Las consecuencias del Brexit están sacudiendo una frágil paz lograda en el año 1998
El Gobierno británico reiteró hoy su llamado a la calma tras una décima noche de violentos enfrentamientos entre grupos republicanos católicos y unionistas protestantes con la policía en Irlanda del Norte, donde las consecuencias del Brexit están sacudiendo una frágil paz lograda en el año 1998.
Cientos de jóvenes y adolescentes se reunieron desde primera hora de ayer en un distrito del oeste de la ciudad, tras apilar ladrillos que fueron catapultados junto a petardos y botellas hacia las barricadas levantadas por las fuerzas antidisturbios con ayuda de sus vehículos Land Rover blindados.
La violencia de los últimos días dejó más de 50 policías heridos y hace resurgir el fantasma de las tres décadas sangrientas de los llamados «troubles», los enfrentamientos entre republicanos, principalmente católicos partidarios de la reunificación con Irlanda, y unionistas protestantes, que dejaron 3.500 muertos.
Desde que el 30 marzo un grupo de jóvenes lanzó cócteles molotov a un coche de policía en la localidad de Derry, los actos violentos no cesan de crecer, especialmente en las zonas unionistas de esta provincia británica donde los efectos de la salida de la Unión Europea (UE) provocaron un sentimiento de traición y amargura.
Pese a los llamados de Londres, Dublín y Washington a poner fin a la violencia, la capital norirlandesa, Belfast, volvió a ser escenario de llamas y violencia anoche.
En un distrito del oeste, la policía antimotines fue blanco de cócteles molotov y adoquines cuando intentaba impedir que cientos de manifestantes republicanos se acercaran a los unionistas.
La fuerza debió recurrir a un cañón de agua para dispersarlos, según informó la agencia de noticias AFP.
Casi 60 policías resultaron heridos desde el inicio de estos disturbios sin precedentes desde hace años en la región.
El Gobierno británico, cuyo ministro para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, viajó inmediatamente a la región, reafirmó su llamamiento a la calma, que hasta ahora fue desoído.
«La violencia no tiene nada que ver con la resolución de los problemas», insistió hoy en Sky News el ministro de Transportes, Grant Shapps, calificando la situación de «muy preocupante».
Ayer, los primeros ministros británico, Boris Johnson, e irlandés, Micheál Martin, se unieron a los líderes norirlandeses, tanto unionistas como republicanos, para condenar esta violencia «injustificable».
Desde el acuerdo del Viernes Santo de 1998 rigió una frágil paz, pero el Brexit, al exigir la introducción de controles aduaneros entre el Reino Unido y la UE socavó este equilibrio entre las comunidades de la provincia.
Para evitar el regreso de una frontera física entre Irlanda del Norte y la vecina República de Irlanda -país miembro de la UE- Londres y Bruselas acordaron unas disposiciones especiales conocidas como el «protocolo norirlandés».
Por éste, la provincia británica permaneció bajo las normas del mercado único europeo y los controles aduaneros trasladaron al mar de Irlanda, entre la isla y el resto del Reino Unido.
Pese a ser un trámite básicamente administrativo reservado únicamente a las mercancías y no a las personas esto despertó en los unionistas, apegados a su pertenencia a la corona británica, un sentimiento de separación del resto del país y de traición por Londres.
Para aumentar las tensiones, las autoridades norirlandesas decidieron no procesar a dirigentes del Sinn Fein que asistieron al funeral de un antiguo líder paramilitar, a pesar de las restricciones impuestas por el coronavirus.