Por Leo Ricciardino
Llegó el día. Hoy se terminan muchas especulaciones políticas, pero también se arriba a la certeza de que el país ha encontrado en este proceso electoral una válvula de escape para el descontento social. Aunque esto recién lo sabemos con mayor profundidad a partir de los graves conflictos en Chile, donde un pueblo dijo basta y puso en jaque a sus gobernantes. Aquí las identidades políticas están firmes, fortalecidas en el vaivén tirante de la confrontación entre el modelo que propone el gobierno de Mauricio Macri y la alternativa que logró presentar el peronismo unido y sin fisuras.
Aquella frase de Bill Clinton –“es la economía, estúpido”- pareció imponerse con fuerza ante la supuesta propuesta “republicana” del universo antiperonista que como en otros momentos de la historia intentó sumirnos en un contexto de inevitable reprimarización de la economía, la dependencia y el endeudamiento externos.
Muchos pensadores y políticos chilenos expresaron su valoración positiva por nuestra grieta. “Cuidenla, porque allí se cimenta la pasión, la participación política. Nosotros estamos pagando las consecuencias de una democracia abúlica; donde apenas un 50% del padrón concurrió a votar en las últimas elecciones”, dijo con mucha claridad el ex candidato a presidente chileno Marco Enriquez Ominami, entrevistado por la prensa argentina.
Como sea los desafíos a corto y mediano plazo demandarán acuerdos sociales amplios para establecer prioridades y trazar rumbos hacia un regreso al desarrollo con equidad.