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Dismorfia: el trastorno poco conocido que acecha incluso a las grandes estrellas


La dismorfia corporal afecta silenciosamente incluso a quienes el mundo admira

Cuando la autoimagen se convierte en una lucha diaria, ni siquiera los focos de atención bastan para calmar las heridas invisibles. La dismorfia corporal afecta silenciosamente incluso a quienes el mundo admira.

Cuando el espejo se convierte en un enemigo

El trastorno dismórfico corporal (TB), o trastorno dismórfico corporal (TDC), es un trastorno psicológico aún poco comprendido. No se trata simplemente de una falta de confianza en uno mismo o de una insatisfacción ocasional con el propio reflejo. Este trastorno provoca que la persona se centre obsesivamente en defectos percibidos, a menudo menores o inexistentes, hasta el punto de obstaculizar sus relaciones sociales, su carrera profesional o su vida diaria.

En los casos más graves, la persona evita los espejos, las fotos, cambia constantemente su apariencia o busca desesperadamente «corregir» lo que considera inaceptable, a menudo a través de un comportamiento excesivo: maquillaje, ropa reveladora, ejercicio intenso o incluso cirugía estética.

Un trastorno con efectos invisibles pero devastadores

La dismorfia corporal pertenece a la misma familia que el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Se manifiesta mediante constantes reflexiones, la necesidad de controlar la imagen corporal y un profundo malestar. Estos pensamientos pueden afectar cualquier parte del cuerpo: el rostro (acné, nariz, piel), la figura, los músculos, el cabello o incluso las zonas íntimas.

Este trastorno afecta tanto a mujeres como a hombres, comenzando en la adolescencia. A menudo se infradiagnostica porque quienes lo padecen ocultan su comportamiento o no hablan de él, creyendo que se trata simplemente de «coqueteo» o «inseguridad pasajera».

Ni siquiera las celebridades se salvan

En una época donde los cuerpos son constantemente exhibidos, analizados, retocados y comentados, no sorprende que la dismorfia corporal también afecte a figuras públicas. Varios artistas han tenido la valentía de hablar abiertamente al respecto, rompiendo el tabú que rodea a este trastorno.

Megan Fox, considerada un ícono de la belleza, declaró en una entrevista que «nunca me gustó mi cuerpo» y que ha sufrido dismorfia corporal toda su vida. A pesar de las apariencias, admite que nunca se ve como la ven los demás.

Billie Eilish, por su parte, ha hablado de una larga y conflictiva relación con su cuerpo, en particular debido al dolor crónico y las presiones relacionadas con su imagen pública. Admite haber sentido ira hacia su propio cuerpo y ahora emprende un camino de reconciliación.

Jameela Jamil, actriz y activista, también compartió su experiencia con el trastorno dismórfico, vinculado a un episodio traumático de su adolescencia. Siempre evita los espejos, salvo para gestos específicos, para no caer en comportamientos autodestructivos.

Chloë Grace Moretz, por su parte, habló del papel destructivo que desempeñaron las redes sociales en el desarrollo de su trastorno, tras ser objeto de burlas mediante memes que distorsionaban su cuerpo. Este acoso digital la obligó a encerrarse en sí misma.

Qué no es la dismorfia

Es importante diferenciar entre la dismorfia corporal y la insatisfacción ocasional que cualquiera puede sentir con su apariencia. La dismorfia es un trastorno de ansiedad, no una simple debilidad del ego. Se vuelve patológica cuando afecta la calidad de vida, impide la interacción social, conduce al aislamiento o causa malestar psicológico continuo.

También puede coexistir con otros trastornos: depresión, trastornos de la alimentación, ansiedad generalizada, etc. y en ocasiones dar lugar a conductas de riesgo, como procedimientos cosméticos repetidos o prácticas extremas.

¿Cómo reconocer las señales?

Ciertos comportamientos pueden alertarte:

  • Examinar compulsivamente el propio reflejo o, por el contrario, evitar los espejos.
  • Acicalamiento excesivo, maquillaje pesado o camuflaje permanente
  • Búsquedas obsesivas de validación externa
  • Evitar lugares públicos, fotos y relaciones.
  • Pensamientos recurrentes sobre un defecto físico percibido como insuperable
  • Visitas frecuentes al dermatólogo, cirujano o entrenador deportivo, sin satisfacción duradera

¿Qué hacer ante este trastorno?

El primer paso es reconocer que se trata de un trastorno mental, no de un defecto de carácter. Consultar con un profesional de la salud mental es fundamental: la terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de la dismorfia corporal. En algunos casos, se pueden ofrecer medicamentos como complemento.

El apoyo de quienes te rodean también es valioso: escuchar sin juzgar, evitar comentarios sobre las apariencias y animarte a esforzarte por sentirte mejor. Pero la sanación solo puede darse a través de un camino personal, a menudo largo, pero posible.

En una sociedad saturada de imágenes, filtros y expectativas estéticas, la dismorfia corporal actúa como un espejo deformante que nos confina. Este trastorno nos recuerda una verdad simple pero esencial: nuestra percepción de nosotros mismos puede ser nuestra crítica más feroz, pero también, algún día, nuestra mayor liberación.

Hablar de ello, como lo han hecho algunas celebridades, ayuda a romper la soledad y nos recuerda que el sufrimiento no siempre es visible en un cuerpo, aunque parezca “perfecto” a los ojos del mundo.