Durante un duelo, a diferencia de las personas adultas, los niños están "absolutamente sujetos a su contexto" y necesitan un entorno "disponible desde lo emocional"
Por María Clara Olmos – Télam
Transitar un duelo es «siempre difícil» y más aún cuando sucede en la infancia, al ser «una de las experiencias más radicales» en la vida de una persona, por lo que especialistas resaltaron la importancia de poder hablar de la muerte con niños y niñas desde edades tempranas, con diálogos acordes a su etapa «intelectual y emocional», como así también de acompañar un proceso de duelo teniendo en cuenta sus tiempos y propiciar espacios en los cuales «puedan expresar sus sentimientos».
«El hecho de que se muera alguien cercano y muy querido en la infancia es de las experiencias más disruptivas y radicales que alguien puede tener, aún cuando no sea un hecho trágico, siempre será doloroso», explicó Jessica Polonuer, psicóloga y directora de Fundación Aiken, una ONG que se dedica hace más de una década al acompañamiento de duelos en la infancia.
El dolor ante el fallecimiento de un ser querido, sostuvo, no se puede evitar y si bien esto «no implica que todos los niños requieran de ayuda profesional» para afrontarlo, todo duelo «necesariamente debe ser acompañado para ser transitado de manera saludable».
«Los niños, pero sobre todo los más pequeños, no tienen capacidad psíquica autónoma para tramitar una pérdida, por lo que gran parte de los avatares que se jueguen en un proceso de duelo tendrán que ver con cómo su entorno ayude a elaborar esas heridas, lo cual es un desafío cuando la familia también está en duelo», explicó en esa línea la psicóloga especializada en infancias, Beatriz Janin.
Durante un duelo, a diferencia de las personas adultas, los niños están «absolutamente sujetos a su contexto» y necesitan un entorno «disponible desde lo emocional», en el cual poder alojar el llanto, la duda, el enojo o lo que le esté sucediendo, añadió la psicóloga.
En diálogo con Télam, las especialistas enfatizaron en que los niños procesan los duelos y expresan sus sentimientos de «una forma y en un tiempo diferente a los adultos», especialmente cuando de la primera infancia se trata, durante la cual la idea de muerte es «muy relativa».
Los chicos tardan mucho en adquirir la idea de irreversibilidad y en reconocer «que aquel que murió no está ni vuelve más», lo que supone «un golpe muy fuerte» a las fantasías de «omnipotencia infantil», a partir de la cual los niños creen «que podrán revivir a aquel que se murió».
A medida que crecen tienen «más posibilidades de tramitar la pérdida e ir retirando la investidura a ciertos recuerdos», al apelar al lenguaje verbal, el juego y las simbolizaciones.
Pese a la «dificultad» que supone para las personas adultas hablar sobre la muerte, las especialistas resaltaron la importancia de «decirle a los chicos siempre la verdad», no usar metáforas que confunden y hablar de la realidad de la muerte en su sentido biológico, aunque sin dar detalles «innecesarios».
«Al contrario de lo que a veces los adultos piensan, a los chicos los tranquiliza saber, por ejemplo, que cuando una persona muere no sufre hambre ni frío ni se siente solo. Es una imagen muy terrorífica la de alguien enterrado en soledad si no comprenden lo que sucede biológicamente», explicó Polonuer, junto a las coordinadoras del área clínica de la fundación, Julieta Montoya y María Marta Díaz.
En las paredes de la sede de Fundación Aiken, en el barrio porteño de Balvanera, afiches de distintos colores -cuya caligrafía evidencia la autoría de los menores que concurren a los talleres de acompañamiento- enlistan algunos de «los derechos de niños y niñas en duelo»: «Derecho a estar tristes», «A recordar al familiar que ya no está», «A no querer hablar si no queremos», «A llorar», «A ser escuchados», «A que respeten nuestros silencios», «A que respeten nuestros tiempos», son algunos de ellos.
Como en todo, no hay una única forma de transitar un duelo y resulta fundamental «poder validar las emociones que aparecen ya que todas tienen un sentido, incluso las que peor prensa tienen, como estar enojados o revoltosos».
«Estamos en una cultura que no le da tiempo ni lugar a la tristeza y el dolor. Esta idea de pensamiento positivo y optimismo a veces hace mucho daño porque no deja habitar ese momento», cuestionaron.
Durante un proceso de duelo, es «esperable» que los niños «griten, lloren, se porten mal y se enojen supuestamente por cualquier cosa, que estén irritables», detallaron las profesionales.
«Si el contexto (de los niños) está convulsionado con la muerte de un ser querido, ellos tenderán a sostener su vida habitual, a no mostrar dolor, a cuidar a los que lo rodean y a disociarse (del dolor del resto) para no quedar sumergido en una situación dolorosa sin que nadie lo pueda contener», explicó por su parte Janin.
Y agregó que, en esos casos, es probable también que los chicos intenten sacar a las personas adultas «de la situación de ensimismamiento» y resultar desobedientes o revoltosos «con tal de ‘despertarlos’ y reconectarlos con ellos».
Asimismo, identificaron que hay «expresiones muy difíciles» también, como cuando los chicos dicen «que se quieren ir con quien murió», lo cual no tiene que ver con ideas de suicidios, sino «con el deseo de estar con el otro».
Ante la consulta acerca de las situaciones en las que sería necesaria una consulta profesional, Janin señaló que «la principal alarma» es que se encierren, que estén apáticos, que no quieran estar con otros chicos y también la abulia.
Cuando no pueden ver otra cosa más que la pérdida, cuando las emociones que atraviesan no circulan y hay detenimiento en una específica, en esos casos «hay que mirar con más atención y recurrir a un profesional para que los escuche y acompañe», coincidieron las especialistas.
En ese sentido, destacaron también el rol de la escuela, en especial cuando el entorno familiar no puede responder, donde es importante que «se los deje hablar, jugar, dramatizar, dibujar o transmitir, de la manera en que puedan, todas las situaciones que han vivido», añadió Janin.
«Si un chico perdió un ser querido, durante un tiempo es probable que no tenga el nivel de aprendizaje de otros momentos, pero eso es recuperable. Como comunidad educativa, hay que invitarlo a poder hacer el duelo, para que justamente pueda pronto tener psiquismo disponible para otras cosas», sostuvo la psicóloga e instó a que no pase por desapercibido «que hoy muchos niños y adolescentes están en duelo por la especie de terremoto que vivieron con la pandemia» y las escuelas «tienen que dar lugar a eso».