Por la Dra. Verónica Sartori (*)
Los trastornos del sueño afectan al 45% de la población. Debido a esto, todos los años la Asociación Mundial de Medicina del Sueño (Word Association of Sleep Medicine – WASM) celebra el Día Mundial del Sueño. Este año, es el viernes 16 de marzo, bajo el lema “dormí bien, conservá tu ritmo para disfrutar la vida”. Se realizarán diferentes actividades que tienen que ver con el sueño y su importancia para la salud física y mental del individuo.
El sueño es un estado fisiológico, una función vital imprescindible para la cual el ser humano dedica un tercio de su vida, es un estado activo en el que ocurre una serie de eventos necesarios para que se pueda mantener un equilibrio tanto físico como psíquico o mental.
Según estudios realizados por investigadores del CONICET, se duerme entre 1 a 2 horas menos que hace 50 años. Según esa investigación, el 14,8% de los argentinos duerme menos de 6 horas por día, en tanto que el 14,22% reportó dormir mal y el 22%, padecer somnolencia. Muchos factores externos llevan a que cada día dediquemos menos horas a dormir y más a las actividades, principalmente, laborales, educativas y sociales/recreativas.
Cada vez, se está más sometido a estrés y a más estímulos que conducen a que se duerma poco y mal. Cuanto menos se duerme, más estresan las diferentes actividades y, cuanto más estrés se tiene, menos se duerme, conformando un círculo vicioso difícil de salir y que se traduce en una mala calidad de vida. Si al estrés se le suma la tecnología, el sueño se ve más afectado aún. La tecnología está tan al alcance de la mano que, incluso, nos vamos a dormir con el celular en la mesa de luz ya que necesitamos estar “hiperconectados” las 24 horas. Estamos tan estresados, tan conectados, tan hiperestimulados que no logramos darnos cuenta qué es lo que el cuerpo demanda, que es descansar, dormir.
El tema de la tecnología no es chiste y cada día se ve cómo afecta más, principalmente, a los niños. Los dispositivos móviles y las tabletas, más allá de provocar aislamiento en los menores, alteran el buen descanso y el sueño reparador. El estímulo lumínico que provocan es nocivo para el sueño.
En sus diferentes etapas, el sueño tiene funciones específicas indispensables para el buen funcionamiento del organismo. Regula la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la liberación de hormona de crecimiento (indispensable en los niños), el flujo sanguíneo cerebral. Tiene una función restauradora, de regeneración celular y de disminución de la respuesta al estrés. El sueño participa en los procesos de atención, memoria y consolidación del aprendizaje.
Por lo dicho anteriormente, cualquier trastorno que afecte al sueño traerá como consecuencia menor regeneración de los tejidos, somnolencia, disminución de los reflejos (mayor cantidad de accidentes de tránsito), fatiga, déficit cognitivo, menor capacidad de juicio y toma de decisiones, dificultad en las relaciones sociales, trastornos psiquiátricos (irritabilidad, trastornos en el humor) y disfunciones sexuales, entre otras. En los niños, genera retraso del crecimiento, alteración del comportamiento (contrariamente a lo que pasa en el adulto, que provoca mayor letargo y cansancio, los niños tienen hiperactividad paradojal), trastornos en el déficit de atención y, por ende, en el aprendizaje.
Varios son los trastornos que pueden afectar al sueño. Dentro de ellos, están el insomnio, los del ritmo sueño-vigilia, los movimientos anormales de las piernas y los respiratorios del sueño, entre otros. Estos últimos representan una de las patologías más importantes que afectan a la sociedad, además del insomnio. Dentro de éstos se encuentran los ronquidos y las apneas de sueño
¿Quién no ha escuchado decir que roncar es normal o que si uno ronca, es porque duerme más profundo? Ese concepto popular debe ser desterrado por completo. Roncar no es normal.
El ronquido es el ruido que produce el aire respirado al pasar por la vía aérea superior estrecha durante el sueño. Su origen suele localizarse a nivel de la faringe y el paladar, y provoca una vibración de los tejidos blandos que se manifiesta como ruido audible por el compañero de cama u otra persona, incluso, a veces, hasta por quien lo padece. El ronquido debe ser considerado como un signo de obstrucción de la vía aérea.
Por sí solo, el ronquido provoca la fragmentación del sueño con la consecuente sensación de no descanso al levantarse y afectación de la calidad de vida. El ronquido puede estar solo o acompañado de apnea de sueño, que es la ausencia del flujo de aire que pasa por la vía aérea por diez segundos o más mientras dormimos, generando trastornos en la oxigenación de la sangre. Mayoritariamente, ocurre en pacientes varones en la edad media de la vida, con sobrepeso u obesidad, equiparándose su frecuencia con las mujeres en edad menopáusica, aunque hay que tener en cuenta que puede presentarse en cualquier individuo. Los síntomas diurnos son los ya mencionados y dentro de los nocturnos, los ronquidos u otros ruidos, movimientos corporales, pesadillas, sensación de ahogo, falta de ventilación (apnea) y sudoración nocturna, especialmente, en los niños.
Los trastornos respiratorios del sueño son muy prevalentes en la sociedad. Además de alterar la calidad de vida del paciente, tienen alta morbimortalidad, predisponiendo a trastornos cardiovasculares que van desde la hipertensión arterial, en muchos casos de difícil control, hasta el infarto de miocardio, ACV, otros neurológicos, metabólicos y menor porcentaje de muerte súbita.
Hay que darle mucha importancia al tiempo que se dedica a dormir y a la calidad de ese sueño. Dormir mucho no necesariamente es descansar.
Lo ideal es ir a dormir todos los días a la misma hora o semejante, no mirar televisión ni usar dispositivos en la cama, no ingerir comidas pesadas ni abundantes en la cena, dejar pasar al menos 2 horas después de la cena para ir a dormir, dormir en un lugar cálido con la luz apagada y, al menos, 7-8 horas. Consultar inmediatamente con el médico en caso de comenzar con síntomas compatibles con cualquier trastorno del sueño.
Dormir bien es fundamental para llevar una vida plena y saludable tanto como lo es la buena alimentación y el ejercicio físico.
(*) Médica otorrinolaringóloga, especialista en roncopatía y apneas de sueño, del Hospital Italiano de Buenos Aires.