El Muro de Berlín cumplió ayer (lunes) tantos días derribado como en pie en medio de esperadas celebraciones en la capital, y el gobierno y los partidos de Alemania recordaron el fin de las división de Europa tras la caída de ese ícono de la Guerra Fría.
«Veintiocho años, dos meses y 26 días; ese tiempo dividió el muro Alemania y exactamente ese tiempo es hoy historia», subrayó el ministro de Interior, Thomas de Maiziere, al cumplir Berlín hoy 10.316 días sin muro.
«Lo que ha conseguido nuestro país desde la caída debe ser celebrado y debe servir para hacer frente a las fuerzas que escinden la sociedad», agregó el ministro de la pujante Alemania, primera economía de Europa.
Los restos del muro hoy no son fáciles de encontrar en la capital alemana, a menos que quien los busque se dirija a lugares específicos como el centro conmemorativo de la Bernauerstrasse o la East Side Galerie, donde está pintada la célebre escena del beso en la boca de los jerarcas comunistas Leonid Bresnev y Erich Honecker.
La transformación de la ciudad, justo en las zonas en las que estuvo atravesada, ha sido tan profunda que resulta casi imposible adivinar la configuración que tuvo.
Una exposición, que se inaugura mañana en el centro conmemorativo, trata de recuperar esa imagen perdida y mostrar el contraste con el Berlín actual, informó la agencia de noticias EFE.
El más claro se encuentra en la emblemática Puerta de Brandeburgo, que hasta 1989 estuvo encerrada por el muro y se ha convertido en un símbolo de la ciudad unificada, justo donde se unen las avenidas 17 de junio, que atraviesa el Tiergarten, y Unter den Linden, eje del que fue el Berlín comunista.
Tal vez la foto más difundida del 9 de noviembre de 1989, día en que se abrió la frontera, sea la que muestra a los berlineses celebrando en pie sobre el muro, con la Puerta de Brandeburgo a sus espaldas.
El contraste es también evidente en la Potsdamerplatz y sus alrededores, que hoy concentra los principales rascacielos de la ciudad y que, a la sombra del muro, era considerada prácticamente tierra de nadie, en la parte occidental de Berlín.
El edificio del Reichstag, sede del actual Parlamento, quedó durante años junto al muro, en el lado oeste, mientras que el moderno edificio de la Cancillería se levanta en lo que también era «tierra de nadie», un gran descampado junto a la franja.
La lista de sitios clave en la historia del muro es larga e incluye muchos que probablemente no sean tan llamativos a primera vista, pero sí significativos.
Muy cerca de la actual estación central de trenes de Berlín y del hospital universitario de La Charité, por ejemplo, cayó muerto a tiros Günter Lifkin, el 24 de agosto de 1961, cuando intentaba escapar hacia Berlín occidental.
Lifkin fue el segundo muerto del muro. Dos días antes Ida Siekmann había sido la primera víctima al tratar de escapar, saltando desde un tercer piso en la Bernauerstrasse, cuando todavía las casas de la zona fronteriza no habían sido desalojadas.
La última víctima de los disparos de los guardias de fronteras fue Christ Gueffroy, un camarero de 20 años que murió el 6 de febrero de 1989, mañana hace exactamente 29 años.
En el lugar donde murió Gueffroy, en el barrio de Treptow y al lado de un canal que intentaba atravesar nadando hacia occidente cuando fue alcanzado por las balas, hay un monumento en su honor que es lo único que recuerda que por ese lugar pasaba el muro.
El muro de toneladas de hormigón que simbolizó la división alemana comenzó a cercar la frontera de Berlín occidental a partir de la madrugada del 13 de agosto de 1961 por orden del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), y se cobró la vida de unos 600 ciudadanos que intentaron traspasarlo durante los más de 28 años que mantuvo su vigencia.
Su final se produjo luego de un gran malentendido, cinco horas de vértigo y miles de personas que se aliaron la noche del 9 de noviembre de 1989 para lograr una hazaña que parecía imposible: tirar abajo el Muro de Berlín.
El anuncio de que la RDA otorgaría permisos para salir del país hizo que decenas de miles de berlineses orientales se reunieran ante los pasos fronterizos pidiendo cruzar al oeste.
La apertura de los pasos llevó a unas 100.000 personas a visitar esa misma noche por primera vez Berlín occidental, donde fueron recibidos con lágrimas y abrazos en imágenes que dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en ícono del anticipado final del siglo XX.
La caída del Muro tuvo consecuencias globales e inmediatas. Además de simbolizar el derrumbe del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, posibilitó la reunificación alemana un año más tarde de la mano del canciller demócrata cristiano Helmut Kohl y dejó vía libre a la actual Unión Europea.