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Opina Diego Añaños

Dead Cat Bounce


Por: Diego Añaños / Especial para CLG 

Desde comienzos de año, tanto el gobierno como sus periodistas amigos y universidades afines, vienen anunciando la inminencia del fin del ciclo recesivo. Según el propio Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, la economía tocó fondo a fines de diciembre, y a partir de allí comenzó a recuperarse. Hace tres semanas la Universidad Austral publicó un trabajo en el que consigna que la actividad económica se recuperaba mes a mes: “a pesar de que los salarios están un 17% por debajo de la inflación 2018”. Dos semanas atrás el periodista Marcelo Zlotogwiazda, basándose en un par de datos raquíticos tomados del EMAE (Estimador Mensual de la Actividad Económica) del Indec, afirmaba que se podían observar signos de una incipiente recuperación. Paralelamente, y haciéndose eco de las declaraciones del titular de la AFIP, Leandro Cuccioli, aseguraba que el nivel de actividad habría detenido su caída. Según el funcionario, la recuperación de la recaudación tributaria era un indicador fehaciente para sostener su conjetura.

Sin embargo, a comienzos de la semana pasada se dieron a conocer los datos de la evolución del nivel de actividad. La industria registró una caída de un 13,4% y la construcción cayó un 12,4%, ambos interanuales. En relación con la industria, algunos funcionarios del gobierno se habían ilusionado con los datos positivos de 4,5% en enero y 2,7% en febrero. Incluso el ministro Dujovne entusiasmó al presidente Macri, sosteniendo que algunas luces verdes, perdidas en un tablero de luces rojas, hacían pensar que lo peor ya había pasado. Claro, el Ministro hizo trampas: no realizó las comparaciones interanuales, sino intermensuales.

El Ministro intentó, sin éxito, contrabandear una picardía estadística. Metodológicamente no es correcto realizar las comparaciones mes a mes, sino contra el mismo mes del año anterior. Pero claro, ahí el optimismo desaparece. De los dieciséis sectores industriales que releva el indicador del Indec, dieciséis muestran caídas interanuales del nivel de actividad. El sector que más sufrió los embates de la recesión es la industria de equipos de transporte y fabricación de motos, motocicletas y otros, que registró una brutall caída del 53,6%. Entre los empresario predomina la idea de que, por lo menos, nos espera un trimestre más de caída del nivel de actividad.

El dato más impactante lo aporta la industria automotriz, que en abril produjo 30.294 vehículos, contra los 45.802 que se produjeron en el mismo mes del año pasado. Es una caída estruendosa del 33,9%. Sin dudas lo más preocupante es que se localiza en uno de los sectores más dinámicos de la economía. Paralelamente, la caída en el sector de la comercialización se profundizó notablemente. En abril de 2019 las ventas de la red de concesionarios se desplomaron un 60,9% en comparación con abril de 2018.

No sólo se resienten la industria y la construcción, es notable la caída del crédito privado, cercana al 40% en la comparación interanual. Desde el gobierno sueñan con que la excelente cosecha que se viene, sea suficiente para poner la economía de pie, pero los datos duros de la realidad sólo son portadores de malas noticias. Incluso algunos analistas económicos destacan el hecho de que la acumulación de indicadores en rojo es de tal magnitud que ya se acerca a la registrada en las crisis del 89´ ó del 2001.

Parece evidente que los problemas de le economía argentina son propios, y no se relacionan con un clima hostil a nivel global. Desde principios de febrero pasado, cuando reaparecieron las “turbulencias”, el riesgo regional para Latinoamérica aumentó 8 puntos, mientras que el argentino aumentó 282 puntos, por encima de los 900 puntos. Hoy la brecha entre ambos está por encima de los 700 puntos. De hecho, en los últimos tres meses estábamos en la misma línea de Ucrania y Ecuador, alrededor de los 600 puntos. Ambos países se muestran estables, sólo la Argentina empeora. Si miramos la evolución de las monedas, vemos que el peso argentino es, claramente, la moneda que más se ha depreciado en las últimas semanas. Evidentemente, tanto la política monetaria (que cambió cuatro veces en los últimos 7 meses), como la política fiscal, están fracasando estrepitosamente.

“Dead cat bounce”, o rebote del gato muerto, es una expresión del argot bursátil que comenzó a utilizarse en Wall Street en 1987. Hace referencia a que cualquier cosa lanzada desde la altura suficiente, tiende a rebotar, incluso un gato (ya muerto). La metáfora hace referencia a una regularidad estadística. La misma muestra que, luego de un período de caída libre de algunas variables económicas relevantes, suele observarse un rebote positivo, pero a continuación la caída continúa. Daría toda la impresión que el Ministro Dujovne fotografió al gato décimas de segundo luego de impactar contra el piso, en la cúspide del rebote, y supuso que saldría caminando. Todo hace pensar que se equivocó.