Por Ariana Operti
María Victoria Sánchez tiene 16 años y un trastorno madurativo. Es de Villa Constitución y su familia se encuentra luchando para que la acepten en uno de los dos centros de día educativos y terapéuticos que allí se encuentran. Hace unos días, su mamá habló con una de las directoras de Casa Verde, que le aseguró que la joven cumplía con los requisitos para estar ingresada allí y realizar sus terapias por al menos unas horas, como solicitaban. Además, le explicó que tenían lugar y que sería aceptada. Sin embargo, cuando ya estaba todo predispuesto para que la adolescente comenzara a ir al centro, le avisaron que finalmente no era admitida. Así, sin más, Victoria no pudo ingresar y ahora no tiene dónde ir. Su familia denuncia que se trata de un caso de discriminación en su contra y exige, al menos, una respuesta.
CLG dialogó con Esther Folio y Eliana, madre y hermana de Victoria respectivamente, quienes explicaron qué es lo que ocurrió y cómo luchan para que admitan las razones por las cuales no aceptaron a la muchacha en Casa Verde. Además, expresaron que se encuentran «dolidos» como familia por lo que ocurre y plantearon que no quieren que quede «impune» la situación, ya que puede pasarle a más personas.
Victoria ya había tenido su paso por dicho centro. Luego, su familia cambió de obra social y dejó de concurrir allí. Durante casi tres años fue a Granja Soles, en Pueblo Esther, donde su mamá contó que «era todo fantástico y estaba ocupada todo el día con actividades».
«Yo tenía Iapos, pero al fallecer mi marido, me pensioné y me toca Pami. Entonces me quedé sin la mutual y sin la Granja. El centro está cubierto al 100% por Pami, y ellos me mandan ahí, pero lo que sucede es irrisorio», deslizó.
«Fui a hablar por una nueva admisión porque ella necesita una terapia de psicología, de psicopedagogía. Como hay un gabinete pedagógico, me venía bien mandarla. La directora de la tarde me dijo que había lugar de sobra y me dijo que estaba aprobada, que le llevara la documentación: carnet de Pami, documento y certificado de discapacidad. Todo lo llevamos», comenzó relatando.
Sin embargo, contó que las cosas cambiaron de repente: «Un día me llaman y me comunican que no estaba aprobado el ingreso».
Al enterarse de esto, Esther decidió ir a hablar con las personas que trabajan en Casa Verde durante la mañana. Lo hizo este jueves, pero no obtuvo respuestas. «Primero me dijeron que no había nadie. Cuando dije que las iba a esperar, salió una de ellas, que supuestamente no estaba y se lavó las manos. Me dijo que no sabía lo que ocurría y que se encargaba de la parte administrativa. No me supo dar respuestas de porqué no la ingresaban, porque obviamente no la quieren ingresar. Me pareció una falta de respeto el hecho de esconderse también», reclamó.
Lo que quiere ella, como mamá, es principalmente una respuesta. Que justifiquen sinceramente la decisión. «Yo ya no quiero mandarla ahí, no quiero que mi hija sea una carga para nadie», contó resignada. Luego, agregó: «Pero no quiero que esto quede en la nada. Por eso tengo ganas de hacer una denuncia al Inadi y que se tomen medidas por la forma en que se manejan».
«Nosotros tenemos hijos especiales, somos mamás especiales. Padecemos de por sí la angustia que tenemos por nuestros chicos y hay que estar soportando discriminación de gente que supuestamente tiene que trabajar con ellos», manifestó, dolida.
Según ella misma describió, Victoria hace distintas actividades, pero con horarios reducidos por los problemas cognitivos que padece. «No la pude escolarizar, pero tiene lugar en una escuela común, con maestras que no son especiales pero la recibieron con los brazos abiertos. La llevo a Ceate, que trabaja con chicos con discapacidad, y va a lengua de señas. Trato de tenerla ocupada el mayor tiempo posible, pero necesita un lugar donde tenga una carga horaria diaria», detalló y afirmó que unas tres horas en un centro de día, serían algo «bueno» para su hija. «Le viene bien a ella y también a mí. Yo ya no tengo 20 años, tengo 57 y muchos problemas de salud», continuó.
En Villa Constitución existen dos centros de este tipo: además de Casa Verde se encuentra Girasoles, donde Esther dijo que hablará para que tomen a su hija. «Yo tengo la opción de elegir, pero hay personas que tal vez no. Y sería terrible si les pasa lo mismo. Yo no quiero que esta situación quede impune y que hagan lo que quieren con las personas», apuntó.
Uno de las razones que remarca Esther por las cuales no quieren aceptar a Victoria es que «ella entiende todo». «Por ahí no conviene eso y en ciertos lugares no la quieren tomar, porque ella cuenta. Victoria es más rápida que yo, y ahora sabe que no la quieren tomar», denunció. En ese sentido, Eliana deslizó: «No la aceptan porque es María Victoria. Ella reúne todas las condiciones para ingresar al centro, y sabemos que tiene lugar. Pero no puede hacerlo porque es ella».
«Cuando la dejamos de mandar, además del cambio de mutual, era porque si bien ellos habían pasado a la obra social una hoja interminable de terapias que supuestamente recibía, Victoria contaba en mi casa que permanecía todo el día en la dirección haciendo trabajitos, dibujos con la directora», reveló. Ambas aseguraron que cuando ella era más chica «era más agresiva», pero que eso «es parte de su patología».
«Nosotros por esa misma razón la llevábamos ahí, a un lugar que es para personas especiales como lo es ella. Pensamos que los profesionales tienen que estar capacitados para eso. Con la escuela especial pasó lo mismo, creíamos que iban a poder tratar con diferentes patologías, pero no fue así», especificó.
En dicha institución, narró Esther, Victoria le «pegó una cachetada a una maestra cuando tenía ocho años y la sacaron». «Se supone que es una escuela especial van maestras especiales preparadas y chicos así, pero igualmente yo no quise insistir. No tenemos buenos lugares. Yo no niego el problema de mi hija, pero falta gente capacitada. Fue casi tres años a Granja Soles y a mí no me llamaron ni un día. Y seguramente pasaron episodios similares, pero lo resolvieron como profesionales que son», diferenció.
«Ella ahora está con otra medicación y está más tranquila. En su momento era más agresiva, pero eso es parte de su patología también», reiteró Eliana sobre su hermana, al tiempo que insistió en la gravedad de lo que ocurre: «Se supone que en estos lugares, donde se trabaja con gente con discapacidad, no debería existir discriminación y muchas veces es donde más discriminan. Estamos en desacuerdo con esto que pasa y con no tener una respuesta».