La primera serie de Netflix hecha en Argentina, «Edha», dejó un sabor amargo y esto pese a que su director es Daniel Burman, el de originales films como «El abrazo partido» o «El rey del Once», vinculadas a la temática judía, o comedias dramáticas como «Derecho de familia» y más acá en el tiempo «El secreto de la felicidad». Claro que no debe pasarse por alto que en la coproducción con el gigante del streaming priman la homogeneización de los contenidos y la previsibilidad de series hechas a medida de lo que las audiencias exigen.
Burman hizo un buen trabajo a nivel visual, un aspecto incuestionable de esta serie (y todas las que ofrece Netflix) con bellísimas panorámicas de Buenos Aires y retrato con fotografía impecable de un crudo submundo marginal. Esta traza de la marginalidad vs. el glamour marca uno de los ejes, en un contraste permanente entre el brillo del universo de la moda y la periferia en la que se tejen las mejores colecciones de ropa.
El punto más flojo está en la inexpresiva Juana Viale, que siempre actúa igual. En las reiteradas escenas con ella sola en pantalla rememorando sufriente el suicidio de su madre (y después la mejor amiga de su madre), que la inspiran y la «guían» para su nueva colección, el adormecimiento es atroz. Resulta muy forzado ese rasgo puramente artístico que define al personaje de Viale como una empresaria que llegó al éxito pero extremadamente naif y con nula capacidad para los negocios. Para coronar el sopor en las escenas de Viale, la innecesaria y explicativa voz en off para reforzar aquello que la acción dramática parece no explicar.
¿Será acaso un requisito de Netflix a los realizadores, esa inclusión de la voz en off explicativa para que nadie quede afuera? Es un recurso repetido en varias series originales, por caso, «La casa de papel», «Bloodline» y tantas otras.
El excelente actor Osmar Núñez también aparece deslucido, sobre todo en el diálogo casi exclusivo con Viale. Están correctos Pablo Echarri como el padre de la hija de Viaje y aspirante a juez de la Corte Suprema, Daniel Hendler como un fiscal que investiga talleres clandestinos y Sofía Gala, como la novia de quien llegará como Montecristo a cobrarse venganza: Andrés Velencoso, un actor español que emplea (mal) la tonada porteña y defiende la causa de su hermano muerto en un taller clandestino donde trabajaba para la marca «Edha», sin que Viale lo supiera.
A Dan Breitman como mano derecha de Viale se lo nota muy serio para lo que acostumbra. Desde luego lo pide el papel pero es mucho mejor comediante que actor dramático, y otro lugar común es que haga de gay e hijo de judío ortodoxo, algo que reitera en sus monólogos de stand up. Que uno de los personajes más creíbles sea Flavio Mendoza como un Pancho Dotto de la marginalidad no es poco decir.
La construcción de esta serie es similar a tantas de Netflix, donde parecen exigir que haya subtramas para que al menos alguna enganche al espectador y en las que el cuento coral se hilvana a través de flashbacks. Todo lo que puede pasar, pasa: los talleres ilegales, los capomafias de medio pelo, policías pagos y aspirantes a modelos. Y la contracara: el mundillo de la moda, pasarelas con brillo, riña entre las diseñadoras top y la inspiración que irrumpe desde los lugares menos pensados.
Queda planteada la posibilidad de una segunda temporada de «Edha» a nivel argumental pero habrá que ver la respuesta del público: cuántos televidentes que comienzan a verla llegan hasta el final y cuántos quedan a mitad de camino. Cuántos la consumen de un tirón y cuántos demoran. Indicadores de hoy día que reemplazaron al rating tradicional y que determinarán si «Edha» continúa más allá de estos diez capítulos o si fue debut y despedida.
FUENTE: Ambito.com