Especialistas afirman que en los países ricos, que son los que más emiten por el transporte de alimentos per cápita, debería ser prioritario consumir alimentos cultivados y producidos localmente
El transporte de alimentos constituye el 19% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, lo que equivale al 6% de las emisiones de todas las fuentes, según un estudio de la Universidad de Sídney publicado en la revista Nature Food, se informó hoy.
Los países de altos ingresos son responsables de casi la mitad de estas emisiones, lo que lleva a los investigadores a concluir que entre los ricos se debe priorizar el comercio localmente, indicó la agencia DPA.
Esta cifra es hasta siete veces superior a la estimada anteriormente, y supera con creces las emisiones del transporte de otros productos básicos.
Por ejemplo, el transporte sólo representa el 7% de las emisiones de la industria y los servicios públicos.
Los investigadores afirmaron que, especialmente en los países ricos, que son los que más emiten por el transporte de alimentos per cápita, debería ser prioritario consumir alimentos cultivados y producidos localmente.
La doctora Mengyu Li, de la Facultad de Física de la Universidad de Sídney, explicó que el estudio estima que «los sistemas alimentarios mundiales, debido al transporte, la producción y el cambio de uso del suelo, contribuyen en un 30% al total de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre”.
Y añadió que “el transporte de alimentos, con un 6% aproximadamente, representa una proporción considerable de las emisiones totales».
Por su parte, el profesor David Raubenheimer, ecologista nutricional y coautor de la investigación, explicó que el «estudio demuestra que, además de cambiar hacia una dieta basada en plantas, lo ideal es comer localmente, especialmente en los países ricos».
Utilizando su propio marco, llamado FoodLab, los investigadores calcularon que el transporte de alimentos corresponde a unas 3 gigatoneladas (3.000 millones de toneladas métricas) de emisiones anuales, lo que equivale al 19% de las emisiones relacionadas con la alimentación.
Su análisis incorpora 74 países (de origen y de destino); 37 sectores económicos (como hortalizas y frutas; ganadería; carbón y fabricación); distancias de transporte internacionales y nacionales; y masas de alimentos.
Aunque China, Estados Unidos, India y Rusia son los principales emisores del transporte de alimentos, en general, los países de renta alta contribuyen de forma desproporcionada.
Países como Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón constituyen el 12,5% de la población mundial y generan casi la mitad (46%) de las emisiones del transporte de alimentos.
Australia es el segundo mayor exportador de emisiones del transporte de alimentos, dada la amplitud y el volumen de su producción primaria.
En el caso de las frutas y verduras, por ejemplo, el transporte genera casi el doble de emisiones que la producción.
Las frutas y las hortalizas constituyen en conjunto más de un tercio de las emisiones del transporte de alimentos.
Los países más ricos pueden reducir las emisiones del transporte de alimentos a través de varios mecanismos como invertir en fuentes de energía más limpias para los vehículos e incentivar a las empresas alimentarias para que utilicen métodos de producción y distribución menos intensivos en emisiones, como los refrigerantes naturales.
Sin embargo, la oferta está impulsada por la demanda, lo que significa que el consumidor tiene el poder definitivo para cambiar esta situación.
«Cambiar la actitud y el comportamiento de los consumidores hacia dietas sostenibles puede reportar beneficios medioambientales a gran escala”, explicó Raubenheimer y citó como ejemplo “el hábito de los consumidores de los países ricos de demandar alimentos no estacionales durante todo el año, que tienen que ser transportados desde otros lugares”.