Análisis

Desenmascarando a los pronosticadores


Por Diego Añaños

Uno de los efectos inesperados de la pandemia es sin dudas la explosión de pronosticadores. Los hay de las más diversas calidades, pero crecen como hongos después de la lluvia, y se esparcen como las cervecerías artesanales. Pareciera ser que la velocidad de reproducción es superior a la de una célula madre. Sus profecías se prodigan diariamente ante una turba de humanos angustiados por la incertidumbre. Como si fuera posible conocer el futuro, realizan sus apuestas y construyen escenarios conjeturales tratando de ser el que pueda decir en un par de años: “Yo dije que esto iba a pasar”. Menos preocupados se los ve por elaborar análisis que puedan operar como insumos para políticas públicas, que a su vez permitan morigerar los efectos devastadores de la que ya se va perfilando como la peor crisis del capitalismo. Digo la peor crisis porque lentamente, y como la mancha voraz, fue colonizando todos los ecosistemas del planeta: el sanitario, el económico, el comercial, el financiero. No está tan claro qué sucederá con la política, aunque es posible que también deje en él su impronta indeleble. Lo que es imposible conocer es el rumbo de los acontecimientos. Tal vez por primera vez en la historia del capitalismo, la incertidumbre se ha apoderado de todos los aspectos de la vida de los habitantes de la Tierra.

No es que por primera vez en la historia no sepamos qué es lo que va a ocurrir. En realidad el futuro suele estar cubierto de opacidades que hacen imposible predecir con exactitud qué sucederá. Sin embargo, en tiempos de relativa estabilidad/normalidad, es posible al menos perfilar algunos trazos gruesos acerca de lo que se viene. Bajo esas circunstancias se puede sospechar con algún grado de certeza cuáles son las variables claves en la ecuación analítica y sus posibles rumbos. La incertidumbre es un concepto distinto. En una situación de incertidumbre no sólo es imposible predecir el futuro, sino que se pierden incluso los parámetros de medición. Alguna vez hemos utilizado el ejemplo futbolístico.

A ver, imaginemos que retornamos a la normalidad, y se reiniciara el torneo de primera división en la Argentina. Uno podría analizar los equipos, sus incorporaciones, sus lesionados, y construir un ránking más o menos objetivo de, por lo menos, aquellos equipos que tienen más posibilidades de aspirar al título. No sabemos si habrá nuevos lesionados, si habrá una crisis institucional en el club, o si el técnico se va a pelear con la estrella, claro, siempre existen los imponderables. Sin embargo es imaginable un escenario. Si tuviéramos que pronosticar quién será el campeón de 2079, no tendríamos siquiera idea de por dónde conducir con el análisis

Para qué sirve el Banco Central? | El Cronista

En momentos como los actuales, los imponderables están a la orden del día. Intentar entender la evolución de la crisis es complejísimo porque no existen antecedentes de cómo se comporta un fenómeno así, absolutamente novedoso. Días atrás, conversando al aire con un querido amigo (y compañero de fútbol), el Dr. Juan Lucca, docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, me decía: “Analizar ésta crisis es como auscultar a un extraterrestre”. La analogía es excelente, uno no sabe por dónde empezar, porque estamos ante un bicho totalmente nuevo.

Eso no significa que debemos dejar de hacer el esfuerzo de entender, pero sí que tenemos que acostumbrarnos a que, muy probablemente, los parámetros de análisis sigan en estado de cambio permanente por un tiempo. Lo que sí sería bueno, es abandonar la competencia por meter un gol todos los domingos. Vamos a dejarle eso a los centro delanteros.

Incluso en tiempos de aparente normalidad los economistas, particularmente, se equivocan mucho. Sólo un par de datos nos permiten ver de lo que estoy hablando. El Banco Central de la República Argentina publica mensualmente un informe que se basa en las percepciones de un grupo muy calificado de informantes clave, y que apunta a establecer una prognosis acerca de la evolución de las principales variables macroeconómicas a la largo del tiempo. En el REM de enero de 2018 los economistas consultados esperaban una inflación del 19,4% (fue de 47,6%) y esperaban que el PBI creciera un 3% (cayó un 3,3%). En el REM de enero de 2019, esperaban una inflación de 28,5% (fue de 53,8%) y esperaban una caída del producto de 1,2% (cayó un 2,5%). Tengo la impresión de que no hacen falta más ejemplos para darnos cuenta de que no pegan una. Ni Higuain se atrevió a tanto. Imaginen, sólo hagan el esfuerzo, cuánto errarán en sus pronósticos 2020. Ah, y aclaro, siempre pensando que se equivocan de buena fe, de brutos nomás. Lo digo así, porque muchas veces algunos analistas comenten errores no forzados muy sospechosos, que nos hacen pensar que se equivocan a propósito.

Hay un famoso chiste que circula en medios académicos que dice que si uno pregunta cuánto es 2 + 2 tendrá diferentes respuestas según a quién le pregunte. Un matemático no dudará en responder que es 4. Un estadístico dirá que, en promedio, será 4, con un margen de error del 2%. El economista se acercará al que hizo la pregunta y le susurrará al oído: “¿Cuánto quiere usted que sea?”.