Opinión

Un derecho humano

El agua: de Teofrasto a Francisco, 24 siglos defendiendo los recursos naturales


Por Fernando Del Corro (*)

«Molto utile e humile et preziosa et casta» (es muy útil y humilde y preciosa y casta), dijo el argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, al disertar en la Conferencia Internacional el pasado 8 de noviembre en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma acerca de «La gestión de un bien común: el acceso al agua potable para todos». 

Así, durante el encuentro, el Pontífice, al señalar que «el agua es esencial para la vida», se sumó al planteo sobre uno de los graves problemas que hoy genera el cambio climático. 

La temática ya planteada por él durante la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación y en la Encíclica Laudato Si, en circunstancias en que desde diversos ámbitos sociales, políticos y académicos se hace hincapié en la cuestión del cambio climático, retoma una antigua tradición no solamente de la Iglesia católica sino de otros credos y que en América tiene su clara manifestación más importante en el culto a la Pachamama, la «madre tierra». 

Claro que la preocupación por los efectos perjudiciales que buena parte del accionar humano, cada vez más graves, ejercen sobre la naturaleza no es una novedad de nuestros tiempos como que la historia registra antecedentes probados que datan de 24 siglos cuando el gran pensador griego Teofrasto de Ereso, el gran discípulo de Aristóteles de Estagira, escribiese sus 18 tomos sobre el «Sistema Natural» que lo convirtieron en el padre de la botánica. 

Teofrasto (el que explica como Dios), quién se iniciara como alumno de Platón y luego se convirtiese en la mano derecha de Aristóteles quien lo dejó como heredero de todos sus trabajos y como titular de la Escuela Peripatética que dirigió durante 36 años, comenzó por analizar los perjuicios que causaban en su ámbito los pantanos de aguas servidas originados por los desagües. 

La cuestión del calentamiento resultante de la deforestación también fue una de las cuestiones planteadas en la obra de Teofrasto, quién influyera en los macedonios Filipo II Argeida y su hijo Alejandro Magno; tema que siglos después comenzó a ser planteado por quienes vincularon la aparición de los grandes desiertos de África y Asia con la erradicación de los bosques naturales; es decir al accionar de los hombres. 

Desde un comienzo, el proceso de industrialización con base en el carbón mineral fue generando preocupación en los científicos y así, algo más tarde, en 1827 el matemático y físico francés Jean Baptiste Joseph Fourier dio a conocer un documento en el que señaló que «la fundación y el progreso de las sociedades humanas, la acción de las fuerzas naturales, pueden cambiar notablemente y en regiones vastas el estado de la superficie, la distribución del agua y los grandes movimientos del aire». 

Y agregó: «tales efectos son capaces de hacer variar, en el curso de muchos siglos, el grado promedio del calor, debido a que las expresiones analíticas contienen coeficientes que se relacionan con el estado de la superficie y el cual influye en gran medida a la temperatura». El error de Fourier fue pensar que eso iba a llevar una buena cantidad de centurias al no prever el descomunal crecimiento de la utilización de los hidrocarburos que se produjera algunas décadas más tarde. 

Así fue como a mediados del Siglo XX, el problema del cambio climático producido por el calentamiento llevó a una gran preocupación que dio lugar a que en 2015, en una cumbre celebrada en París, se celebrara un acuerdo para poner en marcha un proceso que frenase el cambio climático; acuerdo que en algunos meses más registró la firma de 195 países. 

En ese marco, meses antes, también en 2015, el papa Francisco dio a conocer su Encíclica Laudato Si y durante los pasados 5 y 6 de julio en el Vaticano se celebró una conferencia sobre Cambio Climático y Ecología. Algo que, sobre cuyos principios, volvió a remarcar haciendo centro en la cuestión del agua que, gravemente potenciada desde los tiempos de la Atenas de Teofrasto, ya afecta a buena parte de la humanidad.

(*) Historiador. Periodista de la Agencia Nacional de Noticias Télam.