Por Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre.
En 1972 la Organización de las Naciones Unidas instauró el Día Mundial del Medio Ambiente, con el objetivo de concientizar a la sociedad sobre las temáticas ambientales y la necesidad de proteger los ecosistemas naturales. Si bien la palabra «medio» hace referencia al ámbito en el cual se expresa el ambiente, luego de casi 45 años la población humana prácticamente se ha duplicado, lo que incrementa e intensifica las presiones sobre la naturaleza y nos permite decir que, en promedio, hoy disponemos de medio ambiente menos, en relación a 1972.
Hasta 1970, nuestra huella ecológica global era menor que el ritmo de regeneración de la Tierra, pero los excesos actuales están deteriorando gravemente la salud del ambiente y, con ella, las propias perspectivas de la humanidad. Los modelos productivos y las formas de consumo actuales profundizan severamente las desigualdades sociales y medioambientales preexistentes, porque tanto la demanda de consumo como los recursos naturales, están repartidos de forma muy desigual en todo el mundo. El patrón de consumo humano difiere de la disponibilidad de dichos recursos, es decir que no son aprovechados en su origen sino desde otros puntos del planeta. La huella ecológica por persona en los diversos países ofrece una visión de estas desigualdades, de los riesgos y también de las oportunidades de cada país.
La evolución tecnológica, la producción a escala y el aumento de la actividad económica, han incrementado enormemente nuestro nivel de consumo. A tal punto que la cantidad de recursos y servicios de los ecosistemas requeridos para abastecer nuestras necesidades anualmente equivalen a 1,6 planetas Tierra: esto significa que estamos usando un 60% más de recursos de lo que nuestro planeta puede regenerar en un año, generando una fuerte sobreexplotación y degradación de los ecosistemas.
Argentina no escapa a esa realidad: la desertificación y deforestación, la continua transformación de ecosistemas naturales, la sobrepesca, las malas prácticas productivas y la falta de controles adecuados han contribuido a la pérdida y degradación del ambiente con sus graves impactos en el bienestar humano.
Hoy contamos con «medio» ambiente y niveles de pobreza que alcanzan a más del 40 % de la población argentina. Es hora de orientar los esfuerzos para recuperar y restaurar la mitad del ambiente que perdimos, para la naturaleza y la biodiversidad, pero también para recuperar la capacidad productiva de nuestro país, bajo prácticas compatibles con la conservación del ambiente que contribuyan al desarrollo y la equidad.
La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el período 2020-2030, cómo la Década de la Restauración de los Ecosistemas. Por eso este año el Día Mundial del Medio Ambiente pone el foco en la restauración, con el objetivo de detener y revertir los daños y migrar hacia un nuevo paradigma que fomente acciones transformativas para alcanzar una relación positiva entre las personas y la naturaleza. .
Tenemos un enorme desafío por delante y contamos con la mejor ciencia disponible para encararlo. Aún estamos a tiempo de aprovechar la que quizás sea nuestra última oportunidad.