Por Diego Carballido
«Nuestro club está en los límites de varios barrios, adelante de las vías, y solemos tener complicaciones con las jurisdicciones, eso a veces dificulta el trabajo territorial con los pibes” cuenta Matías Moschini, pero aclara: “De todas maneras, siempre dejamos de lado esas líneas divisorias y pudimos construir un trabajo de base”.
El Club Social y Deportivo 20 amigos están emplazado a espaldas de las vías, en Felipe Moré al 3400, justo sobre el límite entre barrio triángulo y barrio moderno. Matías es un joven presidente de la institución que, desde hace cuatro años, comenzó un trabajo coordinado con un grupo de socios comprometidos para poder devolverle la vida a un club que está emplazado en una zona donde los recursos no abundan y donde la contención, sobre todo de los más chicos, se hace necesaria para que no caigan en opciones equivocadas.
«El club tiene una historia de trabajo social muy importante en el barrio»
«El club tiene una historia de trabajo social muy importante en el barrio» dice Matías y explica: “En base a talleres a largo plazo, convenios con la provincia, con Extensión Universitaria de la UNR y con otras instituciones del barrio podemos llevar adelante un club amplio con una sala de computación, biblioteca, un salón grande y un gimnasio por donde pasan 150 chicos todas las semana. Tenemos de todas las edades, desde nenes chicos de dos y tres años que vienen con los hermanos, muchos preadolescentes de 10 a 13 años y hasta una camada de adolescente y jóvenes».
Todos los que forman parte del club tienen acceso gratuito a talleres y actividades como boxeo, trapecio, guitarra, teatro y murga, entre otros deportes. Y este año, se anexaron los talleres de serigrafía y carpintería con producción propia, en el marco del programa Nueva Oportunidad.
Postales de crisis económica
El hecho de que el club esté en el límite de dos barrios, también lo ubica en la frontera entre dos realidades económicas distintas, por eso Moschini sostiene que la institución tiene un papel importante en la integración y además desde hace un tiempo comenzaron a presentarse ciertas situaciones que preocupan. «Vemos que los pibes están viniendo con más hambre, sobre todo ahora en invierno. Por eso, tuvimos que modificar nuestros planes al ver que los chicos no estaban tan cómodos porque tenían la necesidad de tomar un vaso más de leche. Bajamos la intensidad de algunas actividades y le damos un tiempo más para que merienden y además tuvimos que agregar dos días de cena. Son 50 pibes que, por lo menos, se van con un plato de comida a la casa».
Y no es sólo el hambre el único indicio de que los tiempos no son de bonanza económica, sino que también: «Nos están llegando chicos de clase media, que antes podía pagar un profesor de guitarra, por ejemplo, y ahora vienen al club donde es gratuito. Y se nos están desbordando algunos talleres». Según el análisis que hace Moschini: «Estamos en el límite de dos barrios que tienen una realidad social distinta. Uno con más necesidades que el otro, pero los problemas económico han acercado esas dos realidades sociales, aunque uno la sufra más que el otro».
«Estamos en el límite de dos barrios que tienen una realidad social distinta. Uno con más necesidades que el otro, pero los problemas económico han acercado esas dos realidades sociales, aunque uno la sufra más que el otro».
El club como espacio de formación
«Las instituciones en los barrios, hoy en día, exigen mucho más que antes. Ya no se trata de comer un asadito o pasar el día del niño. Los tiempos en que vivimos nos exigen articular con otras instituciones fuertes, como por ejemplo los centro de salud, las escuelas y otros clubes» reflexiona el presidente del club 20 amigos que tiene una amplia mirada respecto al rol que cumplen en un barrio donde, muchas veces, son noticias por hechos de violencia. «Por nuestro trabajo tenemos un análisis muy profundo y sabemos la realidad que vive nuestro barrio. A comparación de otros años, nuestra zona está en un momento pacífico. Tuvimos años muy violentos, como por ejemplo el 2010, donde eran habituales las muertes por circunstancias de los narcos. Más allá de que siempre pasan cosas como en todo barrio».
Al respecto, para Moschini la tarea que cumplen en el barrio no se termina con suplir algunas necesidades básicas, como la comida por ejemplo, sino en complementar con otras herramientas para que todos los que pasan por el club se lleven algo más. «Considero que está muy bien darle un plato de comida a un pibe, pero también es importante como institución estar al lado del él, meternos en su realidad».
El club se encuentra abierto desde las 9 de la mañana hasta la noche. «Cada taller tiene la historia de un pibe que encontró acá su lugar « dice Matías y asegura que: «Muchas veces algunos vecinos me han planteado de cerrar las puertas por miedo a la inseguridad, pero no lo hicimos. Tenemos los cuidados necesarios, pero nuestras puertas tienen que estar siempre abiertas para tener un contacto permanente con el barrio”.
Al momento de ser consultado sobre la forma en que se puede ayudar a 20 amigos, Moschicni concluye: «Vengan a dar una mano cuando quieran, pero si no pueden, acérquense a la institución más cercana que tengan en su barrio. Siempre hay que participar para construir en conjunto».
«Muchas veces algunos vecinos me han planteado de cerrar las puertas por miedo a la inseguridad, pero no lo hicimos. Tenemos los cuidados necesarios, pero nuestras puertas tienen que estar siempre abiertas»