“Es una señal de alerta, un semáforo que se está poniendo en amarillo y nos da una pauta sobre la manera en la que la actividad humana impacta en el medioambiente”, destacó uno de los investigadores
Investigadores del CONICET analizaron muestras y encontraron altas concentraciones en la desembocadura del emisario de la planta de tratamiento de las aguas residuales domiciliarias.
“Es una señal de alerta, un semáforo que se está poniendo en amarillo y nos da una pauta sobre la manera en la que la actividad humana impacta en el medioambiente”.
De esa manera el investigador del CONICET Gustavo Somoza define las conclusiones del último trabajo científico que acaba de publicar junto a su equipo del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH, CONICET-UNSAM) en la revista Science of The Total Environment, en el que dan cuenta de la presencia de hormonas sexuales humanas naturales y sintéticas en aguas de un sector de la laguna de esa ciudad bonaerense.
El estudio fue parte de la tesis doctoral de la becaria del CONICET Anelisa González, quien actualmente se desempeña en el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, y colaboraron expertos del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM, CONICET-UNLP-CICPBA) y la Universidad de Florida, Estados Unidos.
El estudio se basó en muestras tomadas en distintos puntos aguas arriba y abajo del arroyo Girado, donde se encuentra la salida del desagüe de los líquidos cloacales del municipio. Ese cuerpo de agua conecta la laguna de Chascomús con el sistema de lagunas encadenadas que desembocan en el Río Salado y luego en el Río de la Plata. Los expertos midieron la concentración de siete hormonas sexuales naturales excretadas por humanos, entre ellas estradiol y testosterona, presentes en mayor proporción en mujeres y hombres, respectivamente, y la hormona de origen sintético etinilestradiol, que suele utilizarse en la producción de píldoras anticonceptivas femeninas. “Las hallamos todas”, subraya Somoza.
“Este no es un problema exclusivo de Chascomús. Nosotros lo medimos aquí, pero ocurre en todos los países a raíz del crecimiento poblacional. Los seres humanos excretamos estas hormonas que van a parar a las cloacas y estas desembocan en distintos cursos de agua. Lo que se da en nuestra ciudad, a diferencia de lo que pasa en los sistemas cloacales que terminan en el Río de la Plata, por ejemplo, es que la laguna es un cuerpo acuático de remoción y renovación mucho más lenta. Estos líquidos se degradan, pero la actividad humana los renueva diariamente y eso hace que se vayan acumulando. Se los conoce como contaminantes pseudopersistentes, es decir que a pesar de ser degradados en el medioambiente los vamos liberando permanentemente”, apunta el experto.
Los niveles de etinilestradiol hallados en el desagüe son diez veces superiores a los que se encuentran en China y Estados Unidos, “que ya son considerados lugares muy impactados por la actividad humana. Esto significa que lo que pensábamos que era un efecto de la actividad y el crecimiento poblacional en países desarrollados también se da y de manera más aguda en las naciones en vías de desarrollo, donde tenemos menos controles y menor eficiencia en el tratamiento de aguas residuales. Salvo muy pocas excepciones, en general las plantas de tratamiento están preparadas para filtrar residuos sólidos, como bacterias, pero los líquidos pasan”, comenta.
Un dato positivo que arroja el trabajo es que la concentración más marcada de estas sustancias se da justo debajo del desagüe de la planta de tratamiento ubicada en el arroyo Girado, pero los niveles disminuyen en las muestras tomadas en puntos más alejados. “Si uno va aguas abajo hacia la laguna Adela, a unos 4.500 metros ya la presencia es baja, y en el centro de la de Chascomús no hay nada”.
Según detalla el experto, la presencia de la hormona sintética etinilestradiol fue detectada exclusivamente aguas abajo de la planta de tratamiento, lo que confirma que tiene origen en los residuos cloacales. “Ya a 1.500 metros aguas arriba de ahí no está, pero sí aparecen otras seis de las ocho que medimos. Esto da la pauta de que hay otra fuente emisora que no pudo ser determinada. Podrían ser filtraciones de pozos ciegos de poblaciones cercanas, o producto de la actividad ganadera”.
Las hormonas halladas se denominan esteroides y son las que actúan entre otras cosas en el control de la reproducción y caracteres sexuales de los individuos. Cuando ingresan, como en este caso, en determinados ecosistemas actúan como perturbadores endócrinos ambientales, es decir impactan en la endocrinología de los organismos modificando el funcionamiento hormonal normal.
Si bien, en principio, los niveles hallados en Chascomús no representarían riesgo para la salud humana, sí podría ocasionar alteraciones sexuales en los peces de la laguna: “Tenemos datos de laboratorio según los cuales, con estos niveles se puede ver afectada la reproducción, diferenciación sexual y algunos caracteres sexuales secundarios de especies como el pejerrey o la madrecita de agua. El etinilestradiol altera la motilidad de los espermatozoides y provoca una merma en la capacidad de fecundación, ya que afecta la endocrinología masculina”, explica Somoza.
Un aspecto muy importante que se pudo probar en este estudio mediante ensayos in vitro es que las aguas del arroyo Girado tienen “al menos” una alta actividad estrogénica, es decir el contacto con ellas impacta sobre los receptores de estrógenos (hormonas típicamente femeninas). “Decimos ‘al menos’ porque no pudimos medir si también tienen actividad androgénica, es decir que afectan receptores de andrógenos, las hormonas típicamente masculinas”.
Para finalizar, Somoza remarca que este problema se da a nivel global porque tiene que ver con el desarrollo humano y sus actividades cotidianas. “Se trata de tomar este dato para considerarlo a la hora de evaluar el riesgo ambiental, y buscar los recursos para lograr un equilibrio entre el crecimiento poblacional y el cuidado del medioambiente