Opinión

Del crimen de las dos jóvenes francesas a las muertes de los Wichis


Por Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

La sucesión de chicos muertos en Salta, dramático escenario al que se suma la cantidad de pequeños desnutridos e internados por falta de adecuada alimentación, ha movilizado en parte a la sociedad argentina. Una sociedad que, no obstante la gravedad de la ofensa a la que es sometida históricamente, no dimensiona adecuadamente la peligrosidad del asunto. Lo de Salta no es nuevo, la humillación y muerte a la que son sometidos los pueblos originarios del norte y de todo el territorio nacional. es proverbial. Tan proverbial que hasta parece que desde hace años investigadores extranjeros, como las francesas violadas y asesinadas en Salta en el mes de julio del año 2011, sabían de la preocupante (y más que preocupante aún) situación. Las indignas condiciones de vida a los que son sometidos muchos aborígenes y no aborígenes, son históricamente escandalosas.

La muerte de varios chicos wichis por hambre sucedidas en los últimos días, no puede desvincularse así nomás de la muerte de las dos jóvenes francesas, Cassandra Bouvier y Houria Moumni, quienes pertenecían a la cátedra de Sociología y Antropología de la Sorbona y eran además asesoras de la Unesco y la Fao. Hace algunos años, luego de ocurrido el crimen, la diputada provincial Liliana Mazzone advirtió a través de un comunicado del que dieron cuenta casi todos los medios del país, que las francesas «no eran turistas, sino que eran investigadoras académicas que estaban investigando en particular la desviación y la malversación de fondos internacionales de ayuda para las poblaciones aborígenes del Norte argentino, por parte de la administración de la provincia de Salta». La legisladora agregó por entonces que «esto fue confirmado por la cátedra y los institutos universitarios de la Facultad de Sociología y Antropología de la Sorbona II, a la que pertenecía la profesora Cassandra Bouvier». Un verdadero bombazo.

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Cassandre Bouvier y Houria Moumni

Como quiera que sea, no son pocos quienes sugieren o expresan literalmente que la investigación sobre las muertes de las francesas no parece haber estado a la altura que las circunstancias necesitaban. El periodista francés, Olivier Ubertalli, enviado de la famosa publicación «Paris Match» a Salta, sostuvo  que las jóvenes «fueron vistas en una fiesta VIP de 25 euros la entrada, en lo que es un precio inaccesible para argentinos de condición modesta» y que la investigación argentina giraba en torno de “sospechosos sobre todo en los habitantes más pobres de la región», mientras se  desdeñaban pistas que podrían conducir «a fiestas desarrolladas en bares de Salta», donde «los extranjeros se encuentran con miembros de las clases dominantes de la sociedad local». Otro periodista francés, Jean Charles Chatard, ha presentado hace tres años en un juzgado francés, nuevas pruebas que al parecer nada tienen que ver con la pista argentina.

Lo cierto es que lo manifestado en su momento por la diputada Mazzone, echó un nuevo condimento a una causa embrollada y cerrada en Argentina, pero que la justicia francesa no abandona: las francesas, según la legisladora, investigaban ya por entonces desvíos de fondos internacionales destinados a los aborígenes, fondos de los que, según parece, no gozaron. Está claro, y no necesita ningún tipo de comprobación, que los pueblos más pobres del norte han sido arrojados siempre a su triste suerte, que es la muerte en muchos casos, como si el destino de ellos no importara. La ayuda ha sido nula. En realidad, la historia dice que tampoco importa mucho a la clase dominante argentina, compuesta no solo por políticos, el destino de una importante franja social asentada en las urbes. Sin embargo, el abandono y muerte que lleva al exterminio de los aborígenes llama la atención y genera, al menos, especulaciones.

Naciones Unidas ha dicho que la situación de los Wichis en Salta es comparable a la triste realidad de Sudán del Sur. El representante de Naciones Unidas en Argentina, Robert Valent, ha expresado que “hay 855 niñas y niños desnutridos, de muy bajo peso, hay 10 mil chicos en riesgo nutricional y hay más de 100 mil adultos en el mismo riesgo. El acceso a los alimentos, al agua y a la salud es claramente un tema problemático para Salta en este momento».

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Algunos interrogantes no pueden dejar de hacerse: ¿Por qué la ayuda no llega a estas tierras y sus habitantes? ¿Son más importantes otros factores que los seres humanos?

Pero vaya, señoras y señores, que no solo son los wichis en Salta, a quienes según algunos quieren convertir en soja, sino también otras personas, como esa jubilada que cuando fue a recibir la bolsa de alimentos oficial se detectó que pesaba 32 kilos.