Efemérides

Efemérides: un 18 de julio para recordar, a 27 años del atentado a la Amia


La mañana del 18 de julio de 1994, una noticia sacudió a la Argentina: la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia) fue víctima de un atentado terrorista. El edificio ubicado en la calle Pasteur 633, en el barrio de Once de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue literalmente destruido tras la explosión de una bomba.

El atentado, que tuvo lugar a las 9.53, dejó un saldo de 85 víctimas y más de 300 heridos. Dos años antes, en 1992, la embajada del Estado de Israel en Argentina había sufrido un ataque similar que dejó un saldo de 29 personas fallecidas y alrededor de 200 heridos. Ambos hechos obligan, en principio, a un esfuerzo para comprender por qué la Argentina de aquel entonces ingresó brutalmente en la agenda del terrorismo internacional.

La Amia es una institución centenaria que se fundó en 1894 con el objetivo de gestionar el cementerio israelita. También cobijó al Consejo Central de Educación Judía, a la Biblioteca Mendelshon, al Centro de Documentación Mark Turkow y tuvo una oficina de empleo muy extendida. El edificio de la calle Pasteur fue inaugurado en 1945, destruido por el atentado en 1994 y reconstruido y reinaugurado en 1999. En esta sede hoy se desarrollan actividades comunitarias, asistenciales y culturales. En 2017 el Consejo Federal de Educación, mediante la Resolución 325, incorporó al calendario escolar el día 18 de julio como el «Día de la Conmemoración y Recuerdo de las víctimas de la Amia».

¿Qué percepciones hubo en torno al atentado?

Frente al atentado a la Amia, diversos intelectuales intervinieron en el debate público proponiendo algunas coordenadas de interpretación sobre las causas del atentado. En este texto, compartimos y contrarrestamos esos análisis, publicados cuando aún se estaban removiendo los escombros.

«Este es, pues, un ataque directo a los judíos (…) No importa su filiación política, su observancia o no observancia religiosa, su simpatía por Israel o su posición frente al conflicto de Medio Oriente. Por ser judíos están condenados. Es el mismo pensamiento que impregnaba la Solución Final, puesta en marcha por el Tercer Reich». (Marcos Aguinis, escritor, «Hay que ponerle barreras al odio», en Clarín, 19/7/1994).

«El atentado a la Amia no es solo un crimen contra la comunidad judía; también es un crimen contra el pueblo argentino, en el que la AMIA está inextricablemente enraizada, y sobre todo un crimen contra la humanidad, porque está presidido por la mentalidad que organizó el Holocausto, esa que odia al otro al diferente (…) Esa que solo conoce la intolerancia furiosa ante la riqueza de lo humano. El antisemitismo es un antihumanismo» (Juan Gelman, «El antihumanismo», en Página/12, 20/7/1994).

¿Son contradictorias y excluyentes estas miradas? ¿Podríamos decir que, independientemente de las motivaciones antisemitas del atentado terrorista, sus consecuencias son universales porque dañan lo humano, al margen de las pertenencias culturales? El ataque perpetrado contra la Amia permitió poner en escena un gesto humanitario de fuerte trascendencia: un atentado dirigido contra una de las instituciones centrales de los argentinos judíos que movilizó a toda la sociedad en un acto de repudio y solidaridad.

Las formas del recuerdo

El atentado a la mutual judía abrió otra brecha de impunidad en la historia política del país: a 27 años aún no se conocen quiénes fueron los autores de este crimen y, en consecuencia, no se pudo impartir justicia. Junto a los reclamos por el esclarecimiento de los hechos y el juzgamiento de sus responsables, diversos esfuerzos realizados por los familiares de las víctimas han trabajado para mantener viva su memoria y por la búsqueda de justicia. Asimismo, la institución AMIA realizó algunas intervenciones en el espacio público para recordar y construir una memoria colectiva sobre este acontecimiento. El objetivo de estas propuestas apunta a reflexionar en tiempo presente sobre el rechazo a todas las formas de violencia, acerca de cómo nos relacionamos con los otros y cómo reconocemos en la diversidad una forma potente de pensar la vida en común.