los tres más potentes (el Consumo, la Inversión y el Estado) no muestran señales de recuperación en 2019. Una leve mejora en el saldo de la Balanza Comercial, no parece ser suficiente para poner a la economía en movimiento. Todo nos hace pensar que, más allá de las especulaciones acerca del número final, que debiera surgir más de un ejercicio de un alquimista o un profeta que de un análisis económico, el presente año no será el de la salida del ciclo recesivo. Al menos no hay ninguna variable relevante que, al día de hoy, nos muestre lo contrario, más allá del optimismo del discurso presidencial de apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso Nacional.

Lic. Diego Añaños