El cáncer de ovario no se encuentra entre los más frecuentes en las mujeres aunque sí es de los más agresivos. En la Argentina, lo padece 1 de cada 72 habitantes. En el 75 por ciento de los casos en los que se diagnostica el cáncer de ovario la enfermedad se encuentra en estadios avanzados e incluso se ha producido metástasis en otros órganos, además de en los genitales, como la cavidad abdominal, el intestino o el hígado. Por eso es uno de los más mortíferos que hay.
Esto ocurre porque no existe en la actualidad medios que permitan detectarlo de forma temprana como sí sucede con otros tipos de cáncer. Por ejemplo, para el de mama se encuentran la palpación, la ecografía mamaria y la mamografía; para el de cuello uterino el Papanicolau o para el de colon la videocolonoscopia.
“En un momento se quiso postular la ecografía transvaginal pero no es un método efectivo porque da falsos positivos, falsos negativos y además es demasiado inexacto. De hecho, podés tener resultados normales y a los seis meses desarrollar un cáncer de ovario avanzado. Es muy agresivo y no nos da tiempo a detectarlo”, explicó a ConBienestar Tomás García Balcarce, ginecólogo y oncólogo del servicio de Ginecología del Hospital Alemán, el centro que más especializado está en cáncer de ovario.
El 25 por ciento que sí se logra detectar a tiempo esta enfermedad en su estado inicial (cuando solo se localiza en el ovario) son “hallazgos incidentales”. Los tumores se encuentran gracias al factor suerte a raíz de otros estudios que se le realizan a la paciente por alguna cuestión de salud independiente.
Otra posibilidad es que se detecte cuando la paciente se opera por una enfermedad benigna, como endometriosis, torsiones de ovario o quistes y, luego, cuando se analiza la masa extraída aparece como resultado un cáncer pequeño.
Por otro lado, es una enfermedad que no provoca síntomas cuando está en su estado inicial, por lo que también se complica el diagnóstico. La mujer puede presentar dolor abdominal o en la pelvis y molestias digestivas como distensión, constipación, sensación de pesadez o dificultad para la eliminación de gases, pero estas complicaciones no solo son típicas del cáncer de ovario.
Hay pocos factores de riesgo identificables, el más destacable es por mutación genética y antecedentes familiares de cáncer de ovario. No obstante, también pueden influir el tabaquismo, la obesidad y una dieta alta en grasas (por eso la incidencia de esta enfermedad en países orientales). No obstante, no hay un agente determinante y bien marcados como sí sucede con el tabaquismo en el de pulmón o el HPV en el de cuello uterino.
En qué consiste en tratamiento
La cirugía y la quimioterapia son las dos estrategias que pueden dar la mayor sobrevida a una paciente.
“En el cáncer de ovario lo que más determina la sobrevida de una paciente es la capacidad del cirujano de poder operarlo. Por eso entre los ginecólogos y oncólogos siempre recomendamos que las pacientes vayan a centros entrenados en esta patología. El profesional que trate a una mujer con esta enfermedad tiene que ser experto no en cirugía ginecológica, sino extra ginecológica, del abdomen, el intestino y demás”, señaló García Balcarce.
Si la enfermedad está muy avanzada, la cirugía puede generar más daño que beneficio y se decide no operar. En ese caso, se tiene un pronóstico muy desfavorable. Ahora bien, si la paciente tiene la enfermedad avanzada, pero es operada en forma inicial por cirujanos entrenados sumado a la quimioterapia en forma intraperitoneal o la adecuada en su caso particular tiene una posibilidad de sobrevida de aproximadamente entre 50 o 60 meses.
La cirugía se puede hacer en forma clásica por vía abierta por una incisión vertical. Suele iniciarse por una laparoscopia exploradora que permite ubicar qué zonas están afectadas por la enfermedad. Luego, en caso de considerar que puede ser beneficioso, se procede a una citorreducción, que consiste en extraer todo el cáncer que haya visible, así como el útero con ambos ovarios (anexo histerectomía con omentectomía).
Si el cáncer está muy extendido, primero se realizan sesiones de quimioterapia para operar después. “Un buen tratamiento quirúrgico y quimioterápico lo que consigue es que aumenta las chances de que cuando vuelva la enfermedad, lo haga en forma localizada y poder beneficiarse con una nueva cirugía”, indicó el especialista.