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Por la Dra. Virginia Busnelli

Dietas détox: no hay evidencia de que necesitemos «limpiarnos»


Por la Dra. Virginia Busnelli (*)

Una nueva moda de los últimos tiempos son las «dietas détox», así se las denomina hoy en día por tener una supuesta tendencia a permitir eliminar desechos del organismo generando una desintoxicación.

Generalmente se acude a ellas cuando uno atraviesa una etapa de pérdida de control con la comida y la bebida, buscando algún recurso fast para sentirse mejor. El principal problema de este tipo de opciones es que te acercan a pensamientos obsesivos que pueden resultar fatales y no te enseñan a comer de verdad. Se sostiene que es la única solución posible para adquirir buenos hábitos que puedan permanecer por el resto de tu vida, ayudándote a eliminar la grasa corporal excedente, disfrutando de la comida real, legalizando el placer, permitiéndonos sentir y sociabilizar, y de esa manera favoreciendo que nuestro cuerpo ponga en marcha los verdaderos sistemas que todos tenemos de desintoxicación, como el hígado, el riñón y la piel.

Es importante recalcar que no existe evidencia científica que afirme que necesitamos «limpiarnos» sometiéndonos a ninguna de estas mágicas dietas détox y que hacer cualquier tipo de dieta sin recomendación médica no es bueno.

La dieta détox es una dieta líquida basada únicamente en jugos procesados que se venden y es peligrosa si no se realiza bajo consulta médica ya que el cuerpo deja de recibir los nutrientes esenciales para las actividades diarias. Especialmente si está compuesta solo de frutas y verduras careciendo del resto del aporte requerido diariamente para vivir.

Se desaconseja realizar este tipo de dietas restrictivas por más de 3 días y sin recomendación. Cuando se hacen por más días aparecen síntomas que se generan en adaptación al ayuno o semi-ayuno o porque no hay cantidad suficiente de carbohidratos, generando una situación que se denomina cetosis. Al disminuir la glucosa, comienzan a utilizarse las reservas de proteínas de los tejidos para poder producir, no solo glucosa, sino también ácidos grasos y glicerol, ambos productos de la digestión de las grasas. Mientras que la mayoría de los tejidos pueden obtener combustible de los ácidos grasos o los cuerpos cetónicos (ácido que se produce al degradarse las grasas), el cerebro no puede hacerlo porque las neuronas necesitan glucosa para realizar sus funciones vitales. Los síntomas de la cetosis varían dependiendo de cuánto tiempo te encuentres en ese estado. En las primeras etapas de la cetosis los síntomas pueden ser un poco incómodos (cansancio, dolor de cabeza, sensación de sed todo el tiempo, boca seca, aliento de cetosis – que no huele demasiado bien, debilidad, náuseas, dolor de estómago, problemas para dormir, etc.) Sin embargo, cuando tu cuerpo se adapta a la presencia de los cuerpos cetónicos en sangre, los síntomas disminuyen y cambian (mejoran las alteraciones del sueño, se incrementa la energía, genera euforia, se esclarece el pensamiento y puede aparecer una sensación de zumbidos). La cetosis es síntoma de algunas enfermedades, pero autoprovocarla con el fin de detoxificarse o perder peso, es desde mi punto de vista, muy poco saludable.

El estado ideal es aquel en el que se cumplen las leyes de la nutrición que se basan en cuatro puntos: Ley de calidad, que implica obtener toda la variedad de los 60 nutrientes (las dietas extremas, basadas en semiayuno y compuestas solo por frutas y verduras, excluyen varios de ellos); Ley de cantidad, es decir, que sea suficiente las calorías de acuerdo a nuestro gasto energético (estas dietas no llegan a cubrirlo por tener muy pocas calorías); Ley de armonía, ya que todo debe estar incluido y de manera proporcionada (estas dietas no son balanceadas, sino extremas); Ley de adecuación, que se ajusten con la edad, la economía, el nivel de ejercicio, individuales de cada paciente.

Existe evidencia científica que disminuir el aporte calórico no es detoxificante en absoluto, todo lo contrario sería el mejor predictor de ganancia de peso a 4 años. Asimismo, no permite aprender a comer y a convivir con todo tipo de alimentos, es limitada en hierro y proteínas, y muy baja en grasas. Además, este tipo de terapias atentan totalmente contra la conducta social alimentaria de compartir la mesa con nuestra gente querida, impiden que disfrutemos del acto de comer en la porción justa lo que nos gusta, convirtiendo el acto de alimentarse en algo prohibido, y generando finalmente descontrol de la conducta alimentaria que son realmente graves, como picoteo o atracones.

(*) Médica especialista en nutrición. Directora del Centro de endocrinología y nutrición CRENYF.